viernes, 26 de septiembre de 2008

LA ESPERANZA VICTORIOSA DE LA IGLESIA

¿Qué momento histórico estamos viviendo? Aquel señalado por el Padre cuando dijo: Siéntate a mi diestra hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies. Estamos en ese “hasta que”, en ese “mientras tanto” en el cual el Padre está poniendo a todos bajo los pies del Hijo.
Esa es la razón por la cual estamos viendo despertamientos espirituales en diferentes partes del mundo. Porque el Padre ha tomado a algunos príncipes de las potestades de los aires y los ha puesto bajo los pies de Jesús. Y seguirá poniendo a otros, hasta que no quede ninguno. El Padre lo ha dicho y lo va a hacer. Todo lo pondrá bajo los pies de Cristo, para que él tenga pleno dominio. Pero, ¿cuáles son sus pies? Piensa un poco. Cristo tiene un cuerpo. ¿Cuál? La iglesia. El es la Cabeza, y todo lo que ponga bajo sus pies, ¿bajo quién estará? ¡Bajo la iglesia! ¡Aleluya!
¡Levántate, iglesia! Toma conciencia de la hora de Dios. Mira lo que el Padre se ha propuesto. ¡Ríndete a Jesucristo! Entra en fe y en espíritu de victoria. Comienza a brillar. Todo lo que pisare la planta de vuestros pies será vuestro, asegura él en su palabra, porque nuestros pies son los pies de Jesús. Somos el Cuerpo de Cristo. Cuando este Cuerpo se mueve bajo la dirección de la Cabeza, allí va la iglesia triunfante marchando, pisoteando, aplastando y conquistando los reinos para nuestro Señor Jesucristo.
Isaías vio visión de este reino de Dios. De repente, en medio de las tinieblas nació una luz. Esta luz creció y creció hasta que él ya no pudo seguir mirando. Entonces profetizó: y lo dilatado de su imperio no tendrá fin (Isa. 9:1,7). El reino de dios está en plena expansión. No va a quedar así. Va a seguir creciendo. ¡Gloria a Dios! El está preparando a su pueblo ahora, porque a través de su pueblo El va a extender su reino en todas las naciones.
Un Cristo grande merece un reino grande. El tiene poder para tener un reino grande. Porque suyo es el reino y suyo el poder y suya la gloria por todos los siglos. ¡OH, si supiéramos la responsabilidad que nos toca en la hora en que estamos viviendo! Es el momento de la culminación del propósito de Dios para esta generación. Y es la iglesia, su cuerpo, el agente que Dios ha escogido para extender su reino a pueblos, ciudades y naciones.
¿Cuál es el drama del mundo? Siempre el mismo; todos quieren mandar. Hace siglos se levantó uno llamado Alejandro Magno. Comenzó a conquistar reinos y pueblos. Quería abarcarlo todo. Dice la historia que conquistaba a la velocidad de su caballo. Pero un día su caballo no corrió más. Se levantó otro imperio, el romano, dominando las naciones con vara de hierro. Más, ¿dónde está hoy?
Tres Siglos atrás surgió en Francia un hombre de pequeña estatura y gran inteligencia: Napoleón Bonaparte, quien ambicionaba ser el emperador del Mundo. Ganó todas sus batallas, menos la última. Mientras estaba desterrado en la isla de Santa Elena, esperando la muerte, se expresó así, refiriéndose a Jesús: “OH, Maestro de Galilea, yo he tratado de conquistar por la fuerza, y he perdido. Tú has querido hacerlo por el amor, y has vencido”.
En la actualidad, como en cualquier época de la historia, pueblos, naciones y reinos se enfrentan entre sí, procurando tener supremacía sobre los demás. El Norte contra el Sur, el Este contra el Oeste, naciones subdesarrolladas enfrentadas con las desarrolladas. Los gastos que demandan la defensa y la preparación de una futura conflagración elevan a cifras increíbles los presupuestos de las naciones del orbe. Pero, ¿Quién logrará el dominio del mundo? Puedo asegurarlo, sin temor a equivocarme, que el que va a triunfar es aquel que ya ha vencido: JESUCRISTO. ¡El es el Señor! Y un día, cuando suene la última trompeta, aparecerá con poder y gloria. Pondrá sus pies sobre la tierra, y será proclamado Rey y Señor del mundo entero.
Si sabemos de antemano que el reino de dios prevalecerá, entonces, ¿a qué preocuparnos por cómo están las cosas ahora? Si en un encuentro de fútbol supieras de antemano el resultado final, ¿te preocuparía tanto el desarrollo? Lo que importa es cómo va a terminar la cosa y no las variantes del juego. Pero, en un encuentro de fútbol no podemos saber con anticipación el resultado final, en cambio sí podemos conocerlo en cuanto al curso de la historia. Dios lo ha revelado en su Palabra. Los reinos del mundo han venido a ser de nuestro Señor y de su Cristo (Apoc. 11:15).
Cristo el Vencedor, el Invicto, el triunfante, es quien reinará y gobernará sobre toda la tierra. Su venida se acerca. Pero antes de que El vuelva, su reino se va a extender con poder y gloria. El vendrá a buscar a su iglesia, la cual se está preparando para ser santa, sin mancha y sin arruga para su gloria. El vendrá. Y los muertos en Cristo, cuando El aparezca, resucitarán primero, y todos los que estemos en la tierra, en un abrir y cerrar de ojos seremos arrebatados junto a El. Entonces, El establecerá su reino aquí en la tierra.
El Apocalipsis dice que por mil años. El reinará (20:6). Al término de ellos acontecerá el último evento del que la Biblia habla. El establecimiento de un Gran Trono Blanco, y Uno sentado sobre él (Apoc. 20:11-15). Aquel día final, cuando Dios se siente en el tribunal de juicio en su trono blanco, los libros se abrirán. Todos los muertos resucitarán, la muerte y el Hades entregarán sus muertos, y todos comparecerán ante El Gran Dios y la Vida Eterna.
Habrá una multitud incontable de millones y millones, vestidos con harapos, y con el rostro demacrado, escondiéndose del esplendor de la gloria del que está sentado en el trono. Su número será tan grande que se perderá en la lejanía. Serán los que aquí en la tierra no hayan reconocido a Jesucristo como Señor.
También, otra multitud, vestida con ropas blancas y coronas en sus cabezas. La Luz y la gloria del que estará sentado en el trono los cubrirá.
Frente al trono estarán también todos los ángeles y arcángeles. Y al otro lado, todos los demonios, desde Satanás hasta el más pequeño; ¡todos presentes! En ese día final, toda rodilla se doblará. Todos se inclinarán ante el Señor. Dice Filipenses que todos lo harán, los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra. Y todo el universo, como un gigantesco coro confesará que ¡JESUCRISTO ES EL SEÑOR! (Fil. 2:10-11).
Tú y yo también vamos a estar frente a ese trono. Pero ¿de que lado? Todos dirán “Cristo es el Señor”. Los que confiesen a Cristo como su Señor aquí en la tierra y lo reconozcan en sus vidas, estarán a un lado. Solamente habrá allí dos clases de personas: los que vivieron como el Rey manda y los que vivieron como ellos quisieron. ¿Donde estarás tú?
En aquel día, todos los de un lado junto con Satanás y todos sus demonios, serán lanzados al lago de fuego y azufre que es la muerte segunda, por toda la eternidad. Los del otro lado, junto con todos los ángeles, escucharán la invitación: -Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado para vosotros desde la fundación del mundo (Mat. 25:34).
Cristo el Señor arrancará esta página de la historia de los siglos, y entregará el reino al Dios y Padre, cuando haya suprimido todo dominio, toda autoridad y potencia (1ª Cor. 15:24), y comenzará una nueva era. ¡Qué esperanza de gloria tenemos! Entonces, comenzará la historia de la gloria plena de Dios, junto con sus escogidos. Y reinaremos con El por los siglos de los siglos.

Nombre sobre todo nombre
Es el nombre de mi Cristo:
Ante tan glorioso nombre
Todos se postrarán.

Todas las fuerzas de oscuridad,
De todo el mundo la humanidad.
Todos los cielos y su potestad,
Todos se postrarán.

Nuestros ojos le contemplan,
Nuestro corazón le adora,
Nuestra lengua hoy proclama:
¡JESUCRISTO ES EL SEÑOR!

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