viernes, 31 de octubre de 2008

EN EL BARCO DE SALVAMENTO

El que cree en el Hijo tiene vida eterna; pero el que rehúsa creer en el Hijo no verá la vida, sino que la ira de Dios está sobre él. (Juan 3:36)

No hay término medio: salvado, si no, perdido. Mientras un náufrago no ha subido al barco de salvamento, está perdido. Y note bien esto: para estar perdido no es necesario estar hundido en toda clase de vicios; basta que permanezcamos siendo lo que somos por naturaleza, “por cuanto todos pecaron, y están destituidos de la gloria de Dios” (Romanos 3:23).
Un evangelista había predicado sobre este texto: “¿Qué debo hacer para ser salvo?” (Hechos 16:30). Después de ese llamado de la gracia de Dios, un impugnador creyó ponerle en apuros al preguntarle:
-¿Qué debo hacer para estar perdido?
-Siga siendo lo que usted es –fue la tajante respuesta del siervo de Dios.
Innumerables personas corren por el espacioso camino que lleva a la perdición, porque cierran sus oídos a las advertencias del Dios Salvador quien las impele al arrepentimiento. No se formulan preguntas y no se preocupan por dónde acaba su vida. ¡Qué locura! No obstante, su indiferencia no les impide estar perdidas.
Pero Dios ama al lector y nos encarga de anunciarle una grande y buena nueva: Jesucristo “vino a buscar y a salvar lo que se había perdido” (Lucas 19:10). El murió para expiar nuestros pecados en la cruz. Él resucitó e invita a creer en su perfecta obra. Acuda a él hoy mismo.

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