jueves, 25 de septiembre de 2008

UN EPITAFIO

Ninguno puede servir a dos señores; porque o aborrecerá al uno y amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis servir a Dios y a las riquezas. (Mateo 6:24)

En una lápida de un cementerio de Pensilvania se lee el siguiente epitafio:


Enoch ADDIS
Murió el 5 de agosto de 1830 a la edad de 73 años
Pasó toda su existencia, que fue larga y activa, en adquirir propiedades; ahora sólo posee este pequeño rincón de tierra.

En Lucas 12:16-21 Jesús habla de un hombre rico que derriba sus graneros para edificarlos mayores en vista de su próxima cosecha. Se dice a sí mismo: “Alma, muchos bienes tienes guardados para muchos años; repósate, come, bebe, regocíjate”. Pero Dios trastorna sus planes y le dice: “Necio, esta noche vienen a pedirte tu alma; y lo que has provisto. ¿De quién será?”
A sus discípulos el Señor Jesús les formula esta pregunta: “¿Qué aprovechará al hombre, si ganare todo el mundo, y perdiere su alma?” (Mateo 16:26). Se debe hacer, pues, una elección, y conviene no equivocarse. Por un lado el mundo, sus placeres y sus vanidades –de las cuales se goza sin Dios durante un tiempo muy limitado- y luego la eternidad en “las tinieblas de afuera”. Por otro, una vida feliz en la comunión con dios, seguida por una bienaventurada eternidad. Moisés había hecho la buena elección. Rehusó el título que podía darle acceso al trono de Faraón, “teniendo por mayores riquezas el vituperio de Cristo que los tesoros de los egipcios” (Hebreos 11:26).

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