miércoles, 24 de septiembre de 2008

VENCIO A LA MUERTE

Pasó un día, dos. Al tercero, la gloriosa victoria de Cristo se hizo pública. Por la mañana muy temprano, el sepulcro se estremeció. La piedra que cerraba la entrada fue quitada y el Hijo de Dios resucitó triunfante de entre los muertos. ¡Lleno de gloria! Venció sobre las leyes de la naturaleza. Según ellas, un cuerpo muerto entra en descomposición, en corrupción. Pero el salmista ya lo había profetizado: No dejarás mi alma en el Seol, ni permitirás que tu santo vea corrupción. Y Cristo triunfó sobre las leyes naturales. Venció a la muerte. El Cristo resucitado demostró su autoridad sobre ella.
Luego de resucitado, los ángeles vinieron a servirle, a atenderle. Uno quitó la piedra del sepulcro. Otro se sentó en el lugar donde El había sido puesto y anunció: No está aquí. Ha resucitado. Los ángeles estaban otra vez a su disposición. Había recuperado se señorío sobre ellos.
Luego, estando con los suyos, les dijo: Toda potestad me es dada en el cielo y en la tierra. Pero, ¿no se había despojado de todo al venir a esta tierra? ¿No lo había perdido todo? Sí, pero en el momento en que terminó de perderlo, comenzó a reconquistarlo nuevamente. El, resucitando, demostró ser aquel que tenía toda potestad en el cielo y en la tierra: sobre todos los reyes y gobernantes. Pablo dice en Romanos 13, que no hay autoridad establecida sino por El. Cristo triunfante y resucitado reconquistó su señorío sobre todo cuanto existe, y ahora es Señor de todo. De todo se desprendió para obrar nuestra redención y hacernos partícipes de su reino y gloria. Mas luego volvió a recuperarlo todo, y se declaró Señor del Universo.
Como tenía toda potestad en el cielo y en la tierra, dijo a sus seguidores: Id y haced discípulos. ¿A quiénes? A todas las naciones, porque yo tengo autoridad sobre ellas. Id y haced discípulos… y yo estoy con vosotros todos los días hasta el fin.
Habiendo dicho estas cosas, el Cristo se despidió de los suyos. Repentinamente sus pies comenzaron a desprenderse de la tierra allí sobre el Monte de los Olivos. Todos quedaron pasmados. Veían al Señor elevarse en los aires. El poder de la resurrección le levantaba. Una nube le cubrió finalmente, y no lo vieron más. Luego llegaron ángeles para dar instrucciones a los discípulos.

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