martes, 26 de agosto de 2014

SER HOMBRES DE VERDAD COMO EL HIJO DEL HOMBRE

Hermanos, no seáis niños en el modo de pensar, sino sed niños en la malicia, pero maduros en el modo de pensar. 1 Corintios 14:20 Velad, estad firmes en la fe; portaos varonilmente, y esforzaos. 1 Corintios 16:13 «¡Sea hombre!», dicen a veces los adultos a un adolescente, es decir, haga como nosotros, siga nuestras pisadas. ¡Déjese llevar por las mismas tendencias! Malamente dicen: ¡Si uno no bebe alcohol, no es un hombre, si no tiene libertad sexual, no es un hombre! Y, para mostrarse hombre, uno hace callar la conciencia, sus propias convicciones, si las tiene, y se deja llevar por sus impulsos… así pierde su alma e influencia a otras personas a seguir la misma dirección. ¡Ah, esos hombres «valientes», incapaces de resistir ante una sonrisa burlona! ¡Esos hombres «fuertes», que ceden ante cualquier tentación! ¡Esos hombres «libres», esclavos de sus intereses, de sus pasiones, de la opinión de los demás! En cambio, la Palabra de Dios nos dice algo totalmente diferente: “Portaos varonilmente” (1 Corintios 16:13), pero como hombres que saben permanecer puros, sobrios, que respetan a los demás, se respetan a sí mismos y resisten al mal. Como hombres dignos que se enfrentan a las burlas para obedecer al Señor Jesucristo, y de este modo se atreven a desafiar la opinión de los demás. Estos son los hombres a quienes forma la Biblia, cuando la creen y la obedecen, pues hay dos maneras de «ser hombres»: vivir en el mundo según nuestra naturaleza llevada por nuestra propia voluntad, por nuestras codicias, o vivir según la nueva vida que Dios nos dio mediante la fe en Cristo, quien nos amó (Efesios 5:2) e hizo de nosotros hijos de Dios, hombres según Dios.

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