jueves, 31 de julio de 2014

COMO ENTRAR EN LA PRESENCIA DEL SEÑOR

Hebreos 4:14-16 Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro. —Hebreos 4:16 Mont Saint-Michel es una isla sometida a las mareas y ubicada a unos 800 metros de la costa de Normandía, en Francia. Durante siglos, ha albergado una abadía y un monasterio; una atracción para los peregrinos religiosos. Hasta que se construyó una calzada de acceso, se caracterizó por el peligro que significaba llegar hasta allí, lo que produjo la muerte de algunos visitantes. Durante la marea baja, está rodeada de bancos de arena, los cuales se cubren de agua en pleamar. Llegar a la isla daba mucho miedo. Para los judíos de la época del Antiguo Testamento, acceder a Dios también causaba temor. Cuando el Señor bramó desde el monte Sinaí, el pueblo tuvo miedo de acercase a Él (Éxodo 19:10-16). Y, cuando se abrió la posibilidad de llegar al Señor mediante el sumo sacerdote, había que cumplir instrucciones específicas (Levítico 16:1-34). Si se tocaba accidentalmente el arca del pacto, que representaba la presencia santa de Dios, el resultado sería la muerte (ver 2 Samuel 6:7-8). Pero ahora, por la muerte y la resurrección de Jesús, podemos acercarnos a Dios sin temor. La condena que Él estableció por el pecado fue satisfecha, y se nos invita a entrar en su presencia: «Acerquémonos, pues, confiadamente al trono de la gracia, para alcanzar misericordia y hallar gracia para el oportuno socorro» (Hebreos 4:16). Gracias a Jesucristo, podemos allegarnos a Dios mediante la oración en cualquier momento y lugar. —Mediante la oración, accedemos al instante a nuestro Padre celestial.

lunes, 28 de julio de 2014

MIRAR CON LOS OJOS DE DIOS

Habacuc 2:2-14 Aunque la visión tardará aún por un tiempo, […] sin duda vendrá… —Habacuc 2:3 Santiago y unos amigos hicieron un viaje a Nueva York durante las vacaciones escolares. Una tarde, tomaron un taxi y fueron a visitar el edifico Empire State. A Santiago, el recorrido por las calles le pareció caótico y peligroso; sin embargo, cuando llegó a la plataforma de observación del rascacielos y miró para abajo hacia las calles de la ciudad, quedó asombrado ante el orden y la organización. ¡Qué cambio le produjo esa nueva perspectiva! Habacuc aprendió una lección similar. Cuando miró la vida desde un punto de vista terrenal, le pareció que Dios era indiferente ante la maldad que invadía a la sociedad (Habacuc 1:2-4). Pero el Señor le dio una perspectiva divina y le mostró que la vida es más de lo que parece. Las acciones de los seres humanos no pueden desviar los propósitos de Dios (2:3). Aquellos que no tienen en cuenta a Dios parece que prosperan en el momento; pero, en última instancia, el Señor corregirá todo lo que está mal. Él actúa de manera soberana en todo lo que sucede para que cada situación lleve a cabo su buen propósito. Sin duda, los planes divinos se concretarán y lo harán en el momento apropiado (v. 3). Desde nuestra posición en la vida, no podemos distinguir el panorama completo; por eso, sigamos viviendo por fe y no por vista. Desde la perspectiva de Dios, todo obra para beneficio del creyente y para honra de Él. —Nuestro tiempo está en las manos de Dios; nuestra alma bajo su cuidado.

sábado, 26 de julio de 2014

CÓMO Y EN QUIÉN HAY QUE TENER ESPERANZA

Él creyó en esperanza contra esperanza. Romanos 4:18 Fuimos abrumados sobremanera más allá de nuestras fuerzas, de tal modo que aun perdimos la esperanza de conservar la vida… Dios… nos libró, y nos libra, y en quien esperamos que aún nos librará. 2 Corintios 1:8-10 La depresión es una prueba muy dolorosa. Esta enfermedad puede alcanzar, un día u otro, a cualquiera de nosotros. También podemos pasar por períodos de gran desánimo. La Biblia nos muestra el ejemplo de Job, cuya vida estuvo caracterizada por una buena relación con Dios. Defendía a los pobres, se ocupaba de los miserables y seguía la justicia (Job 29). “Era este hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (cap. 1:1). Sin embargo, le sobrevino una prueba tras otra. Repentina y brutalmente perdió todos sus bienes, y peor aún, todos sus hijos, luego fue azotado por una terrible enfermedad, sin comprender por qué le sucedía todo esto. Abandonado por sus familiares e incomprendido por sus amigos, pudo decir: Dios “ha hecho pasar mi esperanza como árbol arrancado” (cap. 19:10). Pero también clamó: “Yo sé que mi Redentor vive” (cap. 19:25). A pesar de tener grandes luchas, no dudó de Dios. Y Dios empleó ese tiempo de prueba para revelarse de una manera más íntima, más profunda (cap. 42:5). Amigos cristianos, si pasamos por momentos de desánimo, o incluso de desesperación, no perdamos nuestra confianza en Dios. Descansemos en la misericordia insondable del Señor y en sus promesas inmutables. Él es el “que nos amó” (Apocalipsis 1:5).

miércoles, 23 de julio de 2014

¿CÓMO ESCAPAREMOS NOSOTROS, SI DESCUIDAMOS UNA SALVACIÓN TAN GRANDE? Hebreos 2:3

En el nombre de Jesucristo… por él este hombre está en vuestra presencia sano. Y en ningún otro hay salvación. Hechos 4:10, 12 Una salvación perfecta Toda práctica religiosa que pretenda dar una respuesta a la conciencia atormentada y la paz con Dios es ilusoria si propone al individuo conseguirlo por sus propios medios. Esto sólo halaga el orgullo del hombre haciéndole creer que puede merecer su salvación. Pero la salvación sólo puede venir de Dios. Dios detesta el pecado y lo condena, pero ama al pecador y quiere reconciliarle con él. Como es justo, no puede cerrar los ojos ante nuestras faltas. La justicia divina condena el pecado y exige su justa retribución. El hombre es culpable y debe sufrir las consecuencias; nadie puede pagar a Dios el rescate por sus pecados. La Biblia dice que el hombre por sí mismo no lo logrará jamás, pues la redención de su vida es de gran precio (Salmo 49:8). Pero Dios, en su amor, nos dio un Salvador, Jesucristo, su propio Hijo. En la cruz Jesús fue mi sustituto, ocupó mi lugar; sufrió lo que yo merecía, recibió el castigo por mis faltas. Sufrió la justa ira de Dios por mis pecados. Si lo creo, Dios me concede su perdón y me libera gratuitamente, pues el precio ya fue pagado. “Cristo padeció una sola vez por los pecados, el justo por los injustos, para llevarnos a Dios” (1 Pedro 3:18). Contemplando, Señor, el miserable estado Y el abismo del mal do estuvimos aquí Quisiste Tú morir, librarnos del pecado, Que por nos en la cruz, llevaste sobre Ti. El sepulcro y Satán por Ti fueron vencidos; Vida e inmortalidad Tú sacaste a la luz; En gloria do Tú estás, pronto a tus redimidos Tendrás, cual galardón de la obra de tu cruz.

lunes, 21 de julio de 2014

¿HASTA NUESTRAS PALABRAS Y PENSAMIENTOS QUEDAN REGISTRADOS?

Mas yo os digo que de toda palabra ociosa que hablen los hombres, de ella darán cuenta en el día del juicio. Mateo 12:36 Señor, abre mis labios, y publicará mi boca tu alabanza. Salmo 51:15 Huellas imborrables No me agradó nada descubrir la huella de un pequeño pie en la superficie de cemento fresco, por lo cual llamé a los cuatro niños y les pregunté: «¿Quién caminó por aquí, a pesar de haberles prohibido hacerlo?». Nadie me respondió, pero el tamaño de la huella delataba al culpable. Era una huella imborrable que recordaría a este niño su desobediencia cada vez que pasara por allí. Así sucede con algunos de nuestros errores. Pueden dejar en nuestra mente y en la de los que nos rodean huellas e impresiones desagradables que en algunos casos jamás podrán ser borradas durante nuestra vida en la tierra. Pero sobre todo recordemos que Dios conoce todos nuestros pensamientos, palabras y hechos. Es un pensamiento impresionante, el cual podría ser desesperante sin la luz que nos da la Palabra. Por nosotros mismos no podemos borrar del libro de la vida ninguno de nuestros pecados. Sin embargo, Dios mismo los borrará en nuestro lugar, si vamos a él confesándole nuestra culpa y creyendo en su Hijo muerto y resucitado. Él prometió: “A ti agradó librar mi vida del hoyo de corrupción; porque echaste tras tus espaldas todos mis pecados. Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados… Yo deshice como una nube tus rebeliones, y como niebla tus pecados; vuélvete a mí, porque yo te redimí” (Isaías 38:17; 43:25; 44:22).

sábado, 19 de julio de 2014

AY DE MI SINO GUARDARE UNA SALVACIÓN TAN GRANDE

(Jesús dijo a la mujer Tus pecados te son perdonados. Lucas 7:48 Tu fe te ha salvado, ve en paz. Lucas 7:50 (Lea Lucas 7:36-50) Simón, un hombre muy religioso, había invitado a Jesús a su mesa. Durante la comida una mujer conocida por su mala conducta entró en la casa. Y llorando regaba los pies de Jesús con sus lágrimas. ¡Sin duda lágrimas de arrepentimiento! También derramó a sus pies un frasco de perfume, como prueba del honor y del aprecio que quería demostrar a Jesús. ¡Qué conmovedora escena! No habló, pero manifestó un sincero arrepentimiento y un amor que respondía a la gracia del Salvador. Lo que esta mujer hizo es lo que el Señor aprecia. Ella era consciente de la gran deuda que tenía con Dios y fue a Jesús con un corazón quebrantado y humillado (Salmo 51:17). ¡Qué contraste con la actitud de Simón! Antes de hablar a la mujer, el Señor tuvo que decirle “una cosa” (v. 40), pues conocía sus pensamientos secretos. Le explicó que esta mujer, a quien Simón miraba con menosprecio, en realidad lo había superado por su arrepentimiento, su fe y su amor (ver Mateo 21:31). Podríamos escuchar nuestro nombre en lugar del de Simón: «Una cosa tengo que decirte a ti también. Tal vez te compares a otros que no tienen tan buena reputación como tú, y te sientas privilegiado, pero lo que cuenta a mis ojos es el amor que se me manifiesta, las pruebas de ese amor». Jesús dijo a la mujer: “Tus pecados te son perdonados” (v. 48). ¿Hemos escuchado, personalmente, tal afirmación? Puedo apropiarme plenamente de ella cuando miro al Señor, muerto en la cruz, pero vivo en el cielo e intercediendo por mí.

lunes, 14 de julio de 2014

COMO SER UN CRISTIANO LIBRE

Dijo entonces Jesús a los judíos que habían creído en él: Si vosotros permaneciereis en mi palabra, seréis verdaderamente mis discípulos; y conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres. Juan 8:31-32 La libertad es una de nuestras mayores preocupaciones, pero no olvidemos que la libertad de uno termina donde empieza la del otro. En efecto, si cada uno vive como bien le parece, pronto llegará la catástrofe. ¡Cuántas obligaciones, e incluso daños, se imponen a los demás bajo el pretexto de la libertad! En el mundo laboral, por ejemplo, el rendimiento que los accionistas exigen a las empresas puede esclavizarlas. ¿Dónde podemos hallar ese marco de respeto al prójimo y los límites al ejercicio de la libertad? Muchos se imaginan que el cristianismo es una serie de «deberes» como: ir a la iglesia, confesarse, dar ofrendas, casarse, ser fiel… ¡Cuántas obligaciones! Entonces, ¿en qué nos hace libres el hecho de ser cristianos, como lo afirma Jesús? La libertad cristiana no consiste en elegir entre una serie de reglas de conducta. Surge de lo siguiente: al ser liberados de la esclavitud del pecado, podemos vivir tratando de agradar a Dios, siguiendo a Jesús quien, aunque no tenía pecado ni obligaciones que cumplir, no buscó agradarse a sí mismo, sino que pudo decir: “Yo hago siempre lo que le agrada” (Juan 8:29). Mostró una libertad generosa y atenta, buscando sin parcialidad el bien de los que lo rodeaban. La verdadera libertad que Jesús promete a los que creen en él y le siguen es el ser libre de rechazar lo que lo deshonra, lo que daña al prójimo como a sí mismo; y –en la misma actitud de gracia que él– el ser libre de amar incluso a nuestros enemigos.

viernes, 11 de julio de 2014

QUIÉN COMO EL QUE SABE TODAS LAS COSAS

… Sin que alcance el hombre a entender la obra que ha hecho Dios desde el principio hasta el fin. Eclesiastés 3:11 … A fin de conocer el misterio de Dios el Padre, y de Cristo, en quien están escondidos todos los tesoros de la sabiduría y del conocimiento. Colosenses 2:2-3 El poeta latino Virgilio exclama en las Geórgicas: «¡Feliz el que ha llegado a conocer las causas de las cosas!». Mucho antes que él, el rey Salomón hacía la siguiente pregunta: “¿Quién como el que sabe la declaración de las cosas?” (Eclesiastés 8:1). Esta pregunta sigue siendo un desafío a la sabiduría humana. Los descubrimientos más sorprendentes en todos los campos, la exploración de los astros como el estudio más avanzado de lo infinitamente pequeño, sólo conducen a descubrir nuevos problemas y a dejar cada vez más de lado la respuesta a las preguntas fundamentales: ¿Quiénes somos? ¿De dónde venimos? ¿A dónde vamos? Por muy inteligente que sea, el ser humano está encerrado dentro de los límites de su mente. Como el insecto que choca contra un cristal y se cansa tratando de alcanzar la luz, su búsqueda no lo conduce a ninguna parte y debe exclamar: “Vanidad de vanidades… todo ello es vanidad y aflicción de espíritu” (Eclesiastés 1:2, 14). Pero esta luz vino a nosotros desde afuera, desde ese exterior inaccesible. Dios se dio a conocer, habló y se revela mediante sus obras como el soberano Creador. A nosotros, criaturas perdidas y sufridas, nos revela la causa de nuestro estado. Todos pecamos; y por el pecado, el sufrimiento y la muerte entraron en el mundo. Nos mostró su amor dándonos un Salvador: Jesús. Sólo nos pide creer. ¡Esta es la única verdadera sabiduría!

miércoles, 9 de julio de 2014

DAVID MATA A GOLIAT

1 Samuel 17 1 Los filisteos juntaron sus ejércitos para la guerra, y se congregaron en Soco, que es de Judá, y acamparon entre Soco y Azeca, en Efes-damim. 2 También Saúl y los hombres de Israel se juntaron, y acamparon en el valle de Ela, y se pusieron en orden de batalla contra los filisteos. 3 Y los filisteos estaban sobre un monte a un lado, e Israel estaba sobre otro monte al otro lado, y el valle entre ellos. 4 Salió entonces del campamento de los filisteos un paladín, el cual se llamaba Goliat, de Gat, y tenía de altura seis codos y un palmo. 5 Y traía un casco de bronce en su cabeza, y llevaba una cota de malla; y era el peso de la cota cinco mil siclos de bronce. 6 Sobre sus piernas traía grebas de bronce, y jabalina de bronce entre sus hombros. 7 El asta de su lanza era como un rodillo de telar, y tenía el hierro de su lanza seiscientos siclos de hierro; e iba su escudero delante de él. 8 Y se paró y dio voces a los escuadrones de Israel, diciéndoles: ¿Para qué os habéis puesto en orden de batalla? ¿No soy yo el filisteo, y vosotros los siervos de Saúl? Escoged de entre vosotros un hombre que venga contra mí. 9 Si él pudiere pelear conmigo, y me venciere, nosotros seremos vuestros siervos; y si yo pudiere más que él, y lo venciere, vosotros seréis nuestros siervos y nos serviréis. 10 Y añadió el filisteo: Hoy yo he desafiado al campamento de Israel; dadme un hombre que pelee conmigo. 11 Oyendo Saúl y todo Israel estas palabras del filisteo, se turbaron y tuvieron gran miedo. 12 Y David era hijo de aquel hombre efrateo de Belén de Judá, cuyo nombre era Isaí, el cual tenía ocho hijos; y en el tiempo de Saúl este hombre era viejo y de gran edad entre los hombres. 13 Y los tres hijos mayores de Isaí habían ido para seguir a Saúl a la guerra. Y los nombres de sus tres hijos que habían ido a la guerra eran: Eliab el primogénito, el segundo Abinadab, y el tercero Sama; 14 y David era el menor. Siguieron, pues, los tres mayores a Saúl. 15 Pero David había ido y vuelto, dejando a Saúl, para apacentar las ovejas de su padre en Belén. 16 Venía, pues, aquel filisteo por la mañana y por la tarde, y así lo hizo durante cuarenta días. 17 Y dijo Isaí a David su hijo: Toma ahora para tus hermanos un efa de este grano tostado, y estos diez panes, y llévalo pronto al campamento a tus hermanos. 18 Y estos diez quesos de leche los llevarás al jefe de los mil; y mira si tus hermanos están buenos, y toma prendas de ellos. 19 Y Saúl y ellos y todos los de Israel estaban en el valle de Ela, peleando contra los filisteos. 20 Se levantó, pues, David de mañana, y dejando las ovejas al cuidado de un guarda, se fue con su carga como Isaí le había mandado; y llegó al campamento cuando el ejército salía en orden de batalla, y daba el grito de combate. 21 Y se pusieron en orden de batalla Israel y los filisteos, ejército frente a ejército. 22 Entonces David dejó su carga en mano del que guardaba el bagaje, y corrió al ejército; y cuando llegó, preguntó por sus hermanos, si estaban bien. 23 Mientras él hablaba con ellos, he aquí que aquel paladín que se ponía en medio de los dos campamentos, que se llamaba Goliat, el filisteo de Gat, salió de entre las filas de los filisteos y habló las mismas palabras, y las oyó David. 24 Y todos los varones de Israel que veían aquel hombre huían de su presencia, y tenían gran temor. 25 Y cada uno de los de Israel decía: ¿No habéis visto aquel hombre que ha salido? El se adelanta para provocar a Israel. Al que le venciere, el rey le enriquecerá con grandes riquezas, y le dará su hija, y eximirá de tributos a la casa de su padre en Israel. 26 Entonces habló David a los que estaban junto a él, diciendo: ¿Qué harán al hombre que venciere a este filisteo, y quitare el oprobio de Israel? Porque ¿quién es este filisteo incircunciso, para que provoque a los escuadrones del Dios viviente? 27 Y el pueblo le respondió las mismas palabras, diciendo: Así se hará al hombre que le venciere. 28 Y oyéndole hablar Eliab su hermano mayor con aquellos hombres, se encendió en ira contra David y dijo: ¿Para qué has descendido acá? ¿y a quién has dejado aquellas pocas ovejas en el desierto? Yo conozco tu soberbia y la malicia de tu corazón, que para ver la batalla has venido. 29 David respondió: ¿Qué he hecho yo ahora? ¿No es esto mero hablar? 30 Y apartándose de él hacia otros, preguntó de igual manera; y le dio el pueblo la misma respuesta de antes. 31 Fueron oídas las palabras que David había dicho, y las refirieron delante de Saúl; y él lo hizo venir. 32 Y dijo David a Saúl: No desmaye el corazón de ninguno a causa de él; tu siervo irá y peleará contra este filisteo. 33 Dijo Saúl a David: No podrás tú ir contra aquel filisteo, para pelear con él; porque tú eres muchacho, y él un hombre de guerra desde su juventud. 34 David respondió a Saúl: Tu siervo era pastor de las ovejas de su padre; y cuando venía un león, o un oso, y tomaba algún cordero de la manada, 35 salía yo tras él, y lo hería, y lo libraba de su boca; y si se levantaba contra mí, yo le echaba mano de la quijada, y lo hería y lo mataba. 36 Fuese león, fuese oso, tu siervo lo mataba; y este filisteo incircunciso será como uno de ellos, porque ha provocado al ejército del Dios viviente. 37 Añadió David: Jehová, que me ha librado de las garras del león y de las garras del oso, él también me librará de la mano de este filisteo. Y dijo Saúl a David: Ve, y Jehová esté contigo. 38 Y Saúl vistió a David con sus ropas, y puso sobre su cabeza un casco de bronce, y le armó de coraza. 39 Y ciñó David su espada sobre sus vestidos, y probó a andar, porque nunca había hecho la prueba. Y dijo David a Saúl: Yo no puedo andar con esto, porque nunca lo practiqué. Y David echó de sí aquellas cosas. 40 Y tomó su cayado en su mano, y escogió cinco piedras lisas del arroyo, y las puso en el saco pastoril, en el zurrón que traía, y tomó su honda en su mano, y se fue hacia el filisteo. 41 Y el filisteo venía andando y acercándose a David, y su escudero delante de él. 42 Y cuando el filisteo miró y vio a David, le tuvo en poco; porque era muchacho, y rubio, y de hermoso parecer. 43 Y dijo el filisteo a David: ¿Soy yo perro, para que vengas a mí con palos? Y maldijo a David por sus dioses. 44 Dijo luego el filisteo a David: Ven a mí, y daré tu carne a las aves del cielo y a las bestias del campo. 45 Entonces dijo David al filisteo: Tú vienes a mí con espada y lanza y jabalina; mas yo vengo a ti en el nombre de Jehová de los ejércitos, el Dios de los escuadrones de Israel, a quien tú has provocado. 46 Jehová te entregará hoy en mi mano, y yo te venceré, y te cortaré la cabeza, y daré hoy los cuerpos de los filisteos a las aves del cielo y a las bestias de la tierra; y toda la tierra sabrá que hay Dios en Israel. 47 Y sabrá toda esta congregación que Jehová no salva con espada y con lanza; porque de Jehová es la batalla, y él os entregará en nuestras manos. 48 Y aconteció que cuando el filisteo se levantó y echó a andar para ir al encuentro de David, David se dio prisa, y corrió a la línea de batalla contra el filisteo. 49 Y metiendo David su mano en la bolsa, tomó de allí una piedra, y la tiró con la honda, e hirió al filisteo en la frente; y la piedra quedó clavada en la frente, y cayó sobre su rostro en tierra. 50 Así venció David al filisteo con honda y piedra; e hirió al filisteo y lo mató, sin tener David espada en su mano. 51 Entonces corrió David y se puso sobre el filisteo; y tomando la espada de él y sacándola de su vaina, lo acabó de matar, y le cortó con ella la cabeza. Y cuando los filisteos vieron a su paladín muerto, huyeron. 52 Levantándose luego los de Israel y los de Judá, gritaron, y siguieron a los filisteos hasta llegar al valle, y hasta las puertas de Ecrón. Y cayeron los heridos de los filisteos por el camino de Saaraim hasta Gat y Ecrón. 53 Y volvieron los hijos de Israel de seguir tras los filisteos, y saquearon su campamento. 54 Y David tomó la cabeza del filisteo y la trajo a Jerusalén, pero las armas de él las puso en su tienda. 55 Y cuando Saúl vio a David que salía a encontrarse con el filisteo, dijo a Abner general del ejército: Abner, ¿de quién es hijo ese joven? Y Abner respondió: 56 Vive tu alma, oh rey, que no lo sé. Y el rey dijo: Pregunta de quién es hijo ese joven. 57 Y cuando David volvía de matar al filisteo, Abner lo tomó y lo llevó delante de Saúl, teniendo David la cabeza del filisteo en su mano. 58 Y le dijo Saúl: Muchacho, ¿de quién eres hijo? Y David respondió: Yo soy hijo de tu siervo Isaí de Belén.

martes, 8 de julio de 2014

EL SEÑOR QUIERE DECIRTE LO QUE TE FALTA PARA HEREDAR LA VIDA ETERNA

Marcos 10:17-31 (Mt. 19.16-30; Lc. 18.18-30) 17 Al salir él para seguir su camino, vino uno corriendo, e hincando la rodilla delante de él, le preguntó: Maestro bueno, ¿qué haré para heredar la vida eterna? 18 Jesús le dijo: ¿Por qué me llamas bueno? Ninguno hay bueno, sino sólo uno, Dios. 19 Los mandamientos sabes: No adulteres. No mates. No hurtes. No digas falso testimonio. No defraudes. Honra a tu padre y a tu madre. 20 El entonces, respondiendo, le dijo: Maestro, todo esto lo he guardado desde mi juventud. 21 Entonces Jesús, mirándole, le amó, y le dijo: Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz. 22 Pero él, afligido por esta palabra, se fue triste, porque tenía muchas posesiones. 23 Entonces Jesús, mirando alrededor, dijo a sus discípulos: !!Cuán difícilmente entrarán en el reino de Dios los que tienen riquezas! 24 Los discípulos se asombraron de sus palabras; pero Jesús, respondiendo, volvió a decirles: Hijos, !!cuán difícil les es entrar en el reino de Dios, a los que confían en las riquezas! 25 Más fácil es pasar un camello por el ojo de una aguja, que entrar un rico en el reino de Dios. 26 Ellos se asombraban aun más, diciendo entre sí: ¿Quién, pues, podrá ser salvo? 27 Entonces Jesús, mirándolos, dijo: Para los hombres es imposible, mas para Dios, no; porque todas las cosas son posibles para Dios. 28 Entonces Pedro comenzó a decirle: He aquí, nosotros lo hemos dejado todo, y te hemos seguido. 29 Respondió Jesús y dijo: De cierto os digo que no hay ninguno que haya dejado casa, o hermanos, o hermanas, o padre, o madre, o mujer, o hijos, o tierras, por causa de mí y del evangelio, 30 que no reciba cien veces más ahora en este tiempo; casas, hermanos, hermanas, madres, hijos, y tierras, con persecuciones; y en el siglo venidero la vida eterna. 31 Pero muchos primeros serán postreros, y los postreros, primeros. ¿Qué nos falta para ser felices? ¿Un trabajo mejor, otra vivienda o un teléfono nuevo? No, ¡eso nunca será suficiente! ¿Una buena salud, un cónyuge agradable o unos amigos atentos? ¡Eso tampoco será suficiente! La verdadera felicidad está relacionada con la vida eterna. Éste hombre muy rico preguntó a Jesús cómo obtener la vida eterna, y él le respondió: “Una cosa te falta: anda, vende todo lo que tienes… y ven, sígueme”. ¡Para obtener lo que le faltaba, ese hombre debía deshacerse de lo que tenía! Para obtener la vida eterna, debía seguir a Jesús. El hombre que hizo esta pregunta no respondió al llamado de Jesús, y se fue triste. La publicidad transmite un trágico error muy común: trata de hacernos creer que la felicidad está ligada a los bienes materiales. ¡Pero es falso! Además, si nos aferramos a esos bienes, nuestro corazón correrá el riesgo de cerrarse a Dios. Para seguir a Jesús y gozar junto a él la felicidad que anhelamos, debemos desprendernos interiormente de nuestros bienes, tanto materiales como culturales, de todo lo que nos estorba o nos impide seguir al Señor. Pero, ¿dónde hallar el deseo y la fuerza para hacerlo? En el llamado de Jesús para seguirlo, en su amor que nos atrae hacia él. El que mediante la fe responde afirmativamente al llamado de Jesús halla una paz y una felicidad más profunda y grande que todas las alegrías de este mundo. Nace de nuevo y vive del amor de Cristo, para seguir sus pisadas sirviéndole cada día con humildad.

sábado, 5 de julio de 2014

RESISTID AL DIABLO, Y HUIRÁ DE VOSOTROS

No hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago. Romanos 7:19 Velad y orad, para que no entréis en tentación; el espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil. Mateo 26:41 Cuando iba para la escuela, Andrés se detuvo ante un puesto de frutas. Como no vio a nadie, ni en la tienda ni en la calle, el niño tomó una manzana y la metió en su bolsillo. Pero el vendedor vio al pequeño ladronzuelo, lo atrapó y lo reprendió severamente: «Espero que sea la primera vez que tomas algo que no te pertenece. ¡Pero más te vale que también sea la última!». Ya adulto, Andrés aún recuerda la lección que aprendió aquel día. También recibió el perdón de sus pecados por medio de Cristo, comprendió que además podía ser liberado del poder del pecado (Romanos 8:2) y resistir a la tentación. Desde el huerto de Edén, la humanidad siempre estuvo tentada a hacer el mal. El apóstol Santiago describe así la espiral del mal: “Cada uno es tentado, cuando de su propia concupiscencia es atraído y seducido. Entonces la concupiscencia, después que ha concebido, da a luz el pecado; y el pecado, siendo consumado, da a luz la muerte” (cap. 1:14-15). No son nuestras buenas intenciones, ni siquiera una firme determinación, lo que nos hace resistir a la tentación. Pedro, el discípulo de Jesús, tenía la buena intención de permanecer fiel a su Maestro, pero no pudo velar ni siquiera una hora con él la noche antes de la crucifixión, ¡e incluso lo negó! “El espíritu a la verdad está dispuesto, pero la carne es débil”, dijo el Señor (Mateo 26:41). Sólo por el poder del Espíritu Santo seremos guardados de sucumbir ante las trampas del tentador.

miércoles, 2 de julio de 2014

COMO TRABAJAN LOS ENGAÑADORES

Ya no seamos niños fluctuantes, llevados por doquiera de todo viento de doctrina, por estratagema de hombres que para engañar emplean con astucia las artimañas del error. Efesios 4:14 Hablad verdad cada uno con su prójimo. Efesios 4:25 El término “estratagema” significa concretamente «engaño», «astucia». Y esto es lo que algunos hacen cuando explican la Palabra de Dios desviándola hábilmente de su sentido. Los apóstoles ya habían puesto en guardia a los demás creyentes sobre este tipo de engañadores. ¿Cómo podemos reconocerlos? Leyendo atentamente la Palabra de Dios, en oración y con una actitud humilde, para que ella nos forme. Entonces Dios mismo, mediante su Espíritu, nos “guiará a toda la verdad” (Juan 16:13). Es significativo que los apóstoles, al igual que los profetas del Antiguo Testamento, nos adviertan continuamente sobre esta falsificación y alteración de las Santas Escrituras, que empezaban ya en aquella época. Entre las maneras de actuar de los falsos maestros de la Biblia, la más corriente consiste en sacar un pasaje de su contexto, o incluso el dar una importancia especial a un pasaje de la Biblia, como si, por ejemplo, los evangelios fuesen superiores a las epístolas. La Biblia forma una unidad, Antiguo y Nuevo Testamento, y la aplicación de las verdades contenidas en estas dos grandes partes debe hacerse con la inteligencia que Dios da a los que reciben humildemente la enseñanza y la ponen en práctica. No obstante, las enseñanzas del Nuevo Testamento son las que se aplican directamente a nuestro tiempo. La Palabra de Dios nos conduce siempre a Jesucristo. “La verdad (que) está en Jesús” (Efesios 4:21).