lunes, 18 de agosto de 2014

ES MEJOR CONFIAR EN EL SEÑOR QUE EN EL HOMBRE (SALMO 118:8)

Mirad a mí, y sed salvos… porque yo soy Dios, y no hay más. Isaías 45:22 El universo es un inmenso libro que está continuamente abierto ante mí: “Los cielos cuentan la gloria de Dios” (Salmo 19:1). Me deja entrever el poder eterno y la divinidad de su autor (Romanos 1:20), pero no me dice lo que soy para Dios. ¿Quién me lo puede mostrar? Puedo examinar mis pensamientos, analizar mis sentimientos, juzgar mis actos, pero sólo veo lo que soy a mis propios ojos y no lo que Dios piensa de mí. Sólo él puede revelarme a la vez lo que él es y lo que yo soy. Lo podemos leer en un libro: la Biblia. La Biblia declara: “Todos se desviaron, a una se han corrompido” (Salmo 14:3). Tengo que reconocerlo humildemente, sin ocultarlo. La Biblia declara que Dios es santo, que es perfecto, puro, feliz en sí mismo. El mal no puede estar en su presencia; tiene que juzgarlo. Por lo tanto, tal como soy me es imposible tener una buena relación con Dios. Pero la Biblia no se detiene en esta triste constatación, sino que presenta un mensaje de gracia. Si afirma que estoy perdido debido al pecado, también me dice que puedo ser salvo mediante Jesucristo. Me muestra mi miseria moral, pero al mismo tiempo me revela la gracia de Dios, la cual es mayor que mi miseria. La Biblia me condena, pero si reconozco mi estado y creo en Jesucristo, me asegura que soy lavado por la sangre de Cristo derramada en la cruz, justificado ante Dios y adoptado por él como su amado hijo. Dios mete el dedo en la repugnante llaga de mi pecado, pero luego cura perfectamente la herida.

No hay comentarios: