martes, 12 de agosto de 2008

2º:JESUCRISTO ES EL SEÑOR DE MI TIEMPO

Y perseveraban en la doctrina de los apóstoles, en la comunión unos con otros, en el partimiento del pan y en las oraciones…
Y perseverando unánimes CADA DIA en el templo, y partiendo el pan en las casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada día a la iglesia los que habían de ser salvos
(Hechos 2:42, 46,47)
Perseveraban. ¡Qué linda palabra! ¿En qué perseveraban? En estar juntos. Si había una reunión de doctrina, de enseñanza, allí estaban todos. Si de oración, estaban todos. En el partimiento del pan, la Cena del Señor, no faltaba nadie. Parece que el lema de la iglesia primitiva era: Toda la iglesia en todas las actividades. Así dice: Perseveraban unánimes cada día… todos estaban juntos…
Notemos algo. Allí había 3.000 personas que no estaban habituadas a concurrir a reuniones. En Pentecostés o en la Pascua, iban al templo, como religiosos, y regresaban a sus lugares, Quizá algunos de los más devotos irían al santuario una vez por semana. Pero en ese momento hubo una revolución sus vidas, Experimentaron algo completamente diferente, y comenzaron a reunirse todos los días. Cada día, en el templo y por las casas. ¿Cómo pudieron, si tenían tantas cosas que hacer? El trabajo, la casa, la chacra, los negocios.
Cuando alguien reconoce a Cristo como su Señor, el ritmo, el programa de su vida diaria, cambia. Hay una revolución. Y eso es lo que se observó en ellos. ¿Cuántas veces por semana te reúnes? Algunos dicen: “Pastor, dé gracias si voy el domingo”. Tales personas aún piensan que concurriendo están haciendo un favor a la iglesia o al pastor.
La iglesia verdadera es aquella en la cual cada miembro proclama y demuestra con su vida que Jesucristo es el Señor de su tiempo. Si El me quitara por unos minutos el aire que respiro, ya mi tiempo no sería más mío. Porque, ¿Qué es el tiempo, esa sucesión de momentos, y que controlo con reloj y almanaque? Es sencillamente el desarrollo de mi vida. Así que si El es Señor de mi vida, es también Señor de mi tiempo, porque mi tiempo es mi vida que va transcurriendo aquí sobre la tierra. Eso es el tiempo. Es sabio, pues, decirle a Dios: “Padre, tú eres mi Señor, dueño mío y de todo lo que tengo. El tiempo que tengo también es tuyo. Los días que tengo son tuyos. Las semanas, los años, mi vida entera”.
¿Quién es el Señor de tu tiempo? En el evangelio del reino las palabras de Jesucristo suenan con mucha claridad: Buscad primeramente el reino de Dios y su justicia, y todas estas cosas os serán añadidas. ¿Cuáles son “todas estas cosas”? Jesús decía: No os afanéis por vuestra vida, que habéis de comer y vestir… La gente a nuestro alrededor está envuelta en un ritmo tal que lo único por lo cual se preocupa es por el dinero que va a ganar, por el pan que va a comer, por la ropa que va a vestir, por la casa que va a tener, por el auto que va a comprar. Ese es su ritmo de vida. Pero en los días de los apóstoles surgió una comunidad en la que se invirtieron los valores de la vida. Primero, el reino de Dios; luego las demás cosas. Debemos poner nuestro tiempo a la disposición del Señor, para participar del culto congregacional, de las reuniones de oración y enseñanza en los hogares, para ayudar a los necesitados, bendecir nuevos hogares, etc. Debes ir transformando tu programa, de acuerdo con lo que el Señor manda. No digas “No tengo tiempo”. ¿Cuántas horas tienes por día? ¿Quién tiene 23 horas por día? ¡Ninguno! Todos tenemos 24. Yo también. ¿Quién tiene 25? Nadie. ¡Todos tenemos 24 horas por día! Tú dices: “No tengo tiempo”. ¿Cómo no vas a tener tiempo? Tienes tiempo; lo que pasa que lo has llenado de otras cosas.
-Hermano, esta noche tenemos una reunión.
-Mire… vengo de trabajar diez horas. Salgo de casa a las 6 de la mañana, vuelvo a las 4 o a las 5. Tomo algo y luego siempre hay algo que hacer… Y ya llega la hora de acostarse. Hermano, mire, si hago tiempo (esto es: “si me sobra tiempo”) voy a ir.
-Hermano el domingo a la tarde tenemos un encuentro muy importante; no debes faltar.
-OH, tengo tantas cosas que hacer… Bueno, si las termino, voy.
Por tu respuesta podemos deducir que en primer lugar están tus cosas, y después Dios. Si te sobra tiempo irás a alabar al Señor.
En mi casa hay un recipiente, con una tapa arriba: es el recipiente de la basura. ¿Sabes lo que se pone allí? ¡Lo que sobra! ¡Los desperdicios! Si te sobra tiempo, ponlo allá, con la basura. No se lo traigas a Dios. No vamos a hacer un culto a Dios con las primicias. ¡Porque El es Dios: El merece lo mejor! Vamos a buscar primero su reino, primero su gloria. ¿Y las demás cosas? El nos va a ayudar. ¿Por qué no le dices a Dios: “Señor, Tú estás antes que todo en mi vida, y lo demuestro poniéndote a ti primero, y ocupándome en tus cosas”?
Desde luego, tendrás que ir haciendo los cambios necesarios. A medida que el derramamiento del Espíritu Santo aumente, y el río de Dios fluya como esperamos, no nos van a alcanzar una o dos reuniones por semana. El culto a Dios, los grupos de oración, la evangelización, la comunión, el amor entre los hermanos y el discipulado, nos van a exigir dedicar la vida. Y eso en la práctica, se llama tiempo.
¿Cuántas veces por semana se reunía la iglesia primitiva? Todos los días en el templo, y por las casas. Perseveraban en la doctrina, en la comunión, en las oraciones, en la enseñanza. Es decir, vivían para el reino de Dios. Vivían para una sola cosa.
Muchas veces el tiempo no nos alcanza porque somos desordenados. Las cosas desordenadas ocupan mucho espacio. Si en tu guardarropa pones todo lo que viene a la mano en forma desordenada, llegará el momento en que tendrás que decir, “Acá no entra nada más.” ¡Un momento! Si sacas todo afuera, y empiezas a acomodar, a doblar y a ordenar, descubrirás que te sobra medio ropero. ¡Y tú pensabas que ibas a tener que comprar otro!
¡Así es también con tu tiempo! Somos desordenados. Perdemos muchísimos ratos libres. La mujer en la casa debe tener un programa ordenado de trabajo; saber cómo va a desarrollar cada cosa. Lo mismo el hombre, el muchacho, el estudiante. Cuando establezcas y respetes un orden adecuado, verás entonces como te sobra tiempo aún para las añadiduras.
Para ordenar tu tiempo, tienes que respetar un orden de prioridades, ¿Es Cristo lo primero en tu vida? Entonces, a El debes dedicar las primicias de tu tiempo. A partir de allí y alrededor de esto debes ordenar el resto de las cosas de acuerdo a su importancia.

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