viernes, 23 de mayo de 2008

EL CESAR ES EL SEÑOR

Hemos considerado el primer significado de la palabra Señor. Sin embargo, en el sentido absoluto del término, en todo el Imperio Romano había una sola persona digna de poseer el título de señor: el César, el emperador. Todo el imperio debía confesar: “El Cesar es el Señor”. Y era tal la fuerza que se quiso imprimir a esta declaración que durante cierto tiempo era saludo obligado del imperio. Cuando un ciudadano romano se encontraba con otro, le saludaba levantando una mano y diciendo: “El Cesar es el Señor”. El otro a su vez respondía: “El Cesar es el Señor”. ¿Cuántas veces en el día saludamos diciendo: “Buenos días”, “Buenas tardes”, “Buenas noches”? Tantas veces debían ellos pronunciar aquella frase: “El César es el Señor”. ¡Que propaganda! ¡Mucho mejor que por radio y televisión! En todo el imperio, todo el día, por todas partes se repetía: “El César es el Señor, el Cesar es el Señor… el Cesar es el Señor…”
A veces ocurría un encuentro con alguien que en lugar de responder “El César es el Señor”, decía: “Jesucristo es el Señor” “¿Cómo? ¿Quién? ¿Estás reconociendo a otro fuera del César? ¡A prenderle! ¡A la cárcel! ¡A la hoguera! ¡A las fieras!
Aquellos primeros cristianos eran hombres que preferían confesar que Cristo era el Señor, y morir si fuera necesario, antes de seguir con vida, negándole. Comprendían muy bien lo dicho por su maestro: A cualquiera… que me confesare delante de los hombres, yo también le confesaré delante de mi Padre que está en los cielos. Y a cualquiera que me niegue delante de los hombres, yo también le negaré delante de mi padre que está en los cielos (Mateo 10:32)
Verdaderamente, el Cesar era el señor de todo el Imperio Romano, el Jefe, el que mandaba, el Dueño de todo el imperio, de todo su territorio. Aún cuando la gente tenía chacras, terrenos, etc. a su nombre, eso era solamente para permitir una mejor administración económica en el imperio. En última instancia todo pertenecía al César. Cuando él decía: “Quiero veinte hectáreas de tal sector de la ciudad para hacer una plaza”, no tenía que pagar indemnización a nadie. Era el dueño. Por eso cuando preguntaron a Cristo si debían pagar el impuesto a César, Él respondió:
-A ver una moneda… ¿De quién es esta imagen?
-Del César.
-Dad a César lo que es de César…
Todas las monedas del imperio tenían grabada la imagen del Cesar, porque todo el dinero y aun el imperio eran de su propiedad. Cada cual tenía en su poder dinero propio solamente para hacer posible el desenvolvimiento económico general. El César se había constituido en el amo de todas las almas que vivían bajo su dominio. Disponía de cada persona como quería. No era necesario pasar por los tribunales para ser condenado a muerte. Parece que cierto día, dijo: “La Plaza está muy mal iluminada. Quiero mejor iluminación. Traigan cuarenta antorchas más. Pero que estas antorchas sean hombres; de los cristianos que están en la cárcel”.
Trajeron, entonces, cuarenta cristianos, los ataron a los postes de la plaza, los cubrieron de alquitrán y les prendieron fuego. El César podía hacer cuanto quería. Era el amo. El señor.
¡Qué fuerza tenía, entonces, la palabra señor en esos días! Representaba al Soberano, a la Máxima autoridad del imperio.
Durante los días de este imperio, Pablo vislumbró otro imperio que comenzaba a tomar fuerza y a extenderse sobre la tierra: el de Jesucristo. Dondequiera que él establecía iglesias, lo hacía sobre este fundamente: JESUCRISTO ES EL SEÑOR. Cada persona que se agregaba a la primitiva comunidad cristiana, reconocía que Cristo era el Señor de su vida.
-Hay otro imperio –decía Pablo-. Otro reino: El Reino de Dios. Y su trono es estable para siempre.

sábado, 17 de mayo de 2008

ESCLAVOS DE JESUCRISTO

Pablo declaró: “Yo también soy un esclavo, aunque no de los hombres. Tengo un Señor: soy esclavo de Jesucristo, por amor del cual lo he perdido todo y lo tengo todo por basura para ganarle a él. El es mi Señor. “Pablo se comportaba ante su Señor tal como un fiel esclavo frente a su Señor. Aun desde el primer día de su conversión. Recordemos cuáles fueron sus primeras palabras cuando se rindió a él. Cayendo al suelo, temblando y temeroso, dijo: Señor ¿qué quieres que yo haga? Lo dijo el mismo instante de su conversión, pero también siguió repitiéndolo cada día, cada momento de su vida.
El Señor respondió; Levántate y entra en la ciudad. Y Pablo se levantó para hacer exactamente lo ordenado por su Señor. Alguna vez oraste diciendo: “Señor, ¿qué quieres que haga? “Todos lo hemos hecho, pero ¿cuál es la diferencia entre Pablo y nosotros? Que mientras él obedecía en todo, nosotros nos levantamos de las rodillas para hacer lo que queremos.
En esa época, cuando un esclavo escribía una carta, debía firmarla con su nombre y agregar. “esclavo de…”, colocando allí el nombre de su amo. Las cartas no se firmaban al final, como ahora, sino al principio. En cierto aspecto era mejor, porque hoy al recibir una carta lo primero que hacemos es dar vuelta la hoja para ver quién la firma. Recién entonces comenzamos a leerla. Por ejemplo, si alguien llamado Juan era esclavo de un tal Andrés, a Fulano de Tal le saluda etc.….”. Notemos como firmaba Pablo sus cartas. Filipenses 1:1: Pablo y Timoteo, siervos de Jesucristo… En griego dice más que siervos, dice esclavos. He aquí la firma. Y Pablo no la falsifica; está diciendo la verdad. Ellos eran esclavos de Jesucristo.

domingo, 11 de mayo de 2008

JESUS, EL NOMBRE SOBRE TODO NOMBRE

Este nombre, Jesús, es el tema central de lo que vamos a tratar en adelante, un nombre que es sobre todos los nombres que existen en el universo. Abre la enciclopedia más completa y busca el nombre más alto en cuanto a rango o jerarquía. Aún sobre ése hay uno más importante todavía: es el que el Padre dio al Hijo al exaltarlo a su diestra. Cristo tiene cientos de nombres preciosos y muy bien merecidos. La mayoría de nuestras canciones hablan de ellos: el lirio de los valles, la rosa de Sharon, la estrella de la mañana, el resplandor de su gloria, el sol de justicia, el buen pastor, el Redentor… Isaías, inspirado por Dios, le llamó: Emanuel. Y en otra ocasión, Admirable, Consejero, Príncipe de paz. Cuando nació, un ángel pronunció su nombre: Jesús, Salvador. Al ser bautizado en el jordán, el cielo se abrió y el Padre le dio otro más: Hijo amado. ¡Qué nombre!
Pero, entre las jerarquías de Cristo, hay una que está sobre todas ellas. Es el título que el Padre le confirió en el momento en que, habiendo resucitado, ascendió a los cielos, y fue exaltado y sentado en el trono de la majestad de las alturas. ¿Cuál es esa jerarquía? SEÑOR. Jesús es su nombre histórico. Cristo, su nombre profético. A Jesucristo –este personaje histórico que es el cumplimiento profético- el Padre le dio el título de SEÑOR. Este es el título más alto de Cristo.
Sin embargo, en la acepción actual. Señor no parece un rango importante. A cualquiera se le dice señor: “Señor Pérez, señor Rodríguez”. Siendo éste un rango tan alto, ¿por qué es de uso común? Con el tiempo las palabras sufren modificaciones en cuanto a su acepción. Por ejemplo, la palabra creer. Hablando corrientemente, se le da otro significado. Le preguntamos a alguien:
-¿Qué le parece? ¿Lloverá?
-Creo que sí.
Creo se usa en lugar de me parece. En cambio, en el lenguaje bíblico, creo indica una firme fe, nunca un titubeo.
Así pasa también con la palabra Señor, Hoy cualquiera es señor. Pero antiguamente, no a todos se les llamaba así. Era un título que pocos poseían. ¡Y cuando alguien lo tenía, era realmente todo un señor!
Jesucristo es el Señor. ¿Cómo podríamos entender el significado de este título? Es un título tan amplio y tan rico que no basta un solo término para comprenderlo. Es necesaria la suma de varias palabras para llegar a su significado pleno:

Jefe
Dueño
Amo
Soberano
+Máxima autoridad el resultado es SEÑOR

De modo que cuando alguien confiesa: “Jesucristo es mi Señor", está diciendo: “Es mi Jefe, el que manda en mi vida, es también mi Dueño, mi patrón, mi propietario; yo soy suyo. Todo lo que soy y tengo pertenece a Jesucristo; El es mi amo”. La palabra amo la relacionamos con su antónimo, esclavo, y dado que la esclavitud ha sido abolida, dicho término ha caído en desuso. En su tiempo fue un término muy fuerte. El amo era el dueño de la vida de su siervo. Tenía la facultad hasta de quitarle la vida. Y Jesús es el Amo. Además, Señor significa Soberano, el que está sobre todo. Nada escapa a su control. El rige y es la Máxima e indiscutida Autoridad. Al decir, “Cristo es el Señor”, entonces, ¡cuánto estamos diciendo!
Veamos cómo se usaba la palabra señor en los días del Imperio Romano. Tenía dos acepciones. En primer lugar, en el sentido corriente (digamos, señor con minúscula) se usaba para designar a toda persona rica, con muchas propiedades, que tenía esclavos bajo su autoridad. En realidad, había muchos esclavos en el imperio, y cada uno tenía un señor sobre sí, uno que era su jefe, su dueño, su amo, su soberano, la máxima autoridad de su vida.
La contraparte de señor es el esclavo. Así como no puede haber esposo sin esposa, ni padre sin hijo, tampoco puede haber señor sin esclavo. Un esclavo podría presentarse ante su señor para decirle:
-¿Qué dice mi señor a su siervo?
El señor respondería dándole una orden, un mandato cualquiera:
-Ve a la plaza, contrata diez cosecheros más, haz cosechar tal sector, recorre el lagar, ordena la trasquila de cien ovejas…
La vida del esclavo consistía en dar fiel cumplimiento a las palabras que salían de la boca de su señor. Lo que el señor decía, el esclavo lo ejecutaba al pie de la letra. La actitud constante del esclavo era: “¿Qué dice mi señor a su esclavo?”
Ahora nosotros…, le preguntamos no solamente a nuestro señor, sino al Señor de Señores… ¿Qué le dice el Señor de Señores a su humilde y humillado siervo a sus pies?
Y cumplimos sus mandatos…?

domingo, 4 de mayo de 2008

LEE PARA CAPTAR LOS DETALLES

No te detengas en las primeras impresiones. Ahora que has visto la Biblia desde la perspectiva de un rascacielos, desciende hasta la planta baja, para que también tengas la perspectiva desde la acera. En este punto, conviene seguir ciertos pasos.

1) Comienza por leer un libro a la semana. No es tan difícil como suena. Puedes leer el libro más largo dedicándole menos de una hora diaria. Simplemente divídelo en siete partes iguales, reserva un tiempo especial para leer todos los días, y crea el hábito de leer la Biblia.
2) Utiliza un cuaderno de apuntes. No te limites a leer. Toma notas al mismo tiempo. Subraya los pasajes de la Biblia que te parecen importantes, y anota en tu cuaderno cualquier pregunta que se te ocurra o cualquier idea que te inspire el Espíritu Santo mientras lees.
Se usa a menudo el cuaderno cuando se lee la Biblia, y también cuando se hace oraciones. Tomando nota de lo que Dios dice de uno. Al fin y al cabo, es por eso que debemos leer la Biblia. Es más que Palabra de Dios; es la Palabra de Dios dirigida A CADA UNO. Pues bien, si Dios está hablando con cada uno de nosotros, más vale tomar nota de lo que nos está diciendo. Así que, casi siempre es conveniente leer la Biblia con un cuaderno abierto al costado y con el bolígrafo preparado para anotar el mensaje personal que Dios envía.
Escribir tiene un efecto en la mente. El plasmar los pensamientos sobre el papel ayuda a grabarlos en nuestro cerebro. Es bueno ver a la gente tomando notas en la iglesia, para referirse a ellas más adelante. Algunos anotan directamente en las páginas de la Biblia. Cuando se llena, consiguen otra.
3) Lee con devoción. Te recomiendo leer la Biblia con seriedad, como si estudiaras un libro. Sin embargo, para lograr el máximo aprovechamiento de la vida cristiana, deberás leerla con devoción, confiando en que Dios te hará descubrir “pepitas de oro” cuando sumerjas tu criba en sus aguas. Permíteme darte un ejemplo que ilustra esto, algo que le ocurrió a cierto hombre hace varios años.
Un día reencontraba solo en su cabañita en las montañas Blue Ridge, en Carolina del Norte. Habían pasado unas cuantas semanas desde la muerte de su padre, y él había ido a la cabaña con su esposa e hijos, para tratar de aceptar su pena. Una tarde, estaba él sentado en una vieja mecedora, en el porche delantero de la cabaña, mirando las manchas de brillantes colores otoñales que salpicaban las montañas. Abrió su Biblia en el Salmo 23, uno de sus predilectos. Lo leyó con cierta indiferencia, pero sus ojos se detuvieron en el versículo cuarto: “Tu vara y tu cayado me infunden aliento”. (Salmo 23:4)
Durante los cuarenta últimos años, su padre había mejorado la propiedad donde se encontraba su cabaña. Había desbrozado el terreno y contratado un albañil para que construyera un muro de piedra a lo largo del camino de acceso; él y un viejo amigo y vecino. Amaba el lugar, y solía visitarlo durante los calurosos meses del verano, para escapar del calor de la Florida. También le gustaba ir en el otoño, para sentarse en el porche, mecerse en la mecedora y disfrutar de los hermosos colores de la naturaleza. Por dondequiera que mirara, veía la firma de su padre en aquella propiedad.
Alzó la vista de su Biblia, con lágrimas de dolor en los ojos, y vio, en un rincón del porche, el bastón predilecto de su padre. El lo había tallado de una rama de rododendro. Aunque se parecía mucho a una cachiporra irlandesa, para él era mucho más que eso. Todavía escuchaba la voz de su padre en aquel día, cuando era ya todo un hombre de mundo en su segundo año de la universidad, aún lejos del Señor. Su padre, que había entregado su vida a Jesucristo el verano anterior, había terminado de tallar y pulir el bastón. Lo alzó para que él lo admirara, sonriendo le dijo:
“De ahora en adelante, cada vez que veas este viejo bastón, recordarás que es la vara y el cayado de Dios, que te trae seguridad”.
De pronto desapareció la pena, y en su lugar estaba la Presencia de Dios.
Lee con devoción, y permite a Dios encontrarte donde más lo necesitas, tal vez por medio de un versículo sencillo o de un pequeño recuerdo a la mano.
4)Has preguntas. La Biblia puede soportar un examen sincero. Pregunta cuándo sucedió algún acontecimiento, porqué se incluyó en la Biblia, donde sucedió, quién escribía, acerca de quién se escribía y a quién se escribía. Pregunta qué significó entonces y qué debe significar para ti. No te sientas frustrado si tu análisis plantea más preguntas de las que puedas contestar. Te estás metiendo en un gran pozo de conocimiento espiritual que no tiene límites, pero que apagará cualquier sed.
5)Responde. El estudio de la Biblia no es un fin. Es un medio para lograr un fin. Muchas personas han estudiado la Biblia, e incluso se la han aprendido de memoria, pero no han respondido personalmente al llamado que les hace. Estudiamos la Biblia para poder descubrir –y aplicar- la voluntad de Dios respecto de nuestras vidas. Tu estudio pondrá al descubierto muchas cosas que Dios desea que realices. Pero, a menos que respondas, todos tus estudios de la Biblia carecerán de sentido.
Una vez leí acerca de una mula que estaba en medio de dos montones de heno exactamente iguales. Tenía mucha hambre, pero la pobre bestia no podía decidir de cuál montón comer, así es que se murió de inanición.
Con frecuencia nos encontramos en la misma situación que aquella mula. Leemos la Biblia, y en ella encontramos la voluntad de Dios respecto de nuestras vidas. Sin embargo, como esa voluntad generalmente entra en conflicto con otros aspectos de nuestra vida, simplemente nos quedamos sin hacer nada… y nos morimos de hambre.
Jenny Lind, el Ruiseñor Sueco, cuyo verdadero apellido era Goldschmidt, tuvo gran éxito como cantante de ópera. Fue en una época la cantante más rica y más famosa del mundo. Un día, en la cima de su fabulosa carrera, abandonó los escenarios y jamás volvió, pues eligió vivir en completo retiro.
Cierto día, una inglesa amiga suya, la encontró sentada en la escalinata de la pequeña cabaña que tenía en la playa.
Observaba una magnifica puesta de sol sobre el mar, y tenía una Biblia abierta sobre sus rodillas. Empezaron a conversar, y finalmente la amiga inglesa hizo la pregunta inevitable: “Señora Goldschmidt ¿Cómo es que abandonó el escenario cuando se encontraba en la cumbre del éxito?”.
La famosa cantante contestó tranquilamente: “¿Qué más podía hacer, si cada día me hacía pensar mucho en esto? “, dijo poniendo una mano sobre la Biblia, “y nada en aquello”, terminó, señalando la puesta del sol.
Jenny Lind hizo más que leer la Biblia. También respondió al llamado que le hizo a su vida.
6) Aprende tu Biblia. Nada mejor para convertir la Biblia en parte de tu vida que el aprender de memoria algunos versículos. “En mi corazón atesorado tu palabra”, dijo el salmista, “para no pecar contra ti”. Salmo 119:11). Recuerdo que Jesucristo es el “Verbo”, y es su presencia la que nos impide pecar contra Dios, pero el aprenderse de memoria las Sagradas Escrituras y guardarlas en nuestro corazón mantiene fresca la Presencia de Cristo.
Algunos prisioneros de guerra en Vietnam del Norte contaron cómo reunieron trozos de las Sagradas Escrituras que habían aprendido de memoria, para integrar una Biblia parcial. Fueron estos versículos los que ayudaron a algunos de ellos a sobrevivir aquellos terribles años de encarcelamiento.
Algunos establecieron una pauta para aprender la Biblia de memoria; la practicaron durante años y consistía en memorizar un versículo por semana. Otros prefieren aprenderse capítulos completos de una vez. Un amigo escribe versículos en tarjetas que guarda en la visera de su automóvil. Cuando hace alto en un semáforo, baja la visera y se pone a memorizar. Otro amigo que trabaja como piloto y lleva misioneros en avioneta por las grandes extensiones de la selva amazónica. El estudia sus tarjetas de textos mientras vuela. Un famoso maestro de la Biblia afirma que el secreto para sobreponerse a una incapacidad –incurable- de aprendizaje fue aprenderse de memoria partes de la Biblia. Otro dice que memorizar pasajes de la Biblia le ayudó a dejar de tartamudear.
“Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino”, proclamó el rey David (Salmo 119:105). Guárdala en tu corazón y te traerá luz interior.
7) Utiliza auxiliares de la Biblia. Existe una gran cantidad de buenos libros que te ayudarán a estudiar la Biblia. Recuerda que ningún libro sobre la Biblia es tan bueno como la Biblia misma, pero el uso de auxiliares de estudio te facilitará la tarea. He aquí algunos libros que querrás conseguir para auxiliarte:

Concordancias. Son índices de todas las palabras contenidas en la Biblia y los lugares en que figuran. Por ejemplo, supongamos que recuerdas que hay un versículo que habla del “valle de tinieblas”, como buscarías cualquier palabra en el diccionario. Encontrarás entonces varias referencias bíblicas después de cada palabra. Con “valle” encontrarás varias referencias. En Joel 4:14 se habla del “valle de la decisión”, y en el cantar de los cantares 2:1 se menciona un “lirio de los valles”. Si sigues buscando, encontrarás la referencia al “valle de sombra de muerte” en el Salmo 23:4.

Diccionarios bíblicos. Son una mezcla de diccionario y enciclopedia en un solo volumen, que contienen colecciones de artículos que explican los lugares, los personajes y otros temas de la Biblia...

Comentarios. Son explicaciones continuas de la Biblia, capítulo por capítulo (a veces versículos por versículos). Explican de qué trata el texto. Hay desde colecciones de varios volúmenes con explicaciones sumamente completas de cada versículo, hasta obras sencillas de un solo tomo.
Auxiliares bíblicos. Existe un buen número de libros acerca de la Biblia. Te recomiendo visitar una buena librería o tienda de Biblias en tu ciudad y pedir al dependiente que te muestre lo que hay. Te asombrará la vasta colección de libros, mapas y guías de estudio que puedes comprar. Quizás te recomienden también un buen curso de estudios bíblicos por correspondencia más serio de la Biblia.
Un último comentario importante. Si bien resulta conveniente leer la Biblia a solas “tranquilamente”, es emocionante estudiarla como parte de un grupo. Hay muchos grupos de estudio bíblico en cada país.
Muchos de ellos forman parte de iglesias que creen en la Biblia. Estudias la Biblia como parte de un grupo te da acceso a lo que el Espíritu Santo está enseñando a otros. También te ayudará a evitar interpretaciones erróneas. Por lo tanto, aunque es recomendable el estudio de la Biblia en privado como parte de tu vida diaria, es bueno también encontrar un pequeño grupo de personas (ya sea un grupo de estudio bíblico que se reúne una noche en la semana, o tal vez una clase dominical en una iglesia cercana) y empieces a estudiar junto con otros que también están ansiosos por aprender más acerca de la fuerza para vivir, a través del estudio de la Biblia.
Sobre todo, es de esperar que recuerdes que no es la Biblia, sino el AUTOR de la Biblia, con quien necesitas relacionarte. Se dice que Gainsborough, el pintor, anhelaba ser músico. Compraba toda suerte de instrumentos musicales y trataba de tocarlos. En cierta ocasión, cuando se enteró que un gran violinista arrancaba música arrebatadora a su instrumento, Gainsborough compró el violín que el maestro tocaba tan primorosamente. Pensaba que, si poseía aquel maravilloso instrumento, sin duda lograría tocar también. Sin embargo, pronto aprendió que la música no estaba en el violín, sino en el violinista.
Existe una vieja historia acerca de dos hombres a quienes se les pidió recitar el Salmo 23, en un aula enorme. Uno de ellos era orador adiestrado en retórica y en las técnicas dramáticas. Recitó el salmo con mucha emoción. Cuando terminó, el público lo vitoreó, e incluso le pidió que lo repitiera para volver a escuchar su maravillosa voz.
Luego el otro hombre, que era mucho mayor, repitió las mismas palabras: “El Señor es mi pastor, nada me falta…”. Sin embargo, cuando terminó no se escucho el más leve ruido en el aula. En cambio, todos estaban sumidos en un profundo estado de devoción y oración.
Entonces, el primer hombre, el orador, se puso de pie. “Tengo algo que confesar”, dijo. “La diferencia entre lo que acaban de escuchar de labios de mi viejo amigo y lo que escucharon de mí es esta: Yo conozco el Salmo del Pastor, pero mi amigo conoce al Pastor del Salmo”.
Eso, amigo mío, es fuerza para vivir.

“Miren tus ojos hacia delante, y fíjese tu mirada en lo que está frente a ti. Fíjate en el sendero de tus pies, y todos tus caminos serán establecidos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda, aparta tu pie del mal”. (Proverbios 4:25-27)

viernes, 2 de mayo de 2008

ESCOGE UNA BUENA VERSION DE LA BIBLIA

Hoy en día existen muchas versiones de la Biblia. Para el principiante, resulta importante poseer una Biblia de fácil lectura. En idioma inglés y durante muchos años sólo se podía leer la Biblia autorizada en el año 1611 por el rey Jacobo de Inglaterra.
Es un magnífico libro, de fluido lenguaje poético, que ha sido una bendición para millones de personas a través de los años. Sin embargo, en el siglo XX, es difícil de entender. Utiliza muchas palabras que ya no son corrientes.
· La New International Version (Nueva Versión Internacional) es muy buena. Es fácil de leer, y se ha traducido correctamente de los idiomas originales.
· Otras personas prefieren empezar por una de las traducciones parafraseadas, como “La Biblia Viviente”. Es sumamente fácil de leer. Cuando se emplea junto con otra de las nuevas traducciones, hace que la lectura de la Biblia sea fácil y emocionante.
· La primera versión de la Biblia en idioma español se escribió en el año 1260, y fue llamada “La Biblia Alfonsina”, a la que han seguido por lo menos otras 43 versiones serias, siendo la última la “Biblia del oso”, en cuatro volúmenes y publicada en 1987.
· Sin embargo, las versiones más utilizadas son la “Reina Valera en su versión de 1961 y la “Biblia de las Américas” de 1986, de la Fundación Lockman. Además, existen varias paráfrasis, ediciones amplificadas y Biblias de estudio.

LEE PARA CAPTAR EL PANORAMA GENERAL

Constituye una buena práctica el acostumbrarnos a leer la Biblia libro por libro. La primera vez que leas un libro de la Biblia, trata de captar una impresión general de su contenido. Es la vista desde un rascacielos. No te preocupes por los detalles, sino que intenta lograr una visión panorámica. Es como subirse a un árbol para ver todo el paisaje desde arriba.
Empieza, por ejemplo, por el Evangelio según San Marcos. Es un libro fácil de leer, lleno de acción relacionada con enseñanzas difíciles.
O tal vez quieras empezar por el Génesis. Es el mismo tipo de libro, con una historia maravillosa. Probablemente no leas el Génesis de una vez, pero puedes leerlo por secciones. A mí me gusta leerlo como un libro de relatos sobre vidas humanas. Es decir, me gusta verlo como una colección de biografías de hombres como yo. Así que leo sobre Adán y Eva;luego acerca de Noé. Hay una extensa sección que trata de Abraham, y otra de Isaac. Por último, vienen todos esos relatos emocionantes acerca de Jacob, que era un hombre muy parecido a mí. Cuando piensas en el Génesis como un libro de relatos sobre personas, no sólo es fácil leerlo, sino emocionante también.
No empieces por la mitad de la Biblia, con libros como el de Daniel o el de Isaías. Sencillamente, no tendrán ningún sentido hasta que empieces a captar el panorama en general.