jueves, 2 de octubre de 2008

UN LIBRO VIVIENTE (1)

Atended el consejo, y sed sabios, y no lo menospreciéis. Bienaventurado el hombre que me escucha… porque el que me halle, hallará la vida, y alcanzará el favor del Señor. (Proverbios 8:33-35)

La Biblia es esa palabra viva que nos impresiona por su maravillosa adaptación a nuestras circunstancias y a nuestros estados de ánimo. Se dirige a nosotros tan a propósito y con tanta frescura como si hubiese sido dictada hoy mismo y especialmente para nosotros. Nada se asemeja a las sagradas Escrituras. Tomo un relato humano de la misma fecha que los libros de Moisés. Si lo encontrase, ¿qué vería usted en él? Una curiosa reliquia de la antigüedad, un documento anticuado, sin utilidad para nadie, que sólo trata de un orden de cosas y de un estado de la sociedad ya pasados desde hace mucho tiempo y caídos en el olvido.
Al contrario, la Biblia es el Libro del día, adaptado a todas las edades, a todas las clases y a todas las condiciones. Generalmente habla un lenguaje tan simple que un niño lo puede comprender y al mismo tiempo tan profundo que la más vasta inteligencia no lo puede agotar. Ante todo, va derecho al corazón; toca las fuentes más escondidas de nuestro ser moral; nos juzga completamente. Ella es “viva y eficaz, y más cortante que toda espada de dos filos… y discierne los pensamientos y las intenciones del corazón” (Hebreos 4:12)
¡Qué privilegio poseer tal libro, tener en las manos una Revelación divina, poseer la historia moral dada por Dios del pasado, del Presente y del porvenir de la humanidad en general y de cada uno en particular!

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