jueves, 19 de junio de 2008

DAVID EXALTA AL VERDADERO REY DE ISRAEL

En el campo, bajo los árboles, bajo las estrellas, David había aprendido a conocer a Dios y le había proclamado Señor de su vida. Sus salmos y alabanzas le reconocen como Rey de Israel; más aún, como Rey de las naciones: OH Jehová, Señor nuestro, cuán grande es tu nombre en toda la tierra.
De modo que cuando David ocupa el trono, enseña al pueblo a reconocer al auténtico Rey de Israel, diciendo:
-No soy yo el verdadero rey de Israel, sino Jehová. A El debemos obediencia. A El le debemos honra.
Para David, cada culto es una fiesta de gloria; ese es el momento en que el pueblo se reúne para celebrar al Señor. Por eso proclama:
-El Rey está en medio del pueblo. Aclamadle. Es digno de suprema alabanza. A El se debe dar gloria, a El aplaudir y no a mí. Batid palmas, levantad las manos, alabadle con danzas, bendecid su nombre. Cantad con júbilo delante del Rey de toda la tierra.
Si en la historia ha habido un hombre que haya enseñado a toda su generación a alabar a Dios, ese fue David. Y no sólo a su generación, sino a todas las que le siguieron. ¡El es mi profesor de alabanza!

DIOS JURA A DAVID

Siendo David rey, Dios afirma su trono para siempre mediante juramento: Hice pacto con mi escogido; juré a David mi siervo, diciendo: para siempre confirmaré tu descendencia, y edificaré tu trono por todas las generaciones (Salmo 89:3,4). Levantaré descendencia después de ti, a uno de entre tus hijos, y afirmaré su reino… y yo confirmaré su trono a alguien que se sentará en su trono para siempre.
A David le sucede en el trono su hijo Salomón; éste tiene un hijo llamado Roboam quien, cuando Salomón muere, ocupa el trono. Entonces ocurre una sublevación. Jeroboam, uno de los generales de Salomón, viendo que Roboam no anda en los caminos de su padre, se rebela contra él y quiere reinar en su lugar. Como resultado, el reino de Israel (que hasta entonces se había conservado en unidad), se divide en dos. Roboam se sienta en el trono de David, en Jerusalén, sobre la casa de Judá. Para decirlo más exactamente, reina sobre las tribus de Judá y Benjamín, en tanto Jeroboam gobierna sobre la casa de Israel (las diez tribus del norte). Pero el trono corresponde realmente a Roboam, por ser descendiente de David.
En los libros de Reyes y Crónicas se ve correr la historia de estas dos líneas de reyes a través de varias generaciones. Pasan los años, los reyes se suceden. Llega el cautiverio, luego la restauración, y aproximadamente diez siglos después del rey David, nace un descendiente suyo llamado Jesús, en un pueblo conocido por Belén, de una mujer de nombre María.

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