viernes, 10 de octubre de 2008

VAGONES BIEN ENGANCHADOS

Bernabé… cuando llegó, y vio la gracia de Dios, se regocijó, y exhortó a todos a que con propósito de corazón permaneciesen fieles al Señor. (Hechos 11:23)

Separados de mí nada podéis hacer. (Juan 15:5)

Usted puede ser buen marido, buen padre y hombre honrado; estas cualidades, muy apreciables, en particular por sus allegados, no tienen ninguna influencia en su suerte eterna. Su moralidad, sus buenas relaciones con sus semejantes, aun su generosidad, nada de todo esto le abre la puerta del cielo. No son las ideas de los hombres ni la opinión general las que pueden esclarecer nuestra mente ni tranquilizar nuestro corazón. La Palabra de Dios sí lo puede hacer.
Los asientos de un vagón de ferrocarril, por lujosos que sean no avanzan al tren. Lo importante es que el vagón esté enganchado a la locomotora. Eso es todo. Usted puede subirse al compartimiento de primera clase e instalarse confortablemente. Si el vagón no está enganchado al resto del tren, éste partirá sin usted. La fe es ese vínculo para el creyente. No hay ninguna fuerza motriz en el conjunto que une el vagón con el resto del tren; su importancia se debe a su función de vínculo. De igual modo la fe no tiene otro valor más que el de unirnos al Salvador crucificado. “El que cree en el Hijo tiene vida eterna” (Juan 3:36)
Aunque el enganche que une los vagones a la maquina sea muy sólido, puede producirse una rotura. Pero Cristo nunca engaña a un alma que confía en él. “El que nos confirma… en Cristo… es Dios, el cual también nos ha sellado, y nos ha dado las arras del Espíritu en nuestros corazones” (2ª Corintios 1:21-22).

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