domingo, 23 de noviembre de 2008

UNA CONMOVEDORA CARTA

Oye, hijo mío, la instrucción de tu padre, y no desprecies la dirección de tu madre. (Proverbios 1:8)

Retened la doctrina que habéis aprendido, sea por palabra, o por carta nuestra. (2ª Tesalonicenses 2:15)

A mis hijos Pierre, Louis y Cyrus du Moulin:
19 de Octubre de 1649
No puedo dejaros muchos bienes en el mundo, pero, como herencia, os dejo el conocimiento de Dios y su bendición. Cuando no tengáis más padre en la tierra, os quedará aquel que está en el cielo, infinitamente mejor. Las bendiciones que puedo daros solamente son oraciones y deseos, pero, cuando Dios nos bendice, no sólo nos da sus bienes sino que también nos hace capaces de poseerlos.
De él debéis depender enteramente. Su voluntad debe ser la regla de la vuestra. Amad lo que Dios ha hecho y haced lo que él ama. Él quiere una alegre hombría de bien, un gozo legítimo, una prudente sencillez y una piedad sin fraude ni hipocresía. El hombre que ama a Dios se complace en hablarle. No solamente quiero hablar de las acostumbradas oraciones de la noche y de la mañana que hacéis en vuestras familias, sino que quiero hablar principalmente de las que se hacen en lo secreto. No seáis grandes habladores. Los toneles vacíos retumban más que los llenos.
La lectura de la Escritura sea una santa costumbre en vuestras familias. Resuenen en ellas las alabanzas a Dios. La oración sea en ellos como el perfume de la noche y de la mañana. No se cierre vuestra puerta al pobre ni vuestro oído al grito del afligido. En resumen, vuestras casas sean como pequeños templos en los cuales Dios sea servido cuidadosamente. Pierre du Moulin (1568-1658)

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