sábado, 28 de enero de 2017

DIOS NOS AMA DE TAL MANERA QUE ENVIÓ A SU ÚNICO HIJO PARA AQUEL TODO AQUEL QUE CREA EN EL NO SE PIERDA SINO QUE TENGA VIDA ETERNA

¿Quién nos separará del amor de Cristo? ¿Tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada? (v. 35). Como está escrito: Por causa de ti somos muertos todo el tiempo; Somos contados como ovejas de matadero. 37 Antes, en todas estas cosas somos más que vencedores por medio de aquel que nos amó. 38 Por lo cual estoy seguro de que ni la muerte, ni la vida, ni ángeles, ni principados, ni potestades, ni lo presente, ni lo por venir, 39 ni lo alto, ni lo profundo, ni ninguna otra cosa creada nos podrá separar del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro. Romanos 8:35-39 Servimos a un Dios que nos ama más a nosotros que lo que hacemos. Sí, es verdad que el Señor quiere que trabajemos para dar de comer a nuestra familia y que cuidemos responsablemente del mundo que Él creó. También espera que sirvamos a las personas débiles, hambrientas, desnudas, sedientas y quebrantadas que nos rodean, y que nos mantengamos alertas ante aquellos que aún no han respondido al llamado del Espíritu Santo a sus vidas. Pero, aun así, servimos a un Dios que nos ama más a nosotros que lo que hacemos. Nunca debemos olvidar esto, porque tal vez llegue un momento en que nuestra capacidad para «hacer para Dios» se termine por problemas de salud, fracasos o tragedias imprevistas. En esas ocasiones, el Señor quiere que recordemos que no nos ama por lo que hacemos para Él, sino por lo que somos: ¡sus hijos! Una vez que le pedimos a Cristo que nos salve, nada —ni «tribulación, o angustia, o persecución, o hambre, o desnudez, o peligro, o espada»—nos separará jamás «del amor de Dios, que es en Cristo Jesús Señor nuestro» (Romanos 8:35, 39). Cuando todo lo que tenemos o hemos hecho ya no está, lo único que Dios quiere es que descansemos en nuestra identidad en Él. Señor, aunque pierda todo, que nunca me olvide de tu amor incondicional por mí. Cuando lo perdemos todo, Dios solamente quiere que descansemos en lo que somos en Él.

sábado, 21 de enero de 2017

PORQUE EL EJERCICIO CORPORAL PARA POCO ES PROVECHOSO, PERO LA PIEDAD PARA TODO APROVECHA, PUES TIENE PROMESA DE ESTA VIDA PRESENTE, Y DE LA VENIDERA.

Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo… (v. 1). Romanos 12:1-8 Cuando jugaba baloncesto en la universidad, cada año, al empezar la temporada, tomaba la seria decisión de ir al gimnasio y dedicarme por completo a mi entrenador… es decir, hacer todo lo que me pidiera. Al equipo no lo habría beneficiado que yo hubiese dicho: « ¡Oye, entrenador! Acá estoy. Quiero lanzar la pelota al aro y driblar, ¡pero no me pidas que corra, que juegue en la defensa ni que sude!». Todo deportista exitoso tiene que confiar en su entrenador lo suficiente como para hacer todo lo que este le pida para beneficio del equipo. En Cristo, debemos convertirnos en un «sacrificio vivo» (Romanos 12:1). Le decimos a nuestro Salvador y Señor: «Confío en ti. Estoy dispuesto a hacer todo lo que me pidas». Entonces, Él nos transforma renovando nuestra mente para que nos concentremos en las cosas que le agradan. Es útil saber que el Señor nunca nos pedirá que hagamos algo para lo cual no nos haya primeramente equipado. Como nos recuerda Pablo: «Ya que tenemos diferentes dones, […] [usémoslos] conforme a la medida de la fe» (v. 6). Podemos confiarle nuestra vida a Dios y dedicarnos a Él, ya que nos fortalece saber que nos creó y que nos ayuda a hacer lo que nos pide. Señor, tú mereces más que nadie nuestro sacrificio y dedicación. Ayúdame a comprender que la consagración a ti trae gozo. Consagrarnos a Dios no implica ningún riesgo.

domingo, 15 de enero de 2017

SI ALGUNO VIENE A MI, Y NO ABORRECE A SU PADRE Y MADRE (NO ME QUIERE A MI MAS) A SU MUJER E HIJOS, A SUS HERMANOS Y HERMANAS, Y AÚN A SU PROPIA VIDA, NO PUEDE SER MI DISCÍPULO.

… el que pierde su vida por causa de mí, la hallará (v. 39). Mateo 10:37-42 Cuando me casé con mi novio inglés y me mudé a Gran Bretaña, pensé que sería una aventura de solo cinco años en una tierra extraña. Nunca soñé seguir viviendo aquí casi 20 años después ni que, a veces, sentiría que había perdido todo al despedirme de mi familia y amigos, de mi trabajo y de todo lo conocido. Pero, al perder mi vida anterior, encontré una mejor. El regalo invertido de encontrar la vida cuando la perdemos es lo que Jesús les prometió a sus discípulos. Cuando envió a los doce a predicar el evangelio, les pidió que lo amaran más que a sus padres y a sus hijos (Mateo 10:37). El Señor pronunció esas palabras en una cultura donde las familias eran el fundamento de la sociedad y altamente valoradas. No obstante, prometió que si perdían su vida por Él, la encontrarían (v. 39). No tenemos que mudarnos a otro país para hallarnos en Cristo. Mediante el servicio y la consagración —como sucedió con los discípulos al ir a compartir la buena noticia de la salvación en Cristo—, nos encontramos recibiendo más de lo que damos, ya que el Señor derrama su amor abundantemente sobre nosotros. Sin duda, Él nos ama sin importar cuánto lo sirvamos; pero, cuando nos entregamos por el bienestar de otros, encontramos satisfacción, propósito y plenitud. Señor, te amo y te entrego mi vida para servir a los demás. Toda pérdida deja un espacio que puede llenarse con la presencia de Dios.

miércoles, 11 de enero de 2017

¡CON DIOS SI! QUE NO HAY MAL QUE POR BIEN NO VENGA…

Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien… (v. 28). Romanos 8:28-30 Mi esposa prepara un estofado delicioso. Mezcla carne, patatas blancas y dulces en rodajas, apio, hongos, zanahorias y cebollas, y pone todo en una olla de cocción lenta. Seis o siete horas después, el aroma llena la casa, y el primer bocado es una delicia. Siempre me resulta ventajoso esperar hasta que los ingredientes se cocinen juntos lentamente para que resulte algo que sería imposible lograr por separado. En la frase «todas las cosas les ayudan», expresadas en un contexto de sufrimiento, Pablo usó la palabra de donde proviene el término sinergia. Dijo: «Y sabemos que a los que aman a Dios, todas las cosas les ayudan a bien, esto es, a los que conforme a su propósito son llamados» (Romanos 8:28). Quería que los romanos supieran que Dios, que no era el causante de su sufrimiento, haría que todas las circunstancias cooperaran con su plan divino, para un beneficio final. Ese bien no eran bendiciones temporales —como salud, riquezas, fama o éxito—, sino ser «hechos conformes a la imagen de su Hijo» (v. 29). Esperemos con paciencia y confiados porque nuestro Padre celestial está tomando todo sufrimiento, angustia y mal, y haciendo que se combinen para su gloria y nuestro beneficio espiritual. Él quiere hacernos como Jesús. Señor, que pueda ver tu mano detrás de cada circunstancia. El crecimiento que logramos al esperar en Dios suele ser más importante que el resultado que deseamos.

martes, 10 de enero de 2017

SEÑOR, ¿CUANDO TE VIMOS HAMBRIENTO, Y TE SUSTENTAMOS, O SEDIENTO, Y TE DIMOS DE BEBER? Y CUANDO TE VIMOS FORASTERO, Y TE RECOGIMOS, O DESNUDO, Y TE CUBRIMOS? ¿O CUANDO TE VIMOS ENFERMO, O EN LA CÁRCEL, Y VINIMOS A TI?

… ¿Por qué he hallado gracia en tus ojos para que me reconozcas…? (v. 10). Rut 2:8-13 Algunos afirman que la escritora Anne Herbert garabateó en un mantel de un restaurante la frase «practica actos de bondad fortuitos y de belleza sin sentido». Este sentimiento se ha popularizado mediante películas y literatura, y algunos lo han hecho parte de su vocabulario. La pregunta es: « ¿Por qué debemos ser bondadosos con los demás?». Para los seguidores de Jesús, la respuesta es clara: para mostrar la misericordia y la bondad de Dios. En el Antiguo Testamento, la historia de Rut, un inmigrante moabita, ilustra este principio. Esta mujer vivía en una tierra cuya cultura e idioma no entendía. Además, era sumamente pobre y dependiente por completo de la caridad de un pueblo que casi la ignoraba. Sin embargo, hubo un israelita que actuó bondadosamente y le habló al corazón (Rut 2:13). Permitió que ella cosechara en sus campos, pero, además de ser simplemente caritativo, le mostró con su compasión la misericordia y la bondad amorosa de Dios, Aquel bajo cuyas alas ella podía refugiarse. Finalmente, Rut se convirtió en la esposa de aquel hombre, Booz, en parte de la familia de Dios y en antepasada de Jesús, quien trajo la salvación al mundo (ver Mateo 1:1-16). Nunca sabemos qué puede lograr una obra de bondad hecha en el nombre de Jesús. Señor, ¿qué quiere que haga hoy por otra persona? Nunca es demasiado tarde para ser bondadoso.

miércoles, 4 de enero de 2017

EL AMOR NO SOLO NO HACE MAL AL PRÓJIMO SINO QUE LE HACE BIEN

… El que ama a Dios, ame también a su hermano (4:21). 1 Juan 4:20–5:5 Cuando a una mujer de la iglesia de Carolina se le diagnosticó esclerosis lateral amiotrófica, la perspectiva era desalentadora. Esta cruel enfermedad afecta nervios y músculos y, finalmente, termina en parálisis. El seguro médico no cubría la asistencia domiciliaria, y el esposo de esta afligida mujer no soportaba la idea de ponerla en un centro de cuidados especiales. Como enfermera, Carolina sabía cómo ayudarla, y empezó a ir a su casa a cuidarla. Pero, poco después, se dio cuenta de que no podía ocuparse de su propia familia y, al mismo tiempo, atender las necesidades de su amiga. Entonces, comenzó a enseñarles a otras personas de la iglesia cómo ayudar. Durante los siete años de evolución de la enfermedad, Carolina entrenó a 31 voluntarios, quienes rodearon a aquella familia de amor, oraciones y ayuda práctica. «Y nosotros tenemos este mandamiento de él: El que ama a Dios, ame también a su hermano», dijo el discípulo Juan (1 Juan 4:21). Carolina nos da un ejemplo magnífico de esta clase de amor. Ella tuvo la habilidad, la compasión y la visión de movilizar a la familia de la iglesia para asistir a una hermana afligida. Su amor individual por una persona necesitada se convirtió en un amor multiplicado que muchos pusieron en práctica. Señor, muéstrame dónde puedo ayudar hoy. «Ama a tu prójimo como te amas a ti mismo». Jesús