martes, 26 de febrero de 2019

DIJO JESÚS: ¿POR QUÉ LA MOLESTÁIS? BUENA OBRA ME HA HECHO

Dando lo mejor al Señor El ex leproso y la adoradora (Mt 26:6-13) (Mr 14:3-9) Tendría unos treinta y pocos años. Caminaba rápidamente por esas tortuosas calles, cargando algo envuelto que cualquiera hubiera pensado era un bebé, por el cuidado con que lo llevaba. El bulto iba cubierto con unas sábanas inmaculadas. En el pueblo muchos la conocían. Era una de esas personas llamadas de "buena familia". Todavía vivía con un hermano y una hermana. Al parecer, nunca había aceptado las tantas ofertas de matrimonio. Asidua concurrente a la sinagoga, era una de esas personas que buscan con profundidad el sentido de la vida. A pesar de su religiosidad, sabía que le faltaba algo, hasta que poco tiempo atrás escuchó hablar a ese hombre llamado Jesús de Nazaret. Esa tarde se dirigió a esa casa que estaba en el extremo del pueblo de calles polvorientas, techos blancos, paredes altas y ventanas pequeñas casi que tocando la azotea. Esa vivienda era bien conocida por todos en el barrio. Si las paredes pudieran hablar nos contarían una historia casi inverosímil. Hacía unos cuantos años vivía allí un buen hombre cuarentón, muy conocido y respetado en el barrio. Pero algo muy serio pasó. El individuo se enfermó con unas manchas en la piel, y como era la costumbre y obligación en esos casos, fue a ver a un sacerdote en Jerusalén, quien confirmó lo que toda la familia temía: era lepra. La esposa y los hijos se fueron a vivir con unos parientes lejanos en otro pueblo distante. Simón, que así se llamaba, tuvo que irse de la ciudad y abandonar también a sus amigos, su casa y su trabajo. Tenía ahora que arreglarse como podía; siempre huyendo de la gente y gritando cuando alguien se le acercaba: "¡Soy inmundo, soy inmundo!". Tanto miedo le tenían a esa casa que los vecinos cruzaban para la vereda de enfrente para estar seguros que no se iban a contaminar. Había quien decía que ni los buitres volaban por encima de esa morada. Pero algo increíble sucedió un día. Se decía que Simón había sido curado por un predicador llamado Jesús de Nazaret. Fue entonces que volvió a su casa y luego el resto de la familia se le reunió. Por supuesto que todo esto sucedió después de cumplido el riguroso procedimiento determinado por la ley de Moisés. Esto no fue fácil. El primer sacerdote se rehusó darlo por sanado porque a pesar que no había ninguna evidencia de la enfermedad, él mismo nunca había viso un leproso curado. Se lo mandó a que lo viera otro colega más veterano y de mayor experiencia. Este tampoco se animó a dar la aprobación y finalmente se lo pasó al decano de entre ellos, quien concluyó con que Simón estaba efectivamente curado. Por supuesto que las explicaciones dadas por el otrora enfermo de cómo se dio el milagro resultaban increíbles. Que un desconocido procedente de Galilea pudiera tocarlo y sanarlo completamente era absolutamente imposible de aceptar. En el barrio todos los vecinos lo siguieron conociendo por Simón el leproso. A él no le importaba, y con una sonrisa grande se remangaba sus ropas y les mostraba brazos y manos sin mancha alguna. En la casa de Simón, ese día se daba una ocasión muy especial. Nada menos que el hombre considerado por algunos como el Mesías, estaba allí sentado a la mesa, acompañado por sus discípulos y muchos amigos de la casa. El Maestro estaba hablando y todo el grupo lo escuchaba atentamente. De pronto aparece una mujer que tiene algo cubierto con lienzos bien limpios. Ante el estupor de los concurrentes saca de ese envoltorio un vaso de alabastro, lo rompe y el contenido lo vierte lentamente sobre la cabeza de Jesús de Nazaret. Este no se resiente. No se enoja. No se altera. No dice todavía nada. Mira a la mujer con un gesto de aprobación y una sonrisa en sus labios. Simón, el dueño de casa, tampoco abre su boca. La sala y toda la vivienda se ha llenado de un perfume delicado. Es el aroma que algunos conocen: la clase de fragancia que la gente "acomodada o de bien" usa para ungir el cuerpo sin vida del ser querido. Algunos de los concurrentes empiezan a codearse y hacerse señas como que entienden. Comienzan a murmurar. Por fin uno se anima y opina: — ¡Qué lástima! Pensar que lo que costó tanto sacrificio comprarlo, se pierda tan rápidamente. — ¡Qué desperdicio! — observa otro. Todo lo que se podría hacer vendiendo este perfume y dándolo a los pobres. ¡Con todos los que tenemos en nuestro pueblo! A todo esto la mujer se ha apartado a uno de los rincones de la sala y su rostro se ha enrojecido. Cruza por su mente la pregunta: ¿Será posible que me haya equivocado? Cierto que le había costado mucho. Lo había comprado y guardado para el día de su propio entierro. La pobre mujer se encuentra como gato arrinconado por los perros. Mira a la gente sentada en esa mesa, y quién más, quién menos, parece deplorar su error. El Mesías interrumpe los comentarios y dice: — ¿Por qué la molestáis? Buena obra me ha hecho. El rostro de la mujer se ilumina al escuchar estas palabras de gratitud de Jesucristo. Ella es de los pocos que intuyen que muy pronto el Buen Pastor va a dar "su vida por las ovejas" y abandonará este mundo. Cuando Jesucristo pregunta "¿por qué la molestáis?", algunos se disculpan negando tal intención y otros hasta pasan a solidarizarse con ella. Tras la respuesta del Señor no se requiere de más explicaciones. El rostro de la mujer ahora luce alborozado. Entonces el Hijo de David agrega: "Siempre tendréis a los pobres con vosotros, y cuando queráis podréis hacerles bien, más a mí no siempre me tendréis. Esta ha hecho todo lo que podía, porque se ha anticipado a ungir mi cuerpo para la sepultura". Para muchos de ellos estas eran palabras carentes de sentido, pero luego de la crucifixión se acordaron y se dieron cuenta de todo el valor de este episodio. El está diciendo que esta mujer se ha anticipado a hacer algo en relación a su próxima muerte. ¿Qué fue lo que le hizo creer a esta mujer que este era el tiempo apropiado para hacer el sacrificio de su perfume tan costoso y tan bien guardado? Una vez más el Nazareno habla: — "De cierto os digo que dondequiera que se predique este evangelio, en todo el mundo, también se contará lo que ésta he hecho, para memoria de ella." La mujer no puede creer lo que acaba de escuchar. Jesucristo ha dicho que esta escena será perpetuada y todo el mundo la conocerá. Simón se para, se remanga y con una gran sonrisa muestra a todos sus invitados sus brazos completamente limpios y exclama: ¡El Señor hizo un gran milagro en mí. Yo tenía una lepra muy avanzada en todo mi cuerpo y Jesucristo me limpió y sanó! Lázaro de Betania sonríe y le replica: ¿Qué puede ser la curación de tu lepra al lado de haberme resucitado cuando ya llevaba yo cuatro días de muerto? La historia bíblica y nosotros Alguien ha dicho que para Judas Iscariote, el haber derramado un vaso de agua sobre la cabeza del Señor Jesús, ya eso fuera un desperdicio. A veces, aun inconscientemente, tratamos de disminuir lo que alguien hace. Si nos regalan una linda camisa, no faltará quien diga que tal diseño está pasado de moda. Si regalamos algo, alguien dirá que lo hacemos porque nos sobra o con intención de obtener algo a cambio. Esta mujer tenía un discernimiento espiritual que le permitió presentir que muy pronto el Señor Jesús iba a dejar este mundo. Las palabras del Señor son contundentes: "Esta ha hecho lo que podía". La frase "a los pobres siempre los tendréis con vosotros" elimina la teoría que un sistema político va a solucionar en el futuro la problemática de la desigualdad económica. La frase "cuando queráis les podréis hacer bien" (Mr 14:7) enfatiza el contraste entre el tiempo en el que Él está presente en forma transitoria y limitada, y el tiempo donde la beneficencia se puede ejercer. Por siglos los cristianos han fundado hospitales para los enfermos, orfanatos para los huérfanos, asilos de ancianos para los necesitados. En los países "no cristianos" este tipo de instituciones no existieron hasta hace muy poco tiempo. Esta mujer había ungido al Mesías con algo que era muy precioso para ella. Si bien este perfume era muy costoso, la mujer tampoco se excedió con ello. Nada es desmedido cuando se ha captado la excelencia de la persona del Mesías. Notemos la perfección de la respuesta del Señor a la crítica sobre el "desperdicio". Es una respuesta mesurada; ni débil ni insuficiente, sino didáctica y correctiva: "¿Por qué la molestáis?". Destaca lo positivo de tal acción: "Ella ha hecho lo que podía". ¡Cuánto podríamos hacer nosotros para la obra de Dios y para la gente a nuestro alrededor si hiciéramos lo que podemos! Repasemos lo que esta mujer hizo Lo que trajo: Un perfume. En esa sociedad no era algo de todos los días. La clase de aroma: nardo. Algo sin duda muy exquisito. La "calidad": de alto precio. ¡Qué importante cuando traemos al Señor algo que nos sea de valor y no necesariamente en cuanto a dinero! Notemos que Mateo nos dice (Mt 26:8) que los que se enojaron fueron los discípulos. Juan nos señala a Judas Iscariote como al querelloso (Jn 12:4-6). Probablemente él protestó y los demás concordaron. Es interesante el anonimato en la narración de los dos primeros evangelios: Ni a Judas quejándose, ni a Marta sirviendo, ni a María ante el Señor, se les menciona por nombre. Es posible que los discípulos se pusieron a hacer señas como hacemos nosotros cuando no sabemos el significado de algo. Parecería que al principio intercambiaron miradas de inteligencia y gesticularon, pero cuando Judas creyó tener suficiente apoyo se envalentonó fingiendo compasión por los pobres. ¡Cuántas veces insinuamos que sería mejor hacerlo de otro modo! Así, asumimos cierta superioridad, como que somos más sagaces o entendidos. Parecería que ante la crítica María guarda silencio. ¿Se imaginan ustedes si María hubiera hablado cuánto podría decir? Podía haber agregado algo así: "¡Él se lo merece todo! Ha sido el mejor maestro e instructor espiritual que hemos tenido". Luego, hubiera seguido contando la historia de su hermano muerto y resucitado. Meditemos en el peso de estas palabras: "dondequiera sea predicado este evangelio".¿Qué es lo que tiene de particular este relato para que se conecte la predicación universal del evangelio con la hermana de Marta y Lázaro? Creo que la respuesta está en la altísima apreciación y estima de esta mujer por la persona del Señor y también su entendimiento en cuanto a su muy próxima muerte como el Cordero de Dios. María usó de la natural hermosura de sus cabellos para secar los pies del "señalado entre diez mil" (Cnt 5:10). La adoradora utilizó algo muy apreciado por ella que era ese perfume de gran precio que probablemente lo tenía guardado para el día de su propia sepultura. Para ella su Señor era digno de todo. Simón puso su casa a la disposición del Señor. La misma que los vecinos antes evitaban se ha transformado en una casa con una fragancia exquisita. La morada abandonada ahora es casa de encuentro y comunión. La vivienda temida y esquivada ha cambiado por casa de adoración. La casa declarada impura el Señor Jesús con su presencia la vuelve tierra santa. Lo mismo sucede hoy cuando una familia se convierte al Señor. No fue una casualidad esa visita a Betania seis días antes de la pascua. Todo estaba en el plan perfecto de Dios. Personas que captaron la excelencia del Señor Jesús María cuando ungió al Señor. El centurión que dijo "no soy digno que entres bajo mi techo" (Mt 8:8). Juan el Bautista al confesar: "Yo no soy digno de desatar la correa de su calzado" (Lc 3:16). Pedro al decir: "apártate de mí que soy hombre pecador" (Lc 5:8). José de Arimatea que consideró que el cuerpo del Señor debía estrenar su sepulcro nuevo (Mt 27:60). El centurión al lado de la cruz al glorificar a Dios testificando: "Verdaderamente este hombre era justo" (Lc 23:47). Hay muchas maneras de dar lo mejor de nosotros al Señor. Debemos orar y leer las Escrituras en lo posible en una hora del día que no estemos agotados sino con nuestra mente despierta y lúcida. Nuestra oración debe ser que nuestras vidas sean una demostración viva de nuestra fe, como el apóstol al exhortar: "Hermanos, os ruego por las misericordias de Dios que presentéis vuestro cuerpo en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios que es vuestro culto racional" (Ro 12:1). ¿Cómo podemos tener una apreciación más alta y real de las excelencias del Señor Jesús? Leyendo la Palabra y libros que colocan al Señor Jesús en el lugar que le corresponde. Apartando tiempo para meditar en las Escrituras. Escuchando mensajes de enseñanza que son Cristo céntricos. Aquí tenemos algunos de los muchos versículos que nos hablan de la majestad del Señor Jesús: El rey David en el (Sal 110:1): "Jehová dijo a mi Señor, siéntate a mi diestra, hasta que ponga a tus enemigos por estrado de tus pies". El profeta Daniel en (Dn 7:13-14): "he aquí con las nubes del cielo venía uno como un hijo de hombre, que vino hasta el Anciano de días, y le hicieron acercarse delante de él. Y le fue dado dominio, gloria y reino". El apóstol Pedro al escribir: "Pues cuando él recibió de Dios Padre honra y gloria, le fue enviada desde la magnífica gloria una voz que decía: Este es mi Hijo amado en el cual tengo complacencia" (2 P 2:17). El autor del libro de Hebreos al decir: "en estos postreros días nos ha habla por el Hijo, a quien constituyó heredero de todo y por quien asimismo hizo el universo" (He 1:2). El Apóstol Pablo al proclamar: "Y él es antes que todas las cosas y todas las cosas en él subsisten" (Col 1:17). Juan el teólogo al describir esa maravillosa visión celestial: "millones y millones que decían a gran voz: El Cordero que fue inmolado es digno de tomar el poder, las riquezas la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza" (Ap 5:11-12). La casa de Simón antes y después La casa de Simón es un buen ejemplo de lo que sucede cuando el Señor Jesucristo entra en nuestras vidas como Salvador y Señor: Antes era de un leproso, después de uno limpio. Antes era una casa abandonada, después un lugar de encuentro y comunión. Antes tenía "mal olor", después olía a perfume exquisito. Antes había sido declarada impura por el sacerdote, después pura por el Sumo Sacerdote. Notas técnicas En aquella sociedad, cuando el sacerdote hacía el diagnóstico de lepra basándose en las instrucciones dadas en Levítico capítulo 13, el enfermo era declarado como "inmundo" o impuro. Sin duda que había casos que eran diagnosticados equivocadamente como lepra. El leproso debía embozarse con un barbijo y gritar con voz fuerte "¡Inmundo, inmundo!". Tenía que vivir solo, fuera del campamento (Lv 13:46). La mayoría de los sacerdotes nunca habría visto un caso de curación espontánea de lepra. Algunas aparentes curaciones serían otras enfermedades pero no lepra. Sin duda que en todos los casos de curación de lepra que hizo el Señor Jesús el diagnóstico había sido correcto y muchos serían casos avanzados con deformidades significativas. El episodio que se describe en (Lc 7:37-50) se asemeja al que hemos estudiado, pero la protagonista en vez de ser una mujer espiritual había sido pecadora, y unge sus pies y no su cabeza como en el otro caso. Un buen argumento en cuanto a la posibilidad de que fuesen dos las ocasiones en que se hiciera el derramamiento del perfume de gran precio, estaría en la dificultad de creer que María de Betania fuese una pecadora, lo que sería casi increíble. El líder que hay en cada uno Los expertos en griego dicen que la expresión "se enojaron" significa "mostrar un desagrado violento". Esto implicaría una actitud incorrecta luego de haber disfrutado de la generosidad de la comida. Aún en nuestra sociedad actual sería descortés si estando invitado en la casa de un amigo, hiciera una crítica dura y violenta a uno de los concurrentes. Simón, el ex leproso, muestra su liderazgo en primer lugar, en haber invitado a Jesucristo a quién él le está agradecido y tener un grupo de visitantes que lo aprecian lo suficiente para concurrir a la invitación. Pero es de destacar esa aptitud de Simón, que pareciendo pasiva al no discutir si esta mujer está o no equivocada, prefiere guardar silencio. Es probable que él sabe que Jesús de Nazaret contestará y no duda que su réplica será irrefutable.

domingo, 24 de febrero de 2019

¿QUE SIGNIFICA LA CRUZ EN LA BIBLIA?

El significado de la cruz es el lugar de plenitud, de manifestación, de cumplimiento. Entender el significado de la cruz, es penetrar la puerta que nos lleva a los misterios escondidos en Dios, a la riqueza más extraordinaria de Su Reino. Es en la cruz donde se conjugan las vertientes de sabiduría más extraordinarias en Dios. La revelación de Su infinito amor está ahí, la culminación de las verdades escondidas en Su humillación, se beben en la cruz. La entrada a los niveles más altos de luz, de resurrección está ahí también; y también, la puerta a las más altas dimensiones de Su verdad. Para muchas personas, la cruz es el símbolo del cristianismo, pero no todas creen que deba llevarse puesta o colgarse en las casas o en las iglesias. A Jesús lo ejecutaron “colgándolo de un madero” (Hechos 5:30)”El Dios de nuestros padres levantó a Jesús, a quien vosotros matasteis colgándolo de un madero”. En la Biblia se usaron dos términos para referirse al instrumento donde mataron a Jesús; y ambas palabras se refieren a un solo pedazo de madera, no a dos. La palabra griega staurós “denota, primariamente un palo o estaca derecha. Se clavaba en ellas (en estas estacas) a los malhechores para ejecutarlos”. Y respecto a la palabra, empleada en Hechos 5:30, una obra explica que tanto este término como su equivalente en hebreo “no significan propiamente lo que nosotros entendemos por cruz, sino un simple madero”. El significado de la cruz en la Biblia La Biblia también relaciona el método de ejecución de Jesús con una ley del antiguo Israel. La ley decía:(Deuteronomio 21:22- 23)“Si alguien a cometido algún crimen digno de muerte, y lo hacéis morir colgado en un madero, no dejaréis que su cuerpo pase la noche sobre el madero; sin falta lo enterrarás el mismo día, porque maldito por Dios es el colgado. Dios. Así no contaminarás la tierra que Jehová, tu Dios te da como heredad”.Refiriéndose a esa ley, el apóstol Pablo escribió que Jesús llegó a ser “una maldición en lugar de nosotros, porque está escrito: (Gálatas 3:13)”Maldito es todo aquel que es colgado en un madero”. Pablo, por tanto, indicó que Jesús murió en un simple poste de madera. El verdadero significado de la cruz No hay tesoro más grande que aprender a sumergirnos en el poder y el significado de la cruz, en cada parte de su sacrificio excelente y sus padecimientos. Ahí hay ríos de agua viva, torrentes de revelación, que es su luz resplandeciente. El Apóstol Pablo entendió esto, y por eso lo daba todo. Todo lo estimaba por basura, a fin de conocerlo a Él y el poder de su resurrección y la participación de sus padecimientos, para poder asir aquello para lo cual también fue asido.

martes, 19 de febrero de 2019

“PASA A MACEDONIA Y AYÚDANOS”

(Hechos 16:11-40) Alabando a Dios en toda circunstancia El calabozo era una pequeña cueva que recibía unos pocos rayos de luz por una diminuta ventana de rejas de metal que había en la parte superior. Llamarlo ventana era realmente una exageración. La hendidura tendría unos 5 centímetros de ancho y 20 de largo. Aunque no tuviera hierros hubiera sido imposible escapar de allí. Los dos hombres son arrastrados a ese inmundo lugar. La tranca se coloca en la oxidada puerta de hierros y hace ese sonido muy parecido al que hacen las tapas de los sepulcros cuando se cierran por última vez. Sus cuerpos tienen llagas y sangran por el tremendo azote del cruel castigo. El piso es de barro y está continuamente húmedo. Un olor nauseabundo invade el lugar. Es ese hedor repugnante que existe cuando los desechos se han acumulado. Aquel que años atrás recibía clases a nivel universitario del famoso maestro Gamaliel ahora está en un lugar inmundo y pútrido. Después de un rato de inmovilidad los dos cuerpos empiezan a moverse. — Creí que me iban a matar y que yo no podría soportar ese castigo dice Silas. — Sí, yo hubiera creído lo mismo si no supiera que el Señor tiene un plan para nosotros, responde Pablo. — ¿Te acuerdas cuando te conté lo que el Señor Jesús me reveló? Una noche estaba descansando y tuve una visión. Se me apareció un hombre con las vestiduras típicas de los Macedonios. — ¿Qué te dijo?, pregunta Silas Pablo responde: — El me habló con una voz suplicante que nunca olvidaré: "Pasa a Macedonia y ayúdanos". Entonces tuvimos "por seguro que Dios nos había llamado para anunciarles el evangelio" (Hch 16:10). — No lo niego, responde Sillas, pero estos golpes en la espada me han liquidado. Si yo me pudiera mover un poquito me sentiría mejor, pero estos cepos me aprietan y no puedo cambiar mi posición. Hermano: ¿le parece a usted que aquí va a ser el final de nuestros días? El Apóstol esboza una pequeña sonrisa que en esa cara desfigurada por los golpes parece una mueca. Y con voz tranquila Pablo responde: — Hermano Silas, ¿a usted le parece que Dios sabe donde estamos o no? — Claro que sí replica el aludido. Se hace el silencio al caer más la noche. Se escucha el ruido casi imperceptible de los repulsivos roedores. Algún que otro quejido de los presos que no pueden encontrar un lugar aunque fuera un poco confortable en esas estrechas y pestilentes mazmorras. Se escuchan los pesados pasos de los centinelas y el sonido metálico de las armas de los que hacen la ronda nocturna. Es la medianoche. — ¿Por qué no cantamos y alabamos al Señor? dice Pablo — Me cuesta, pero trataré de hacerlo, responde Silas con un poco más de entusiasmo. — ¿Y que cantamos? pregunta Silas. — Pues algunos de los Salmos de David, responde el Apóstol. Los versos de los Salmos comienzan s surgir espontáneamente. Palabras muy similares al Salmo 27 se escuchan: "El Señor es mi luz y mi salvación de quien temeré"; "Jehová es la fortaleza de mi vida". — ¿Te acuerdas del Salmo 18? dice Pablo: "Contigo desbaratare ejércitos, con mi Dios saltaré murallas" (Sal 18:29). — Pues yo no estoy paras saltar ninguna muralla, responde Silas. — ¿Recuerdas el Salmo 146? "El Señor suelta a los prisioneros; el Señor abre los ojos de los ciegos; el Señor levanta a los que han sido doblegados" (Sal 146:7-8). Sí, esto es lo que necesitamos que se haga realidad. Y de ese maloliente calabozo se empieza a elevar un aroma espiritual maravilloso. Es la fragancia de la adoración. Los presos comienzan a prestar atención. Se ha corrido la noticia de que estos dos nuevos prisioneros son muy inusuales. Todos los que allí estaban habían cometido "delitos comunes", pero estos eran los únicos que estaban allí por "perturbar el orden púbico". Les oyen cantar esas palabras que para los prisioneros suenan como términos con muy poco sentido. Después se escucha la voz del apóstol haciendo una plegaria al Señor. Las palabras surgen con toda naturalidad y expresan los atributos del Todopoderoso como es común en sus oraciones. No se perciben frases tales como "Señor sácanos bien pronto de aquí", sino por el contrario el tema es la gratitud y la alabanza a Dios. Una y otra vez se refieren a una persona que llaman el Señor Jesucristo que los presos ignoran quién es. Cuando pronuncian ese nombre lo hacen con una voz que sugiere gratitud de corazón y reverencia. Luego ora Silas y las palabras son muy similares. Alaba al Dios eterno por su fidelidad y misericordia. Lo interesante es que tampoco se están quejando de la injusticia que se hizo contra ellos ni están denigrando a los que injustamente los acusaron. — ¡Cuando se callarán estos fanáticos! dice uno de los presos. ¡Con estos cantos no puedo dormir agrega otro! Pablo y Silas en sus corazones experimentan la paz que sobrepasa todo entendimiento. De pronto se siente una vibración que va en aumento. Hoy lo compararíamos con el retumbo de un enorme ferrocarril. Los presos se despiertan sobresaltados. Ellos saben muy bien lo que esto significa. Las paredes comienzan a temblar. Si hubiera luz se podría ver el pánico en los ojos de los encarcelados. Ellos estaban acostumbrados a despreciar y no temer la muerte. Pero morir aplastado adentro de una celda maloliente no estaba en sus planes. Ellos estaban habituados a que cuando sentían el temido temblor y estaban en libertad, salían al aire libre inmediatamente. Pero en la cárcel las cosas no son así. ¡No se puede salir afuera! Los eslabones de las cadenas incrustadas en las paredes quedan libres. Pero ni se les ocurre tratar de escapar. Los reclusos no pueden moverse. Es como si una parálisis los hubiera afectado de repente. Por el contrario, Pablo y Silas actúan con toda tranquilidad. La "parálisis" que a afectado a los otros presos a ellos no los ha tocado. Actúan de la misma manera que los artistas de teatro lo hacen luego que han ensayado muchas veces los movimientos que tienen que efectuar. Pablo y Silas presintiendo que el carcelero en su desesperación va a hacer algo muy serio salen del horrendo encierro. La grande y oxidada puerta de hierro se abre con toda facilidad. Comienzan a rehacer el camino que a los empujones y arrastrándose habían hecho antes. Llegan a la sala donde está la puerta de metal tan pesada que comunica al exterior. La puerta está abierta pero ellos no intentan huir. Este no es su propósito. Allí, con un poco de luz de la luna, se vislumbra la imagen del carcelero romano. Ha tomado su pequeña espada y está en el proceso de clavársela en el vientre con una técnica similar al suicidio japonés (harakiri). El hombre cree que está perdido. Todas las puertas están abiertas. Las autoridades romanas no admiten excusas cuando los presos se escapan y él sabe muy bien cuál ha de ser el castigo. Un sudor frío cubre el rostro de este soldado que había visto su vida muchas veces en peligro pero nunca había imaginado que algo así podría sucederle. Cierra sus ojos y con sus dos manos sobre el mango del arma, está pronto para darse la puñalada final. De súbito resuena la voz clara de Pablo: "No os hagáis ningún mal que todos estamos aquí". El carcelero no puede creer lo que oye. Sus manos se aflojan y la espada cae al suelo. Los dos prisioneros se le acercan y con una tranquilidad que lo estremece, Pablo pone su mano sobre el hombro del guardia y repite: "No te hagas ningún mal". Los roles se han invertido y ahora son Pablo y Silas los que son dueños la situación. El oficial nunca ha visto nada así. Quizás ha escuchado o alguien le ha dicho esa frase que la muchacha endemoniada repetía: "Estos hombres son siervos del Dios Altísimo quienes os anuncian el camino de salvación". — ¡Luz, luz grita el carcelero, no puedo ver nada! Pablo, que al entrar en la prisión no ha perdido detalle de dónde están todas las cosas, toma una de las teas de una de las salas cercanas y la levanta esparciendo una luz amarilla y titilante. El carcelero no puede creer lo que está viendo. Las puertas abiertas y los presos no han escapado. Toma a Pablo y Silas y los lleva afuera. Se arrodilla delante de estos dos hombres y temblando les dice: — "Señores, ¿que debo hacer para ser salvo?" La respuesta de los dos hombres parece que la hubieran practicado. Los dos pronuncian exactamente las mismas gloriosas palabras y exclaman: — "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo". — ¿Eso es todo? pregunta sin poder creer el carcelero. No puede ser tan sencillo. Pablo y Silas le repiten una vez más los mismos benditos términos. El carcelero acepta el mensaje y es desde ahora un hombre cambiado. Con todo cuidado comienza a lavarle las heridas a aquellas mismas personas que antes había empujado rudamente al calabozo. El y su familia escuchan y aceptan el mensaje del Evangelio y son entonces bautizados. Después los lleva a su casa y les prepara una cena. ¡Parece mentira que tantas cosas puedan suceder en el transcurso de una noche! La historia bíblica y nosotros Dios en su soberanía actúa de una manera inexplicable para nosotros. A veces utiliza acciones extraordinarias para ejercer sus propósitos. En Hechos 16 envía un terremoto y el resultado final es la liberación de Pablo y Silas, y la conversión del carcelero y de toda su casa. Esa noche, en la cárcel de Filipos, se hace una de las preguntas mas importantes de la Biblia y que es asimismo una de las interrogantes más trascendentales que se puede hacer el ser humano: "¿Qué debo hacer para ser salvo?". Es verdad que la pregunta nos presenta nuevas interrogantes. ¿Cómo averiguó el carcelero que hay una condición de la que hay que salvarse y de que hay un medio de salvación? Muchos han dicho que no hay pregunta más importante que ésta. La respuesta de Pablo y de Silas es también llamativa. "Cree en el Señor Jesucristo y serás salvo tú y tú casa". Los principios observados en la respuesta se pueden observar en otras porciones tales como en las palabras de Pedro: "Y en ningún otro hay salvación, porque no hay otro nombre debajo del cielo, dado a los hombres, en que podamos ser salvos" (Hch 4:12). Sin embargo es la claridad de la pregunta y la precisión de la respuesta lo que hace esta frase inolvidable. Observemos que la respuesta se centra en la persona del Señor Jesucristo. El Evangelio es Cristo céntrico. Aunque no está en el texto no nos cabe la mínima duda de que el tema de la crucifixión y la resurrección fueron claramente explicados. "Y le hablaron la palabra del Señor a él y a todos los que estaban en su casa" (Hch 16:32). La segunda parte de la frase, "y serás salvo tú y tu casa", es sin duda la respuesta a la interrogante: ¿y que sucede con mis seres queridos? Si el resto de los miembros de la casa aceptan el mensaje de Salvación por la fe en Jesucristo también serán salvos. Este versículo nos anima a orar por la conversión de nuestros familiares y seres queridos. Esta es la primera vez que Pablo y su amigo Silas han estado encarcelados por su fidelidad a Jesucristo. Habían sido apedreado antes pero nunca habían estado en la cárcel (Hch 14:19). Por supuesto que las acusaciones son falsas y completamente inespecíficas. Utilizan los términos: "predican costumbres que no nos es lícito recibir ni practicar", sin definir en ninguna manera cuáles son esas costumbres tan peligrosas. Es extraño la falta de una defensa, cosa inusual en el Apóstol. La razón no es solamente que creyó que iba a ser inútil sino que reconocía en esto el perfecto plan de Dios. Otros opinan que ellos dijeron que eran romanos y que los otros no le creyeron. Cuando se convencen los magistrados que si son ciudadanos romanos vienen ellos mismos y les piden disculpas (Hch 16:38-39). Era algo muy serio castigar a un ciudadano romano sin un proceso judicial adecuado. Sólo podemos entender cómo los primeros cristianos pudieron soportar tanto si comprendemos la extensión de sus palabras: "Por su causa lo he perdido todo y lo tengo por basura a fin de ganar a Cristo" (Fil 3:8). El terremoto es muy inusual en el sentido que tiene la suficiente fortaleza para desatar las cadenas pero sin embargo no hay daño físico de los presos. Es un "terremoto controlado" por la autoridad divina. No puede provocar más daño que el que el Señor permita. La causa por la que los presos no huyeron, es el mismo poder de Dios que envió un terremoto cuyos daños estaban limitados a que las cadenas de todos se soltaron. Una demostración más de la Omnipotencia del Eterno es impedir que ninguno de esos delincuentes se escapen. Jamiesson y colaboradores nos dicen: "las cadenas no se soltaron por supuesto por el terremoto sino por una energía maravillosa que lo acompañó". Es interesante que en el libro de los Hechos los siervos del Señor son librados varias veces de la cárcel por el mismo Señor. Ejemplo en (Hch 5:18-21) y luego Pedro (Hch 12:6). Detalles técnicos Las Escrituras nos dicen que los presos los oían, lo cual deducimos que no solamente escuchaban sino que también entendían lo que decían. De ser así, Pablo y Silas estarían utilizando el latín hablado en todo el imperio romano. Por el contrario el griego era hablado por las personas educadas lo cual sería más inusual en la población carcelaria. En cuanto a las oraciones, Pablo habla de los atributos de Dios como se puede ver en Efesios 1 y en Efesios 3 y muchos otros lugares. Por ejemplo, sus palabras son deslumbrantes al decir: "Por tanto al Rey de los siglos, inmortal, invisible al único y sabio Dios sea honor y gloria por los siglos de los siglos. Amén" (Tit 1:17). Algunos autores como Jamiesson Fauset y Brown creen que cantaron los Salmo 118, 119 y 120 al igual que el Señor en el monte de los Olivos. Es interesante que Dios utiliza un terremoto para librar a sus siervos. Sin embargo no se utiliza ningún medio milagroso para curar las heridas de Pablo y de su compañero. Se cumple el principio que en general el Señor no hace lo que los hombres pueden hacer y hace lo que los hombres no pueden hacer. ¿Fue el terremoto localizado solo a la cárcel o afectó a toda la ciudad en cuyo caso los magistrados podrían haber entendido que una fuga había sucedido? ¿Era judicialmente legal que el carcelero los llevara a su casa antes de ser oficialmente liberados por los magistrados. Algunos consideran el factor que la obligación del carcelero era presentarlos cuando fueran requeridos para el juicio. Quizás al darse cuenta de la intervención divina no le quedó duda de que estos hombres eran inocentes. También contaba el hecho que eran ciudadanos romanos. Al dirigirse el militar a ellos con el termino "señor" o "kurios" hay un aspecto hasta de adoración reverencial. El término "tú casa" incluiría no solamente sus familiares directos pero los distintos empleados de la familia y aún los esclavos. Algunos piensan que fueron otros carceleros los que trajeron la luz pero el texto no lo indica. Comparación entre José en la cárcel y Pablo en la cárcel José fue encarcelado debido a la falsa acusación de una mujer, mientras que Pablo lo fue por liberar a una mujer endemoniada. José lo fue por ser santo al Señor, mientras que Pablo por ser obedientes al Señor. José era el encargado en la cárcel, mientras que Pablo cantaba himnos en la cárcel. Dios liberó a José por medio de la milagrosa interpretación de sueños, mientras que en el caso de Pablo lo hizo por medio de un terremoto. El líder que hay en cada uno El dirigente espiritual durante la crisis se preocupa pero no se desespera. El conflicto lo puede hacer estremecer pero no lo paraliza. El creyente tiene varios instrumentos espirituales que son poderosos en las situaciones de emergencia. Pablo y su compañero utilizan a lo menos dos de ellos: El arma de la oración nos recuerda lo que Pedro dijo: "echando toda vuestra ansiedad sobre él, porque él tiene cuidado de vosotros" (1 P 5:7). El autor de Hebreos nos va a enseñar algo complementario al animarnos con las palabras: "Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro" (He 4:15). El arma del canto y la adoración. En el himno el creyente alaba a Dios. El cristiano que ha aprendido desde su niñez o temprana edad estas frases que nos hablan de la fidelidad de nuestro Salvador en los momentos de prueba recibe la confianza y paz que sólo Dios puede dar. Muchos hemos sido bendecidos en esas circunstancias con esos himnos preciosos como "Oh que amigo nos es Cristo"; "Cariñoso Salvador", "Tesoro incomparable Jesús mi amigo fiel"; "Cristo está conmigo". En líder aún en los momentos de mucha dificultad sabe que el Eterno tiene un propósito y que su plan se va a cumplir. Puede ser "ruidoso" como en el caso del terremoto que el Señor utiliza para liberar a Pablo y Silas. Por el contrario puede ser silencioso, como cuando el Señor envía a su ángel y suelta a Pedro de la prisión (Hch 12:7).

miércoles, 13 de febrero de 2019

¡HIJO, VAMOS AL LUGAR QUE DIOS NOS HA DICHO QUE TENEMOS QUE IR!

(Génesis 22) Abraham y su hijo Isaac Esa noche Abraham no pudo dormir. El Señor le había hablado y le había pedido que hiciera algo que para él era muy penoso e incomprensible. Piensa si debe o no comunicárselo a su esposa pero se da cuenta que para ella sería un golpe brutal. A eso de las tres de la mañana despierta a su hijo y a dos sirvientes y les dice que se preparen rápidamente para emprender un viaje antes que salga el sol. Papa ¿a dónde vamos? El padre ya es un hombre muy anciano. Es alto, flaco y tiene una larga barba blanca. Sus ojos son oscuros y penetrantes. Se parece uno de los santos penitentes que pintara el Greco. Hijo, vamos al lugar que Dios nos ha dicho que tenemos que ir. El joven tiene apenas unos 16 años. Es de buen parecer. Ya tiene la altura de un hombre adulto y es robusto y musculoso. Su rostro está quemado por el sol del desierto. Y tiene cierto aspecto al David de Leonardo. El grupo de 4 hombres comienza la marcha. Abraham va montado en un asno y le siguen Isaac y los dos criados. El paisaje es árido hay rocas y más rocas. El sol es fuerte y quema como si fuera un soplete para fundir metales. Al tercer día Abraham vio de "lejos el lugar". En la distancia hay una montaña que parecería igual a las otras tantas que han pasado. Pero el patriarca no puede apartar sus ojos de ella. Es como la aguja de la brújula que no puede dejar de apuntar hacia el polo. El Espíritu del Omnipotente le ha mostrado que ese es el lugar donde tiene que dirigirse. Durante el camino no ha hablado mucho. Los mozos los siguen silenciosos. El ruido rítmico de las pisadas del asno interrumpe el silencio sepulcral del desierto. Por fin Abraham hace una seña y el grupo se detiene. Allí hay unos pocos arbustos donde refugiarse del ardor del sol. "Esperad aquí con el asno y yo y el muchacho iremos hasta allí y adoraremos y volveremos a vosotros". Al decir esto el anciano tartamudea. En lo profundo de su corazón no está seguro si Isaac volverá pero dice esas palabras que no puede realmente entender en toda su magnitud. Siente en su pecho una angustia que le desgarra por dentro pero ha aprendido a través de su larga vida que lo que Dios manda es siempre lo mejor. El joven no argumenta cuando su padre pone el pesado fardo sobre sus espaldas. Comienza la parte final de la caminata. El padre lleva un cuchillo y una especie de antorcha encendida. El hijo lo sigue con el atado de leña. Abraham camina mirando hacia el cielo. Sus ojos están cubiertos de lágrimas. Sí, el sabe que Dios no puede fallar porque nunca lo ha hecho. El ama tanto a Isaac. Es el hijo de la promesa. Es aquel que él esperó tanto y cuando todo parecería imposible el Eterno hizo un milagro. El joven le dice a su padre: — Papá ¿por qué estás tan triste? El anciano torna su rostro y el hijo percibe las lágrimas que fluyen libremente. Un pensamiento aterrador cruza por la mente de Isaac. Con todo respeto pregunta: — "¿Padre mío, he aquí el fuego y la leña pero donde está el cordero para el holocausto?" Isaac mira a su alrededor y no ve más que los arbustos de siempre y rocas. El joven se da cuenta exactamente de lo que su papá va a hacer. Sabe que el fácilmente podría defenderse y físicamente librarse de su padre. El es un muchacho fuerte. El joven se muerde los labios con fuerza para no argumentar nada. El mozo sin protestar obedece a su progenitor y no se resiste cuando él lo empieza a atar. Su amor, respeto y obediencia es tan profunda que acepta la voluntad paternal. Por la mente de Abraham cruzan todos los momentos más importantes de la vida de su hijo como si fuera una película de cine. Recuerda cuando el Eterno le anunció que su anciana esposa iba a tener un hijo. Le viene a su memoria como si fuera hoy la risa de temor e incredulidad de Sara. Se acordó de la frase que dijo el Omnipotente y que jamás iba a olvidar. La había repetido cientos de veces en su corazón: "¿hay para Dios alguna cosa difícil?" (Gn 18:14). Con tristeza se acordó del nacimiento y de los primeros pasos. De cómo el niño corría hacia él y le daba besos y abrazos. Pero pronto todo esto podía ser sólo el recuerdo hermoso de un hijo muerto a una edad muy joven. Lentamente el padre coloca a su hijo sobre el montón de leña que ha dispuesto cuidadosamente. Abraham mira a ese cuchillo filoso que tantas veces ha usado para ofrecer el sacrificio a ese Dios que es "tres veces santo". Isaac no se queja ni protesta. Guarda silencio de la manera que sólo lo pueden hacer aquellos que aceptan la voluntad del Eterno incondicionalmente. El patriarca levanta su brazo armado para cumplir el mandato divino. Esta pálido y tiembla como un diapasón de música. Un sudor frío cubre la cara del anciano. Sus pensamientos corren como si fuera por calles que se atraviesan. Sí, yo sé que mi Dios es fiel, yo sé que he sido llamado "su amigo". Yo sé que El todo lo puede. Por un instante titubea y se pregunta ¿y si Dios no hace un milagro? ¡No!, se dice a sí mismo. Mi Dios es misericordioso y omnipotente. El joven ha cerrado sus ojos. Ha visto a su padre muchas veces ofrecer el sacrificio. Espera ese cuchillazo atroz que en pocos minutos va a acabar con su vida. El padre palpa con su mano izquierda el cuello de su hijo como si fuera la última vez que lo va a hacer. Luego la retira. En su mente ya tiene una idea precisa donde debe insertar el filo letal. Alza su otra mano, la que está armada con el cuchillo que resplandece con colores rojizos. Inmediatamente cierra sus ojos y se prepara una fracción de segundo después para dar el golpe mortal. ¡Tiene que hacerlo pero no quiere verlo! En el preciso instante que su cerebro va a dar la orden del golpe final se escucha el ángel de Jehová dando voces del cielo "Abraham, Abraham". El patriarca responde, "Heme aquí". "No extiendas tu mano sobre el muchacho ni le hagas nada porque ya conozco que temes a Dios, por cuanto no me rehusaste tu hijo, tu único". El brazo de Abraham baja lentamente mientras el cuchillo se le cae de su mano. Sus ojos ahora están más mojados que antes. Pero estas son lágrimas de alegría y gratitud. Sus labios muestran una sonrisa indescriptible. Al levantar sus ojos y darse vuelta ve que a sus espaldas hay un carnero trabado en un zarzal por sus cuernos. El progenitor rápidamente corta las ataduras de su hijo quien lo abraza y lo acaricia como cuando Isaac era un niño. El joven besa a su padre. Abraham se dirige al animal trabado y lo ofrece en sacrificio. Padre e hijo vuelven al lugar donde los dos siervos los están esperando. Al llegar los hombres les preguntan: ¿cómo les fue para la adoración? El patriarca responde: Me costó mucho pero "Jehová proveyó para el sacrificio". La historia bíblica y yo Dios hace cosas que para nosotros son totalmente incompresibles. A veces las entendemos al pasar de los años, en otras ocasiones sólo las comprenderemos en la eternidad. Esta es una de ellas. Sin duda que Abraham no pudo entender por qué el Señor le dijo que entregara a su Hijo como un sacrificio. No hay precedente que Dios haya ordenado esto a ninguna persona antes. Por otro lado, ese hijo era realmente un milagro. Abraham tenía casi 100 años cuando nació Isaac y suponemos que su esposa Sara tenía algo menos. Pero ya habían pasado muchos años desde el tiempo fisiológico para engendrar un hijo. Probablemente Abraham no hubiera estado dispuesto a dar a su hijo si el Señor le hubiera pedido el sacrificio cuando él tenía 40 años de edad. Necesitó llegar a los cien y tantos para tener esos largos años de vida de 60, 70, 80 y 90 que le permitieron aumentar en forma progresiva su fe para llegar a este punto de confianza total. Si el hijo hubiera fallecido de causas naturales hubiera sido muy doloroso para los dos. Si hubiera muerto por un accidente involuntario de Abraham hubiera sido muy penoso al pensar que por su culpa su hijo murió. Pero el matarlo con su propia mano, eso sí que era algo realmente tremendo. El carnero que Abraham ofreció como sustituto fue trabado por sus cuernos al zarzal. Sin duda que el animal trató de zafarse y no pudo. El Señor Jesús fue ligado por su amor a la cruz del calvario. El carnero quedó trabado; sin duda en contra de su voluntad. El Señor quedó "prendido" por su propia voluntad. Abraham podría haber argumentado que él podría ofrecer en sacrifico muchos animales en vez de Isaac. Pero dar a su propio hijo esto parecería casi demasiado. Quizás podría insinuar si Ismael no sería lo mismo. Pero el Señor le dijo claramente que era Isaac. Muchas veces hemos estado en la vida en situaciones en que nos preguntamos si es posible que lo que Dios nos ha pedido es demasiado. A veces Dios nos puede pedir sacrificios que para nosotros son muy grandes. Observemos que Abraham no postergó la orden del Señor. Se decidió a hacer lo que el Señor le había dicho de inmediato. Para poder acceder a la orden del Eterno tiene que estar plenamente convencido a lo menos de los siguientes atributos de Dios. Su reinado o soberanía de Dios. El tiene derecho de exigirle todo lo que quiere a sus súbitos por su derecho como Rey eterno. Su omnisciencia o conocimiento y sabiduría total. Abraham no interroga a Dios ni le discute. El amor divino. Si Dios me lo pide él hará algo aunque yo no lo entiendo. Dado que El me ama no va a hacer algo malo por el sólo hecho de hacerlo. Su omnipotencia o poder ilimitado. Que aún lo podía resucitar de los muertos (He 11:19). Contrastes entre Isaac y Cristo Contrastes y Similitudes entre la historia de Abraham e Isaac y del Padre Eterno y de su Hijo Jesucristo. Notar la diferencia entre padre con minúscula refiriéndose a Abraham y con mayúsculas refiriéndose al Todopoderoso; y lo mismo el hijo refiriéndose a Isaac y al Hijo refiriéndose al Señor Jesús. El padre iba a sacrificar al hijo que amaba tanto: "a Isaac a quien amas". El Padre sacrifica al Hijo a quien ama (Jn 15:9). El padre puso la carga de leña sobre su hijo. El Padre puso la carga del pecado sobre el Hijo: "Al que no conoció pecado, por nosotros lo hizo pecado" (1 Co 5:21) y (Is 53:6): "Jehová cargó en él el pecado de todos nosotros". Abraham estuvo dispuesto a ofrecer a su único hijo (nacido por la fe) si bien tenía uno, Ismael, que había sido engendrado según la carne. Dios ofreció a su Hijo único: "De tal manera amó Dios al mundo que ha dado a su Hijo unigénito" (Jn 3:16). Abraham vio el lugar donde tenía que ofrecer el sacrificio "de lejos". Jesús, al principio de "su ministerio le responde a su madre: aún no ha venido mi hora" (Jn 2:4). Con esto estaba indicando que ya miraba de lejos a la cruz. El padre y el hijo iban juntos. Tenían comunión. El hijo aceptaba incondicionalmente la voluntad de su padre. El Hijo de Dios pudo decir "porque yo lo que a él agrada hago siempre" (Jn 8:29) y su Padre pudo agregar: "Tú eres mi Hijo amado; en ti tengo complacencia" (Lc 3:22). Abraham alzó su mano con el cuchillo. El Padre levantó la espada simbólica del juicio sobre el pecado: "¡Levántate oh espada contra mi pastor y contra el hombre compañero mío!" (Zac 13:7), y "Jehová quiso quebrantarlo sujetándole a padecimiento" (Is 53:10). El hijo (Isaac) no se resistió contra el padre. El Eterno Hijo no se opuso a la voluntad de su Padre: "como oveja delante de sus trasquiladores enmudeció y no abrió su boca" (Is 53:7). El hijo del acaudalado Abraham hizo el viaje a pie con los sirvientes. El Hijo de Dios, el Creador y Sustentador del Universo fue caminando por los senderos polvorientos de Judea. Isaac llevó la leña cuando dejaron atrás a los sirvientes. El Hijo llevó el peso del pecado ("la leña") todo el camino. Abraham fue al lugar que Dios le dijo. El Hijo fue al lugar que el Padre le indicó: "He aquí que vengo, oh Dios para hacer tu voluntad" (He 10:9-10). Una voz del cielo salvó la vida de Isaac: "no extiendas tu mano sobre el muchacho" (Gn 22:12). No hubo una voz del cielo para detener el sacrificio. Los hombres dijeron: "Dejad, veamos si viene Elías a librarle" (Mr 15:36), pero hubo silencio del cielo. Otras ideas Veamos también algunos contrastes y similitudes entre la ofrenda de Abraham y el joven rico (Lc 18:18-30). Tanto Abraham como aquel joven eran ricos y religiosos. También había algo que cada uno de ellos quería especialmente: el joven su dinero, mientras que Abraham, a su hijo Isaac. En ambos casos el Señor les pidió exactamente eso que más amaban, pero la gran diferencia es que mientras que Abraham se lo ofreció y volvió feliz, el joven se negó y se fue triste. En este relato se producen 3 milagros. El primero es la voz de Dios indicándole qué es lo que debe hacer. El segundo es la voz del Angel del Señor deteniendo el brazo de Abraham. El tercero es el carnero atrapado en un zarzal en el momento y en el lugar exacto. Dios determina quién va a ser ofrecido en holocausto. No hay lugar para improvisación. La frase "Dios proveerá de cordero para el holocausto" (Jn 1:29) se cumple textualmente con la venida del Señor Jesús como el Cordero de Dios muriendo en la cruz. Una reflexión más en cuanto a la promesa que Dios le hizo a Abraham, "en tu simiente serán benditas todas las naciones de la tierra". En un sentido se ha cumplido en el hecho que ha habido muchos israelitas con los premios Nobel de Medicina, Física o Química en mayor proporción que cualquier otro país del mundo. También músicos, compositores, directores de orquesta. Pero la bendición más grande fue nuestro bendito Señor Jesucristo, nuestro Redentor que nació de la descendencia de Abraham.

jueves, 7 de febrero de 2019

JESUCRISTO ES EL SUMO SACERDOTE DE LA PROPICIACIÓN Y EXPIACIÓN DE NUESTROS PECADOS

El significado de los términos En la sociedad humana Propiciación tiene que ver con actitudes personales, mientras que expiación ha de entenderse en relación con el mal cometido y sus consecuencias. Así propiciar se define en el diccionario como sigue: "Aplacar la ira de uno, haciéndole favorable o captando su voluntad". En cambio, "expiar", en su uso corriente, quiere decir: "Borrar las culpas; purificarse de ellas por medio de algún sacrificio" (J. Casares). En la Biblia este sentido normal humano de propiciación se ilustra claramente en (Gn 32:13-20), ya que Jacob había ofendido a su hermano Esaú al engañar a Isaac en el asunto de la "bendición", y ahora quiere aplacar la ira de su hermano, evitando los graves males de la venganza oriental. Mandó varios grupos de sus siervos delante con el propósito de efectuar contacto con Esaú antes del encuentro de los dos hermanos, multiplicándose los valiosos regalos de ganado. Hablando consigo mismo dice: "Apaciguaré su ira con el presente que va delante de mí, y después veré su rostro; quizá le seré acepto". En el habla normal un criminal ha "expiado sus culpas" si ha servido la sentencia impuesta por el juez, y aún más si ha pagado su crimen con su vida; en este caso lo interesante es la culpa, y no la persona ofendida. En las religiones paganas Cuando los hombres abandonaron el culto primitivo de un solo Dios Creador, desarrollando sus propios sistemas religiosos y cúlticos, aplicaban estas ideas a las supuestas divinidades que obraban en la naturaleza y en la vida de los hombres. No había en estas divinidades la pureza, santidad y justicia que las Escrituras revelan como atributo del Dios único, de modo que sus adeptos temblaban delante de imaginados seres caprichosos y vengativos, teniendo que llevarles diversos dones con el fin de aplacar su ira, reduciéndose la adoración a la "esclavitud del miedo" (Ga 4:1-3). En estos sistemas se destaca la idea, en forma degradada, de la propiciación, pero no se trata de mantener normas de justicia, sino de paliar la ofensa imaginada en contra de la divinidad. El uso de los términos en relación con la Obra de la Cruz Normalmente no es posible valernos de las definiciones de términos teológicos o bíblicos tal como las hallamos en las obras derivadas del Diccionario de la Academia, pues, inevitablemente, plasman las ideas del sistema eclesiástico que predomina en el país. Nosotros tomamos como postulado fundamental que toda la Biblia es Palabra de Dios, y constatamos con gozo la manera en que Dios preparó el "vocabulario evangélico" desde los principios de la revelación escrita. Es necesario aprender este vocabulario, bien que luego, frente a quienes preguntan por la verdad, sea necesario dar las posibles explicaciones pertinentes en lenguaje común. Un ingeniero no puede prescindir de los términos técnicos de su profesión; de igual modo, el estudiante de las doctrinas bíblicas necesita saber exactamente lo que Dios ha revelado sobre un tema tan trascendental como lo es la Obra de la Cruz. A menudo hallamos un concepto en los principios de la Biblia, que, al pasar por las etapas sucesivas de la revelación, crece como una planta ideológica, hasta que adquiera su pleno significado en las expresiones robustas y completas de las doctrinas apostólicas. Condiciones previas para los conceptos de "propiciación" y "expiación" en la Biblia El pecado del hombre En el Capítulo IV expusimos el tema del pecado pensando en el "pecado original", el efecto de la Caída que determina que el hombre nazca como pecador, y también en los actos voluntarios de pecado que surgen de la raíz del pecado original. El pecado revela la actitud rebelde de los hombres frente a Dios, siendo el resultado de su voluntad caída que siempre quiere afirmar su "yo". Si Dios fuera como las falsas divinidades de los paganos, el pecado carecería de su profundo sentido moral, y bastaría que "el pecador" agradara a su dios en sentido personal. No es así, sin embargo, en las relaciones entre Dios y el hombre, pues el pecado implica una desviación moral del camino de la justicia, lo que modifica todo el concepto de "propiciación". La ira de Dios Recordemos (Capítulo III) que Dios, por ser Dios, es infinitamente santo y justo. La revelación que culmina en el Evangelio no tiene sentido sin estos postulados fundamentales. ¿Qué pasa cuando el pecado real, consumado por la voluntad de un pecador personal, se halla en la presencia de este Dios de perfecta santidad y de justicia? La tensión resultante se llama en la Biblia la ira de Dios (Ro 1:18)(Jn 3:36) (Ef 5:6), que no ha de entenderse como el enfado de una persona ofendida, sino como un estado inevitable de repulsa de parte de Dios frente al pecado. No impide que ame al hombre con el deseo de salvarle (Jn 3:16) (Jn 3:36), pero existe por necesidad esta tirantez que por fin estalla en los justos juicios divinos que caen sobre el pecador empedernido. La Obra de la Cruz es la respuesta del amor de Dios frente al problema que crea su justa ira, ya que los juicios caen sobre Aquel que, por las condiciones que ya hemos visto, resumió en su persona la realidad humana de la raza pecadora, siendo él mismo sin pecado. La propiciación, pues, es la satisfacción que Cristo ofreció a Dios, como Juez cuyas normas de justicia habían de ser inflexibles necesariamente en relación con el pecado. La expiación es el hecho de borrar el pecado que realmente existía, y la obra salvadora ha de corresponder en todo a la naturaleza del pecado y a las demandas de la justicia divina. Veremos más abajo los factores que elevan esta obra propiciatoria y expiatoria infinitamente por encima de las pobres ideas humanas, lo mismo si rigen en la sociedad tal como la conocemos, como si se trata de los sistemas paganos que hemos mencionado. Los términos "propiciación" y "expiación" "Expiación" en el sistema levítico Los primeros capítulos de Levítico describen distintos tipos de sacrificios de sangre que los israelitas habían de traer al altar de holocaustos, dentro de la puerta del patio del Tabernáculo. Para ilustrar nuestro tema podemos limitar nuestra atención a los sacrificios por el pecado y la culpabilidad que se detallan en (Lv 4-5). El oferente había de colocar su mano sobre la cabeza de la víctima antes de que ésta fuese degollada, que indica la identificación del israelita pecador con el sacrificio. La sangre fue presentada delante de Dios (véase más abajo para el significado de "sangre") según los reglamentos que regían para cada tipo de sacrificio, y después de la descripción del rito se añade la frase típica: "Así el sacerdote hará por él la expiación de su pecado y tendrá perdón" (Lv 4:26). "Hará expiación" traduce el verbo hebreo "kaphar", relacionado con "kopher", una cobertura. Los traductores de R.V. (60) han hecho bien en emplear el término "hacer expiación", pues el sentido obvio es que el pecador que acudía en las debidas condiciones delante de Dios, cumpliendo el ritual prescrito, podía saber que aquel pecado había sido borrado a los efectos de su posición como israelita dentro de la santa comunidad de Israel. Nosotros hemos de recordar siempre lo que enfatizamos en el estudio anterior: que detrás de todas las "sombras" del Antiguo Testamento se halla el hecho eterno de la cruz, de modo que la verdadera base de la expiación siempre se hallaba en el valor infinito del sacrificio del Cordero de Dios. Antes de la manifestación de este hecho en la historia, la posibilidad de que los pecados fuesen borrados se reflejaba en los símbolos y en diversos anticipos proféticos (Sal 32:1-4)(Is 53). El propiciatorio En (Ex 25:17), Dios mandó a Moisés que hiciera una tapa para el Arca del Pacto, donde habían de ser colocadas las Tablas de la Ley, llamándose esta tapa "kapporeth" (una tapa, o algo que cubre). En el gran Día de Expiaciones (Lv 16) el sumo sacerdote llevaba la sangre de su propio sacrificio primero, y después la de la víctima ofrecida por todo el pueblo, hasta el Lugar Santísimo, detrás del velo, y la esparcía delante y sobre el propiciatorio, que es el término empleado en nuestras traducciones, derivándose del griego de la versión LXX, "hilastérion". De estos términos básicos del sistema levítico surgen aquellos que hemos de notar en el Nuevo Testamento. Quizá lo más importante es que veamos la relación entre la sangre, la vida ofrecida de la víctima, con la expiación del pecado del oferente, y el hecho de que la sangre "intervenía" entre la manifestación de la gloria de Dios en el Lugar Santísimo y los requerimientos del Decálogo grabados en las Tablas de la Ley, dentro del Arca del Pacto. No sabemos hasta dónde llegaría la comprensión de los israelitas al querer descifrar el simbolismo de los sacrificios, pero David, por lo menos, discernía la bienaventuranza de "aquel cuya trasgresión ha sido perdonada y cubierto su pecado, a quien Jehová no culpa de iniquidad" (Sal 32:1-2). El propiciatorio, pues, llega a simbolizar el perdón de los pecados en la presencia de Dios, y esto se ha hecho posible gracias al sacrificio ofrecido; la sangre derramada significa la muerte consumada de modo sustitucionario. Propiciación, propiciatorio y expiación en el Nuevo Testamento No se emplean muchas veces los vocablos griegos que corresponden a estos términos en el Nuevo Testamento, pero el hecho que representan se halla implícito en todo cuanto se revela sobre la Obra de la Cruz. Esta Obra es riquísima en diversas facetas, en cuanto al hecho en sí, como también sus consecuencias, pero el concepto de propiciación es fundamental, porque enfatiza la satisfacción que Dios ha de recibir, como Arbitro moral del mundo, antes de que pueda extender su misericordia a los hombres. El valor infinito del Sacrificio del Calvario satisface las demandas de la justicia divina, ya que el Dios-Hombre se ofrece en lugar de la humanidad a la que puede representar por la calidad de su Persona como Hijo del Hombre. El valor propiciatorio del sacrificio depende enteramente de la excelsitud de la Víctima, quien encierra en sí toda la humanidad, siendo a la vez Dios encarnado. "Hilaskornai" es el verbo que quiere decir "propiciar" y se halla en la petición del publicano en el Templo (Lc 18:13) y en (He 2:17) que nuestras versiones traducen "para expiar los pecados del pueblo". Esta traducción surge de la dificultad de dar el verdadero valor al verbo "propiciar" en relación con "pecados", pues ya hemos visto que los pecados han de ser expiados, y es la persona ofendida quien ha de ser "propiciada". Una paráfrasis sería "para propiciar a Dios en relación con los pecados del pueblo", que seguramente expresa la esencia del pensamiento del autor sagrado. "Hilasmos" es el sustantivo correspondiente al verbo "hilaskomai", y se traduce por propiciación en (1 Jn 2:2) (1 Jn 4:10), con clara referencia a la Persona del Señor Jesucristo quien llevó a cabo la obra de propiciación, siendo él quien ha satisfecho las demandas de la justicia de Dios por el sacrificio de sí mismo. "El es la propiciación por nuestros pecados, y no por los nuestros solamente, sino también por (los de) todo el mundo"; "Dios, envió a su Hijo, propiciación por nuestros pecados" ("de" y "como" no están en el original). Juan señala la persona del Señor Jesucristo, cuya revelación y cuya obra de expiación ha satisfecho el Trono de Dios, siendo sublime prueba del amor de Dios y base para el perdón de todo aquel que quiere recibirle, ya que la satisfacción legal se ha hecho con referencia a todo el mundo. Juan destaca la misma persona de Cristo, ya que él realizó la obra en todos sus aspectos, y encarna en sí todo el sublime concepto de propiciación. El propiciatorio En (Ro 3:21-32) Pablo desarrolla la doctrina de la justificación por la fe, a la cual volveremos en el estudio siguiente. Pero no puede haber "justificación" para el hombre pecador si no se ha llevado a cabo anteriormente la propiciación, o sea, la satisfacción de las justas demandas de Dios en la esfera de la responsabilidad legal del transgresor. Por eso el Apóstol coloca el concepto en el centro de su argumento. Sin embargo, en lugar de emplear el término "hilasmos", como Juan, saca todas las consecuencias del simbolismo del propiciatorio ("hilastérion") del Lugar Santísimo del Tabernáculo. Explica Pablo que el creyente es justificado por la gracia y disfruta de la redención que es en Cristo Jesús y añade: "a quien Dios propuso (colocó delante), propiciatorio por medio de su sangre a ser recibido por la fe" (Ro 3:25). La traducción es nuestra, pero basada sobre las mejores versiones, y queriendo enfatizar el verdadero sentido del pensamiento de Pablo. Cristo cumple el simbolismo del propiciatorio del Lugar Santísimo y al leer el texto la frase sobre la sangre ha de asociarse con "propiciatorio", ya que las manchas de la sangre sobre la cubierta del arca del Pacto que cubría las Tablas de la Ley prestaban el valor a lo que, de otra forma, no habría sido más que "una tapa". Como siempre, la sangre es la vida de la Víctima ofrecida en expiación. Todo eso ha de ser recibido por la fe, pero no depende de ella, ya que el valor se halla en la Persona y Obra del Cordero de Dios que lleva y quita el pecado del mundo. El significado de la sangre Lo sagrado de la sangre en el Antiguo Testamento Es muy natural el uso de la "sangre" para representar la vida del hombre, pues aun antes de los descubrimientos científicos sobre la importancia de la corriente sanguínea que riega el cuerpo, llevando alimentos y oxígeno a todas sus células, los hombres comprobaban de una forma práctica que si persistía una hemorragia más allá de ciertos límites, "la vida" se marchaba y sobrevenía la muerte. Naturalmente, este hecho fundamental dio lugar a muchos "tabúes" y reglamentos en sistemas ajenos a la luz de la revelación de Dios. Sin embargo, Dios lo recoge para anticipar lecciones que habían de cumplirse en Cristo. Bíblicamente las primeras prohibiciones tienen que ver con la vida del hombre, según los términos del pacto noético: "El que derramare sangre de hombre, por el hombre su sangre será derramada: porque a imagen de Dios es hecho el hombre" (Gn 9:6). Lo que vagamente se presentía anteriormente, se concreta en los reglamentos estrictos del sistema levítico, siendo muy importante la declaración de (Lv 17:11): "Porque la vida de la carne en la sangre está; la cual os he dado parar hacer expiación en el altar por vuestras almas; porque la sangre, en virtud de ser la vida, es la que hace expiación" (Versión Moderna). Siendo tan solemne el significado de la sangre, el israelita que la comiere había de ser cortado de en medio de su pueblo. La sangre en las venas del hombre representa su vida normal, pero el simbolismo de las Escrituras tiene que ver con la sangre derramada de la víctima expiatoria, con la cual (la víctima) el oferente se ha identificado anteriormente por medio de la imposición de manos en su cabeza. En último término la Vida había de ser la del Cordero de Dios, cuyo valor infinito ya hemos subrayado; mientras tanto, los israelitas habían de respetar la sangre como el símbolo más íntimo y perfecto de la obra de la propiciación: futura aún en su perspectiva histórica, pero hecho eterno delante de Dios. Términos análogos en el Nuevo Testamento Si recordamos siempre el significado de la sangre como "la vida dada en expiación por el pecado", comprenderemos que puede haber otras expresiones que indican lo mismo dentro de la revelación del medio provisto por Dios para la salvación del hombre pecador. En otro contexto hemos citado las palabras de Cristo según se hallan en (Mr 10:45): "El Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir y para dar su vida en rescate por (en lugar de) muchos". Aquí "dar su vida" equivale a "derramar su sangre", ya que "la vida en la sangre está". En (Ro 5:8) hallamos otra expresión análoga: "Dios muestra su amor para con nosotros, en que, siendo aún pecadores, Cristo murió por nosotros (murió a nuestro favor)". No hace falta recordar las muchas citas del Nuevo Testamento que dan a conocer esta obra fundamental de la Cruz por una referencia a la muerte del Redentor, o sea, la entrega de su vida, que equivale también al derramamiento de su sangre. Otra frase es que "murió por nosotros", con otras análogas, y en este caso se enfatiza el beneficio recibido por la persona misma, antes condenada a la muerte a causa de sus pecados. Cuando se dice "Cristo murió por nuestros pecados" (1 Co 15:3) se subraya el estado de enemistad que surgía del hecho del pecado que se discernía delante del Trono de la justicia de Dios. Este Trono, símbolo de la soberanía y autoridad de Dios, sólo pudo convertirse en Trono de gracia por la muerte de Aquel que agotó toda la muerte por medio de su Sacrificio. El lenguaje evangélico, de frecuente uso en nuestros himnos, de que los pecadores sean "lavados" en la sangre de Cristo apenas se conoce en el Nuevo Testamento, y el único caso claro (1 Jn 1:7) tiene que ver con el mantenimiento de la comunión entre los creyentes y Dios, quien es luz. "La sangre de Jesucristo, su Hijo, nos limpia de todo pecado", quiere decir que hay valor permanente en el Sacrificio consumado, que hace posible, si media la confesión, el perdón del mal que podría impedir que el hijo tuviera plena comunión con su Padre. (Ap 1:5) debe leerse, según el testimonio de los mejores textos: "Al que nos ama y nos libertó de nuestros pecados con su sangre" (y no "lavó"). Desde luego el pecado "mancha" y la base de la limpieza es la sangre del Señor, entendido según el simbolismo bíblico, pero siempre haremos bien en utilizar los términos bíblicos, que relacionan la sangre con la redención y la justificación del pecador, pues en primer término simboliza la entrega de la vida, y no un medio de purificación (Ef 1:7) (Ro 3:24-25). Objeciones a la doctrina de la propiciación ¿Es justa la muerte del Inocente a favor de los culpables? Muchos teólogos liberales han querido reducir el significado de la Obra de la Cruz a un gran ejemplo de amor y de sacrificio, capaz de "cambiar" la actitud del hombre que la contempla, de modo que la manifestación de bondad que se halla en ella se convierta en viva llama de amor frente a Dios y al prójimo. Desde luego, hay valor ejemplar en la Cruz para los creyentes (He 12:2-3) (1 P 2:21,25), pero este valor subjetivo del Sacrificio depende de su valor real, como medio para salvar a los pecadores. Por ejemplo, si alguien ve que se ahoga un niño que ha caído al río y se tira al agua para salvarle, poniendo en peligro su propia vida, el hecho heroico es "ejemplar", despertando admiración. Pero si el mismo se tirara al agua sin que peligrara otra vida, y se ahogara en el acto, no pasaría de ser un suicidio. Es el valor objetivo de la Cruz que le presta su valor subjetivo y ejemplar. La Obra de gracia de Dios se lleva a cabo sobre unos niveles muy por encima de las ideas humanas; es decir, no puede explicarse en términos de que "el Justo padeció por los injustos", sin tomar en cuenta las muchas consideraciones que hemos expuesto ya sobre la naturaleza de Dios, la Persona del Dios-Hombre, la necesidad divina de vencer el mal, etc. En el párrafo siguiente resumimos brevemente unos factores que rigen siempre, y que elevan la obra de propiciación muy por encima de los conceptos de los hombres humanistas y de las supersticiones y la degradación del culto asociados con "divinidades" paganas. Unos factores de importancia fundamental. a) Dios no desea que los hombres le halaguen por medio de dones propiciatorios, pues él no necesita nada de nosotros. Al contrario, es Dios mismo quien proveyó la ofrenda expiatoria que el hombre en manera alguna podía preparar. El amor de Dios provee el medio para satisfacer lo que su justicia exige. b) El valor del Sacrificio se halla en la Persona de la Víctima, quien por una parte incorporaba en sí el valor de la humanidad, de la raza humana, lo que presta una perfecta representatividad al Sacrificio (Ro 5:12-21) (2 Co 5:14,15,19,21). Por otra parte, la deidad del Dios-Hombre prestaba valor infinito al Sacrificio y permitió que agotara la muerte y que aun pudiese levantarse al tercer día (Ro 1:3-4)(He 2:9) (He 9:26) (1 Co 15:3-4,20-22). c) El móvil detrás del Sacrificio es el amor, tanto el del Padre que envió a su Hijo (Jn 3:16) (Ga 4:4)(1 Jn 4:9-10) como el del Hijo que voluntariamente da su vida por las ovejas, sin que nadie le obligue al Sacrificio (Jn 10:15-18). Al mismo tiempo el gran hecho de la entrega agrada infinitamente al Padre y cumple el consejo eterno del Trino Dios. d) Los hombres no quieren comprender que Dios no puede dejar de "cumplir toda justicia", de modo que, si los pecadores no han de recibir la retribución de su maldad en sus propias personas, el proceso de la justicia ha de manifestarse por un acto equivalente (o más de equivalente), evidenciando que Dios no puede pasar por alto el pecado. Se olvida que aun tratándose del "perdón" de ofensas entre los hombres, siempre entran elementos de "sustitución", ya que el hombre que ofendió debiera hacer expiación de su propio pecado. Es decir, la ofensa existe en todo caso y trae sus consecuencias. Pero cuando el ofendido perdona, lo que hace, en verdad, es llevar la "retribución" en su propia persona, librando así al ofensor. Así Dios recibe el golpe de la retribución en la persona del Hijo, y "Cristo nos rescató de la maldición de la Ley, hecho por nosotros maldición" (Ga 3:13). Derivaciones de la propiciación Ya hemos notado que la obra total de la Cruz se presenta bajo diferentes facetas que nos ayudan a ver aspectos parciales que se aúnan en la gloria total de la Obra de gracia y de amor. Veremos sucesivamente el significado de la Justificación, de la Reconciliación y de la Redención, con la Salvación (término que todo lo engloba), pero insistimos en que estas aplicaciones del valor salvífico de la Cruz al creyente dependen de las verdades que acabamos de estudiar. Si no se hubiera puesto primero el firme fundamento de la satisfacción de la justicia de Dios, no habría nada que decir sobre la justificación y la liberación del hombre pecador. Esperamos que se comprenda la necesidad y la lógica espiritual del orden de la presentación de estos temas relacionados con la Obra de la Cruz.

sábado, 2 de febrero de 2019

“EL PECADO DE MUERTE”

- Marcos 3:20-30 (Mr 3:20-30) "Y se agolpó de nuevo la gente, de modo que ellos ni aun podían comer pan. Cuando lo oyeron los suyos, vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí. Pero los escribas que habían venido de Jerusalén decían que tenía a Beelzebú, y que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios. Y habiéndolos llamado, les decía en parábolas: ¿Cómo puede Satanás echar fuera a Satanás? Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer. Y si una casa está dividida contra sí misma, tal casa no puede permanecer. Y si Satanás se levanta contra sí mismo, y se divide, no puede permanecer, sino que ha llegado su fin. Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata, y entonces podrá saquear su casa. De cierto os digo que todos los pecados serán perdonados a los hijos de los hombres, y las blasfemias cualesquiera que sean; pero cualquiera que blasfeme contra el Espíritu Santo, no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno. Porque ellos habían dicho: Tiene espíritu inmundo." Nos encontramos ante un pasaje muy serio. Fijémonos como al final del incidente narrado aquí, el Señor dijo que cualquiera que cometiera el pecado que él describió como la blasfemia contra el Espíritu Santo, "no tiene jamás perdón, sino que es reo de juicio eterno". ¿Por qué un veredicto tan grave y definitivo? ¿En qué consiste la blasfemia contra el Espíritu Santo? Para entender lo que Jesús quiso decir debemos considerar las circunstancias. Por un lado, ya hemos tenido ocasión de ver que el Señor había desarrollado un amplio ministerio a lo largo de toda Galilea en el que había manifestado suficientes evidencias de ser el Mesías: su enseñanza, sus continuos milagros de sanidad o el poder con el que echaba fuera a los demonios eran pruebas inequívocas de que Jesús era el Mesías anunciado por las Escrituras. Sin embargo, aun después de haber recibido tanta luz, su respuesta fue de rechazo. Pero no cualquier tipo de rechazo: lo trataron como si estuviera loco y endemoniado. "Los suyos vinieron para prenderle; porque decían: Está fuera de sí" "Los escribas... decían que tenía a Beelzebú" Habían llegado demasiado lejos, y el pasaje nos enseña que hay un punto desde el que ya no hay posibilidad de retornar. El veredicto de "los suyos" Nuevamente nos encontramos con el Señor Jesucristo entregado de manera absoluta a su ministerio, al punto de que ya no le quedaba tiempo ni siquiera para comer. "Los suyos" habían llegado a tener conocimiento de la situación y decidieron que Jesús había perdido el juicio y que ya era hora de llevárselo a casa. No sabemos si "los suyos" son "su madre y sus hermanos" que son mencionados a continuación en (Mr 3:31) o tal vez otros familiares o personas cercanas a él venidos de Nazaret. En cualquier caso, esta reacción apunta a una incomprensión muy seria acerca de la Persona de Cristo. Así que el Señor sabía por su propia experiencia lo que más tarde dijo que tendrían que enfrentar también aquellas personas que quisieran seguirle: (Mt 10:36) "Y los enemigos del hombre serán los de su casa". Sin duda, este tipo de desprecio cuando viene de un amigo o familiar es muy difícil de afrontar. Pero encontramos un fuerte consuelo en saber que nuestro Salvador nos entiende porque él mismo también pasó por esa situación. Al mismo tiempo, aprendemos otra lección que se repite constantemente: la gente del mundo cuando ven que una persona se consagra al Señor para vivir enteramente para él, les parece que está loco, que está fuera de sí, que es un fanático... ¡Cuántas veces pasa esto con los creyentes! Cuando se dedican a las cosas de Dios, cuando muestran entusiasmo por adorar a Dios y servirle, eso es considerado fanatismo. Sin embargo, si un hombre se emborracha, si gasta todo su dinero en fiestas, si anda con mujeres..., eso es considerado normal y hasta se alaba. Pero servir a Dios con fervor es una buena "locura". Lo triste es que sea tan infrecuente. ¡Cómo cambiaría este mundo si todos los cristianos estuvieran "fuera de sí" como lo estaba el Maestro! Pero aun podemos preguntarnos: ¿Qué hizo que su familia pensara así? ¿Por qué pensaron que su comportamiento era el de un loco? Tal vez porque había abandonado la seguridad y tranquilidad del taller de carpintería en Nazaret para convertirse en un predicador ambulante. O porque iba camino de llegar a una colisión frontal con los líderes religiosos judíos. Quizá porque las amistades que había escogido no les parecían muy recomendables. También parece que a su familia le importaba mucho lo que los demás estaban pensando de Jesús y sobre todo de ellos. Y tal vez les horrorizaba pensar en los riesgos que estaba asumiendo, y en esto, su familia estaba acertada: Jesús no buscaba su propia seguridad ni salvación. El veredicto de los líderes religiosos El relato acerca de los parientes de Jesús se ve interrumpido momentáneamente para tratar la reacción de otro grupo muy importante: "los escribas". Marcos nos dice que estos escribas "habían venido de Jerusalén". Suponemos que los escribas de la provincia de Galilea habían pedido ayuda de los doctores de la ley de Jerusalén con el fin de contrarrestar la gran influencia que el Señor Jesús ejercía en Galilea. Estos líderes religiosos tenían la responsabilidad de dar alguna explicación a las sorprendentes obras que Jesús hacía. ¿Cuál sería su actitud? Bueno, en principio debemos notar que ni ellos, ni tampoco ningún otro representante oficial del Sanedrín, nunca pusieron en duda los milagros de Jesús o su poder para echar fuera los demonios. Este habría sido el camino fácil, pero era imposible negar algo que era tan evidente. Por eso, el que veinte siglos después la gente de nuestro tiempo no crean en los milagros de Jesús, no tiene la menor importancia cuando tenemos en cuenta que los mismos enemigos de Jesús que vivieron en su tiempo, no se atrevieron a poner en tela de juicio la veracidad de sus obras. Pero el hecho de que hubieran visto sus milagros y los reconocieran como auténticos, no quería decir que fueran a reconocerle como el Mesías. Ellos de ninguna manera estaban dispuestos a sujetarse a su autoridad. Pero entonces, qué iban a decir sobre Jesús, porque todos allí estaban esperando el veredicto de sus autoridades religiosas venidas a tal efecto desde Jerusalén. Parece que los escribas ya traían su respuesta preparada, así que no se hicieron esperar: "Decían... que por el príncipe de los demonios echaba fuera los demonios". No estaban dispuestos a sujetarse a Jesús, así que su estrategia consistió en desacreditarle: le acusaron de estar endemoniado y de hacer sus milagros en colaboración con el mismo Satanás. No deja de sorprendernos cómo el espíritu religioso, movido por sus propios intereses, puede llegar a estar tan ciego y ser tan malvado. Pero con esto coincide el diagnóstico que el mismo Jesús hizo: (Jn 3:19-20) "Y esta es la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres amaron más las tinieblas que la luz, porque sus obras eran malas. Porque todo aquel que hace lo malo, aborrece la luz y no viene a la luz, para que sus obras no sean reprendidas". Jesús muestra lo absurdo de la acusación de los escribas Lo que los escribas dijeron no tenía sentido, no era más que un intento absurdo de negar lo evidente. Y esto ocurre una y otra vez con el hombre; es capaz de creerse cualquier cosa, por absurda que sea, con tal de negar a Dios. Pero Jesús no estaba aliado con Satanás, sino que por el contrario se le oponía e incluso lo había sometido, triunfando sobre él. Para que lo entendieran, les puso dos pequeñas ilustraciones. 1. "Si un reino está dividido contra sí mismo, tal reino no puede permanecer." Cristo compara el reino espiritual de Satanás con un reino humano, con el fin de resaltar la insensatez de la idea presentada por los escribas. Si hay una disensión interna en un reino, ese reino no puede durar mucho. Si hay peleas continuas entre el esposo y la esposa, el matrimonio no durará. Si hay divisiones dentro de una iglesia local, ésta no durará. Si Satanás está en guerra con sus propios demonios, entonces está acabado como poder a tener en cuenta, porque ha empezado una guerra civil en su reino. Este mundo no es el escenario de una división dentro del reino de Satanás, sino el de un terrible conflicto entre el poder del mal y el poder de Dios, entre el reino de Cristo y el de las tinieblas. 2. "Ninguno puede entrar en la casa de un hombre fuerte y saquear sus bienes, si antes no le ata" Supongamos que alguien quiere robar en la casa de un hombre muy poderoso. No hay manera de hacerlo hasta que haya sometido a ese hombre poderoso. Cuando le tiene bien atado, entonces podrá desmantelar sus bienes, pero no antes. Lo que no tiene sentido es pensar que el dueño de la casa preste su ayuda al ladrón para que le robe. Y esto era precisamente lo que los escribas estaban diciendo: que el diablo estaba ayudando a Jesús a liberar las almas que éste tenía aprisionadas. El profeta Isaías expresó la misma idea de esta forma: (Is 49:24-25) "¿Será quitado el botín al valiente? ¿Será rescatado el cautivo de un tirano? Pero así dice Jehová: Ciertamente el cautivo será rescatado del valiente, el botín será arrebatado al tirano; y tu pleito yo lo defenderé, y yo salvaré a tus hijos." Jesús había encontrado al hombre fuerte, Satanás, y allí en el desierto le venció (Mr 1:13). Desde entonces había recorrido toda aquella región estropeando, frustrando y anulando sus malévolas obras (Mr 1:23-26) (Mr 1:34) (Mr 3:11-12). Jesús es mucho más poderoso que el diablo, tiene el poder para atarle y también para deshacer todas sus obras: (1 Jn 3:8) "... Para esto apareció el Hijo de Dios, para deshacer las obras del diablo". El propósito final del Señor es liberar a las almas y los cuerpos de los seres humanos que están bajo el dominio de Satanás. A esto se refiere cuando dice que "saquea su casa". Jesús enjuicia a los escribas Los escribas tenían una gran responsabilidad. Ellos conocían de primera mano que todo el ministerio de Jesús era una demostración directa y clara del Espíritu Santo. El mismo Nicodemo, un principal entre los judíos lo había dicho: (Jn 3:2) "Sabemos que has venido de Dios como maestro; porque nadie puede hacer estas señales que tú haces, si no está Dios con él". Pero ahora ellos, teniendo delante de sí mismos toda la evidencia, habían emitido un juicio condenatorio sobre Jesús. Le trataron de la peor forma posible, dijeron que estaba endemoniado y que era un aliado del mismo Beelzebú. Esta decisión, una vez tomada deliberadamente sería irreversible, y haría imposible cualquier arrepentimiento. Pero, ¿por qué era tan grave? ¿por qué dijo Jesús que este pecado no sería jamás perdonado, pero sí todos los demás? Para comenzar, fijémonos en cómo llamó Jesús a este pecado: "la blasfemia contra el Espíritu Santo". ¿Por qué se refirió a él de esta manera? Porque lo que estaban haciendo era resistir al Espíritu Santo. Esteban, antes de ser apedreado por dar testimonio de Jesús les dijo lo mismo: (Hch 7:51) "¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís siempre al Espíritu Santo; como vuestros padres, así también vosotros". Entonces tenemos que preguntarnos cuál era la obra del Espíritu Santo que ellos estaban resistiendo. En las Escrituras el Espíritu Santo tiene dos funciones principales: Revelar la verdad de Dios a las personas y capacitar a las personas para hacer la obra de Dios. Por lo tanto, cuando acusaron a Jesús de estar endemoniado, estaban resistiendo la revelación que el Espíritu Santo estaba dándoles acerca del Señor Jesucristo y de la naturaleza de sus obras. (Jn 16:8-11) El Espíritu Santo "convencerá al mundo de pecado, de justicia y de juicio. De pecado, por cuanto no creen en mí; de justicia, por cuanto voy al Padre, y no me veréis más; y de juicio, por cuanto el príncipe de este mundo ha sido ya juzgado." Si ellos estaban resistiendo de esta manera la obra del Espíritu Santo, ¿qué más podría hacer Dios para convencerles de su pecado y llevarles al arrepentimiento y al perdón? El Espíritu Santo había presentado delante de ellos el testimonio más claro posible de la Persona de Cristo, si lo rechazaban conscientemente, no había nada más que Dios les pudiera ofrecer. Si lo que Dios hacía por ellos para llevarles a la salvación, ellos lo interpretaban como obra del mismo Satanás, ¿qué más podía hacer Dios contra eso? Con esto cerraban la puerta definitivamente al Espíritu Santo. El asunto que estamos tratando es realmente serio: hay un estado de endurecimiento que incapacita al alma para el arrepentimiento. Todos recordamos el caso de Faraón en Egipto. Él se fue endureciendo ante cada nueva evidencia del poder de Dios que su siervo Moisés le mostraba, hasta que llegó un momento cuando Dios mismo consideró que había traspasado el límite y entonces ya no hubo retorno. Pero para el ladrón, el adúltero, el homicida hay esperanza. El mensaje del evangelio puede hacerle exclamar, "¡Oh Dios, ten misericordia de mí, pecador!". Pero cuando un hombre se ha endurecido, de modo que está decidido a no prestar atención alguna a los impulsos del Espíritu, ni siquiera a escuchar sus ruegos y advertencias, se ha colocado a sí mismo en el camino que lleva a la perdición. Algunas consideraciones sobre la blasfemia contra el Espíritu Santo Pecar contra el Espíritu Santo no es una acción o afirmación aislada, sino una actitud firme de hostilidad abierta hacia Dios que rechaza su poder salvador. Al tratarse de una actitud interna del corazón, que sólo Dios conoce en última instancia, ningún hombre se debe aventurar a hacer juicios sobre otros en el sentido de que tal persona ha blasfemado contra el Espíritu Santo. También se le llama "pecado de muerte" (1 Jn 5:16) (He 6:4-8). Y tiene su analogía en el Antiguo Testamento, donde Dios habla de un pecado cometido "con soberbia". No había sacrificio que se podía ofrecer para expiar tal pecado. Por ende, la persona que cometía dicho pecado "será cortada de en medio de su pueblo, por cuanto tuvo en poco la palabra de Jehová" (Nm 15:30-31). Este versículo ha preocupado a muchos creyentes, quienes temen haber cometido este pecado imperdonable. Pero cuando una persona está realmente preocupada por este asunto, está demostrando por su comportamiento, que no ha cometido dicho pecado. En otras ocasiones escuchamos de personas que dicen que nunca debemos cuestionar si algún ministerio (por ejemplo de sanidad), realmente se está desarrollando en el poder del Espíritu Santo, por el peligro de estar blasfemando contra el Espíritu Santo. Ante tal "chantaje espiritual", hay que recordar lo que leemos en (1 Jn 4:1), donde dice que debemos probar los espíritus, para ver si son de Dios. Por lo tanto, "probar" los espíritus no es sinónimo de "blasfemar contra el Espíritu Santo". Sin embargo, al evaluar dichos ministerios, debemos guardar nuestros corazones, de no estar "cerrados" al obrar del Espíritu Santo en la vida de otro creyente. Blasfemar es hablar mal de Dios, es rebajar su dignidad deliberadamente, insultarle. De esto aprendemos dos cosas muy importantes: El Espíritu Santo es una Persona y no una fuerza impersonal como algunos dicen. El Espíritu Santo es Dios, por eso la blasfemia contra él es un pecado muy grave. Para blasfemar contra el Espíritu Santo no es necesario ser un depravado moral, y estar inmersos en todos los vicios posibles. Recordemos que el Señor se estaba dirigiendo a personas muy religiosas, moralmente rectos según los criterios del mundo, meticulosos en sus expresiones religiosas. "Es reo de juicio eterno" Notemos finalmente que el Señor Jesús habló de la condenación eterna y de la posibilidad de que un hombre quede eternamente en el infierno. Esta es una verdad terrible, pero es una verdad, y no podemos cerrar los ojos ante ella, ni engañarnos pensando que es imposible que un Dios de amor nunca permitiría que nadie vaya al infierno.