domingo, 4 de mayo de 2008

LEE PARA CAPTAR LOS DETALLES

No te detengas en las primeras impresiones. Ahora que has visto la Biblia desde la perspectiva de un rascacielos, desciende hasta la planta baja, para que también tengas la perspectiva desde la acera. En este punto, conviene seguir ciertos pasos.

1) Comienza por leer un libro a la semana. No es tan difícil como suena. Puedes leer el libro más largo dedicándole menos de una hora diaria. Simplemente divídelo en siete partes iguales, reserva un tiempo especial para leer todos los días, y crea el hábito de leer la Biblia.
2) Utiliza un cuaderno de apuntes. No te limites a leer. Toma notas al mismo tiempo. Subraya los pasajes de la Biblia que te parecen importantes, y anota en tu cuaderno cualquier pregunta que se te ocurra o cualquier idea que te inspire el Espíritu Santo mientras lees.
Se usa a menudo el cuaderno cuando se lee la Biblia, y también cuando se hace oraciones. Tomando nota de lo que Dios dice de uno. Al fin y al cabo, es por eso que debemos leer la Biblia. Es más que Palabra de Dios; es la Palabra de Dios dirigida A CADA UNO. Pues bien, si Dios está hablando con cada uno de nosotros, más vale tomar nota de lo que nos está diciendo. Así que, casi siempre es conveniente leer la Biblia con un cuaderno abierto al costado y con el bolígrafo preparado para anotar el mensaje personal que Dios envía.
Escribir tiene un efecto en la mente. El plasmar los pensamientos sobre el papel ayuda a grabarlos en nuestro cerebro. Es bueno ver a la gente tomando notas en la iglesia, para referirse a ellas más adelante. Algunos anotan directamente en las páginas de la Biblia. Cuando se llena, consiguen otra.
3) Lee con devoción. Te recomiendo leer la Biblia con seriedad, como si estudiaras un libro. Sin embargo, para lograr el máximo aprovechamiento de la vida cristiana, deberás leerla con devoción, confiando en que Dios te hará descubrir “pepitas de oro” cuando sumerjas tu criba en sus aguas. Permíteme darte un ejemplo que ilustra esto, algo que le ocurrió a cierto hombre hace varios años.
Un día reencontraba solo en su cabañita en las montañas Blue Ridge, en Carolina del Norte. Habían pasado unas cuantas semanas desde la muerte de su padre, y él había ido a la cabaña con su esposa e hijos, para tratar de aceptar su pena. Una tarde, estaba él sentado en una vieja mecedora, en el porche delantero de la cabaña, mirando las manchas de brillantes colores otoñales que salpicaban las montañas. Abrió su Biblia en el Salmo 23, uno de sus predilectos. Lo leyó con cierta indiferencia, pero sus ojos se detuvieron en el versículo cuarto: “Tu vara y tu cayado me infunden aliento”. (Salmo 23:4)
Durante los cuarenta últimos años, su padre había mejorado la propiedad donde se encontraba su cabaña. Había desbrozado el terreno y contratado un albañil para que construyera un muro de piedra a lo largo del camino de acceso; él y un viejo amigo y vecino. Amaba el lugar, y solía visitarlo durante los calurosos meses del verano, para escapar del calor de la Florida. También le gustaba ir en el otoño, para sentarse en el porche, mecerse en la mecedora y disfrutar de los hermosos colores de la naturaleza. Por dondequiera que mirara, veía la firma de su padre en aquella propiedad.
Alzó la vista de su Biblia, con lágrimas de dolor en los ojos, y vio, en un rincón del porche, el bastón predilecto de su padre. El lo había tallado de una rama de rododendro. Aunque se parecía mucho a una cachiporra irlandesa, para él era mucho más que eso. Todavía escuchaba la voz de su padre en aquel día, cuando era ya todo un hombre de mundo en su segundo año de la universidad, aún lejos del Señor. Su padre, que había entregado su vida a Jesucristo el verano anterior, había terminado de tallar y pulir el bastón. Lo alzó para que él lo admirara, sonriendo le dijo:
“De ahora en adelante, cada vez que veas este viejo bastón, recordarás que es la vara y el cayado de Dios, que te trae seguridad”.
De pronto desapareció la pena, y en su lugar estaba la Presencia de Dios.
Lee con devoción, y permite a Dios encontrarte donde más lo necesitas, tal vez por medio de un versículo sencillo o de un pequeño recuerdo a la mano.
4)Has preguntas. La Biblia puede soportar un examen sincero. Pregunta cuándo sucedió algún acontecimiento, porqué se incluyó en la Biblia, donde sucedió, quién escribía, acerca de quién se escribía y a quién se escribía. Pregunta qué significó entonces y qué debe significar para ti. No te sientas frustrado si tu análisis plantea más preguntas de las que puedas contestar. Te estás metiendo en un gran pozo de conocimiento espiritual que no tiene límites, pero que apagará cualquier sed.
5)Responde. El estudio de la Biblia no es un fin. Es un medio para lograr un fin. Muchas personas han estudiado la Biblia, e incluso se la han aprendido de memoria, pero no han respondido personalmente al llamado que les hace. Estudiamos la Biblia para poder descubrir –y aplicar- la voluntad de Dios respecto de nuestras vidas. Tu estudio pondrá al descubierto muchas cosas que Dios desea que realices. Pero, a menos que respondas, todos tus estudios de la Biblia carecerán de sentido.
Una vez leí acerca de una mula que estaba en medio de dos montones de heno exactamente iguales. Tenía mucha hambre, pero la pobre bestia no podía decidir de cuál montón comer, así es que se murió de inanición.
Con frecuencia nos encontramos en la misma situación que aquella mula. Leemos la Biblia, y en ella encontramos la voluntad de Dios respecto de nuestras vidas. Sin embargo, como esa voluntad generalmente entra en conflicto con otros aspectos de nuestra vida, simplemente nos quedamos sin hacer nada… y nos morimos de hambre.
Jenny Lind, el Ruiseñor Sueco, cuyo verdadero apellido era Goldschmidt, tuvo gran éxito como cantante de ópera. Fue en una época la cantante más rica y más famosa del mundo. Un día, en la cima de su fabulosa carrera, abandonó los escenarios y jamás volvió, pues eligió vivir en completo retiro.
Cierto día, una inglesa amiga suya, la encontró sentada en la escalinata de la pequeña cabaña que tenía en la playa.
Observaba una magnifica puesta de sol sobre el mar, y tenía una Biblia abierta sobre sus rodillas. Empezaron a conversar, y finalmente la amiga inglesa hizo la pregunta inevitable: “Señora Goldschmidt ¿Cómo es que abandonó el escenario cuando se encontraba en la cumbre del éxito?”.
La famosa cantante contestó tranquilamente: “¿Qué más podía hacer, si cada día me hacía pensar mucho en esto? “, dijo poniendo una mano sobre la Biblia, “y nada en aquello”, terminó, señalando la puesta del sol.
Jenny Lind hizo más que leer la Biblia. También respondió al llamado que le hizo a su vida.
6) Aprende tu Biblia. Nada mejor para convertir la Biblia en parte de tu vida que el aprender de memoria algunos versículos. “En mi corazón atesorado tu palabra”, dijo el salmista, “para no pecar contra ti”. Salmo 119:11). Recuerdo que Jesucristo es el “Verbo”, y es su presencia la que nos impide pecar contra Dios, pero el aprenderse de memoria las Sagradas Escrituras y guardarlas en nuestro corazón mantiene fresca la Presencia de Cristo.
Algunos prisioneros de guerra en Vietnam del Norte contaron cómo reunieron trozos de las Sagradas Escrituras que habían aprendido de memoria, para integrar una Biblia parcial. Fueron estos versículos los que ayudaron a algunos de ellos a sobrevivir aquellos terribles años de encarcelamiento.
Algunos establecieron una pauta para aprender la Biblia de memoria; la practicaron durante años y consistía en memorizar un versículo por semana. Otros prefieren aprenderse capítulos completos de una vez. Un amigo escribe versículos en tarjetas que guarda en la visera de su automóvil. Cuando hace alto en un semáforo, baja la visera y se pone a memorizar. Otro amigo que trabaja como piloto y lleva misioneros en avioneta por las grandes extensiones de la selva amazónica. El estudia sus tarjetas de textos mientras vuela. Un famoso maestro de la Biblia afirma que el secreto para sobreponerse a una incapacidad –incurable- de aprendizaje fue aprenderse de memoria partes de la Biblia. Otro dice que memorizar pasajes de la Biblia le ayudó a dejar de tartamudear.
“Lámpara es a mis pies tu palabra, y luz para mi camino”, proclamó el rey David (Salmo 119:105). Guárdala en tu corazón y te traerá luz interior.
7) Utiliza auxiliares de la Biblia. Existe una gran cantidad de buenos libros que te ayudarán a estudiar la Biblia. Recuerda que ningún libro sobre la Biblia es tan bueno como la Biblia misma, pero el uso de auxiliares de estudio te facilitará la tarea. He aquí algunos libros que querrás conseguir para auxiliarte:

Concordancias. Son índices de todas las palabras contenidas en la Biblia y los lugares en que figuran. Por ejemplo, supongamos que recuerdas que hay un versículo que habla del “valle de tinieblas”, como buscarías cualquier palabra en el diccionario. Encontrarás entonces varias referencias bíblicas después de cada palabra. Con “valle” encontrarás varias referencias. En Joel 4:14 se habla del “valle de la decisión”, y en el cantar de los cantares 2:1 se menciona un “lirio de los valles”. Si sigues buscando, encontrarás la referencia al “valle de sombra de muerte” en el Salmo 23:4.

Diccionarios bíblicos. Son una mezcla de diccionario y enciclopedia en un solo volumen, que contienen colecciones de artículos que explican los lugares, los personajes y otros temas de la Biblia...

Comentarios. Son explicaciones continuas de la Biblia, capítulo por capítulo (a veces versículos por versículos). Explican de qué trata el texto. Hay desde colecciones de varios volúmenes con explicaciones sumamente completas de cada versículo, hasta obras sencillas de un solo tomo.
Auxiliares bíblicos. Existe un buen número de libros acerca de la Biblia. Te recomiendo visitar una buena librería o tienda de Biblias en tu ciudad y pedir al dependiente que te muestre lo que hay. Te asombrará la vasta colección de libros, mapas y guías de estudio que puedes comprar. Quizás te recomienden también un buen curso de estudios bíblicos por correspondencia más serio de la Biblia.
Un último comentario importante. Si bien resulta conveniente leer la Biblia a solas “tranquilamente”, es emocionante estudiarla como parte de un grupo. Hay muchos grupos de estudio bíblico en cada país.
Muchos de ellos forman parte de iglesias que creen en la Biblia. Estudias la Biblia como parte de un grupo te da acceso a lo que el Espíritu Santo está enseñando a otros. También te ayudará a evitar interpretaciones erróneas. Por lo tanto, aunque es recomendable el estudio de la Biblia en privado como parte de tu vida diaria, es bueno también encontrar un pequeño grupo de personas (ya sea un grupo de estudio bíblico que se reúne una noche en la semana, o tal vez una clase dominical en una iglesia cercana) y empieces a estudiar junto con otros que también están ansiosos por aprender más acerca de la fuerza para vivir, a través del estudio de la Biblia.
Sobre todo, es de esperar que recuerdes que no es la Biblia, sino el AUTOR de la Biblia, con quien necesitas relacionarte. Se dice que Gainsborough, el pintor, anhelaba ser músico. Compraba toda suerte de instrumentos musicales y trataba de tocarlos. En cierta ocasión, cuando se enteró que un gran violinista arrancaba música arrebatadora a su instrumento, Gainsborough compró el violín que el maestro tocaba tan primorosamente. Pensaba que, si poseía aquel maravilloso instrumento, sin duda lograría tocar también. Sin embargo, pronto aprendió que la música no estaba en el violín, sino en el violinista.
Existe una vieja historia acerca de dos hombres a quienes se les pidió recitar el Salmo 23, en un aula enorme. Uno de ellos era orador adiestrado en retórica y en las técnicas dramáticas. Recitó el salmo con mucha emoción. Cuando terminó, el público lo vitoreó, e incluso le pidió que lo repitiera para volver a escuchar su maravillosa voz.
Luego el otro hombre, que era mucho mayor, repitió las mismas palabras: “El Señor es mi pastor, nada me falta…”. Sin embargo, cuando terminó no se escucho el más leve ruido en el aula. En cambio, todos estaban sumidos en un profundo estado de devoción y oración.
Entonces, el primer hombre, el orador, se puso de pie. “Tengo algo que confesar”, dijo. “La diferencia entre lo que acaban de escuchar de labios de mi viejo amigo y lo que escucharon de mí es esta: Yo conozco el Salmo del Pastor, pero mi amigo conoce al Pastor del Salmo”.
Eso, amigo mío, es fuerza para vivir.

“Miren tus ojos hacia delante, y fíjese tu mirada en lo que está frente a ti. Fíjate en el sendero de tus pies, y todos tus caminos serán establecidos. No te desvíes a la derecha ni a la izquierda, aparta tu pie del mal”. (Proverbios 4:25-27)

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