martes, 29 de julio de 2008

EL IDIOMA DEL REINO DE LA LUZ

¿Cuál es el idioma del reino de Dios? La alabanza. ¿Qué idioma se habla en el cielo? Pues, la alabanza. ¡Allí, todos alaban! Todos dicen: “Gracias, Señor… ¡Gloria al Señor!... ¡Aleluya! “Si pudieras hacer un viajecito al cielo, y volver, nos dirías:
Todos allí hablan el idioma de la alabanza. ¡Ninguno se queja! Mientras que en el infierno no hay ninguno que alaba, en el cielo no hay ninguno que se queja, Abajo, todo es queja; arriba, todo alabanza.
¿A qué país perteneces tú? ¿Qué idioma utilizas? Tu lenguaje delata quién está reinando en tu corazón. La alabanza es el idioma del pueblo triunfante, victorioso. El ejército vencedor vuelve de la batalla cantando, aclamando. Hay tono de victoria en su marcha, hay alabanza. ¿Por qué? Porque vencieron. ¿Con qué pueblo estás identificado? ¿Cuál es el lenguaje que domina tus labios?
A veces, nuestra conducta lleva a confusión. Por ejemplo, cuando nos sentamos a la mesa, inclinamos las cabezas y decimos: “Gracias, Señor, por este pan. Amén”. Luego, tomamos la cuchara, la introducimos en el plato y…
-¡Qué sopa tan desabrida!
¿Cómo? ¿Recién estábamos alabando, y ahora nos estamos quejando? ¿Qué idioma hablamos? ¡Alabamos y nos quejamos! Las dos cosas. ¿A qué reino pertenecemos?
Durante el culto todos cantamos: “El es soberano, domina sobre todas las cosas…” Luego salimos fuera.
-¡Este colectivo no llega más! –y empiezan a salir quejas de nuestro corazón.
Estamos en una reunión, alabando al Creador del cielo y de la tierra, y al salir nos quejamos del tiempo, del calor, del frío o del semáforo. Nos parece que al Dios que gobierna el universo algunas circunstancias de nuestra vida se le escapan de las manos, particularmente la luz de los semáforos cuando estamos apurados.
Naturalmente, yo puedo a veces hacer comentarios sobre el tiempo, el costo de la vida, o la situación social; también es necesario que discipline y corrija a mis hijos, que llame la atención a mi empleado, o que reclame a mi patrón. Pero en otro tono. Sin quejarme. La queja es un espíritu del reino de las tinieblas que va tiñendo de su mismo tono oscuro la conversación, todo lo que decimos.
La gente nos escucha y no nos entiende. A veces, decimos “¡Aleluya!... ¡Gloria a Dios!”, y a veces nos quejamos, igual que ellos.

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