martes, 5 de febrero de 2008

¿POR QUE NOS SALVAMOS POR LA FE?

¿Por qué se ha escogido a la fe como medio de la salvación? Sin duda se hace con frecuencia esta pregunta. “Por gracia sois salvos mediante la fe,” es sin contradicción una de las doctrinas de las Escrituras, plan y arreglo de Dios; pero, ¿por qué es así? ¿Por qué se ha escogido la fe y no más bien la esperanza, el amor o la paciencia?
Nos conviene la modestia al responder a esta pregunta, porque los caminos de Dios no son siempre comprensibles, ni se nos permite ser presuntuosos poniéndoles en telas de juicio. Quisiéramos responder humildemente que, en cuanto comprendamos nosotros, se ha elegido la fe como medio de la gracia, porque en la fe hay una capacidad natural propia para servir de recibidor. Supongamos que voy a dar una limosna a un pobre: la pongo en sus manos, ¿Por qué? No sería propio ponerla en sus oídos, ni en sus pies; la mano parece haber sido hecha a propósito para recibir. Así en nuestra constitución mental, la fe se ha creado a propósito para recibir: es la mano del alma que tiene la capacidad de recibir la gracia.
Permítaseme decir esto con mucha claridad. La fe que recibe a Cristo es un hecho tan sencillo como cuando un niño recibe de ti una manzana, porque tú la extiendes con tu mano prometiéndosela, si viene a tomarla. En este caso la fe y el recibir se refieren a una manzana; pero constituyen precisamente el mismo hecho que tratándose de la salvación eterna. Lo que es la mano del niño en orden a la manzana, esto es tú fe en orden a la salvación perfecta en Cristo. La mano del niño no hace la manzana, ni la mejora, ni la merece: sólo la acepta. Y la fe se ha elegido por Dios para ser la recibidora de la salvación, porque no pretende crear la salvación, ni ayudar a mejorarla, sino que está contenta de recibirla humildemente. “La fe es la lengua que pide perdón, la mano que la recibe, el ojo que la ve, pero no es el precio que la compra.” La fe nunca hace para sí su propia defensa, sino que reposa todo su argumento en la sangre de Jesucristo. Ella viene a ser la buena criada que trae las riquezas del Señor Jesús al alma, pues reconoce de quién las recibió y confiesa que únicamente la gracia se las encargó.
Por otra parte se escogió sin duda a la fe, porque ella da toda la gloria a Dios. La salvación es mediante la fe para que sea por gracia, y es por gracia para que nadie se gloríe, porque Dios no sufre el orgullo. “Al altivo mira de lejos, “y no desea estarle más cerca. De ningún modo concederá la salvación a nadie sobre un plan que engendre o fomente orgullo. Pablo dice: “No por obras para que nadie se gloríe.” Ahora bien, la fe excluye toda gloria. La mano que recibe limosna no dice: “Me tienen que dar las gracias, porque ha aceptado la limosna;” esto sería un gran absurdo. Cuando la mano lleva el pan a la boca, no dice al cuerpo: “Dame gracias, porque yo te alimento.” Cosa muy sencilla es la que hace la mano, si bien muy necesaria, y nunca se atribuye gloria alguna por lo que hace. Así es que Dios ha escogido la fe para recibir el don inefable de su gracia, por cuanto no puede atribuirse crédito alguno, sino en cambio adorar al Dios de toda gracia que es Dispensador de toda dádiva perfecta. La fe pone la corona en la cabeza del Digno y por lo mismo Cristo quiso poner la corona sobre la fe, diciendo: “Tu fe te ha salvado; vete en paz.”Además, Dios escoge la fe como medio de salvación, porque esto es un modo seguro de unir al hombre con Dios. Cuando el hombre confía en Dios, resulta esta confianza un punto de contacto entre ellos que garantiza la bendición de parte del Señor. La fe no salva, porque nos hace acogernos a Dios y así nos une a El. Con frecuencia he usado el ejemplo siguiente que debo repetir por no tener otro mejor. Se dice que, hace años, un bote volcó encima de las cataratas de Niágara siendo llevados corriente abajo dos hombres, cuando los espectadores en la orilla lograron echarles una cuerda, a la cual los dos se acogieron. Uno de ellos permanecía agarrado a la cuerda y fue tirado sano y salvo a tierra. Pero el otro viendo una viga grande flotando en el agua, dejó imprudentemente la cuerda y se acogió a la viga que le parecía cosa de más bulto y mejor para agarrarse a ella. Pero ¡ay! La corriente formidable lanzó la viga con el hombre al abismo, porque no había contacto entre la viga y la orilla. El tamaño respetable de la viga no hizo bien ninguno al pobre que se acogió a ella: lo que faltaba era contacto con la tierra. Así cuando una persona confía en sus obras, en sacramentos u otra cosa de semejante naturaleza, no se salvará, porque no hay unión entre él y Cristo; pero la fe, aún cuando pareciera cuerda delgada, está en las manos de Dios en la orilla; su poder infinito tira de la cuerda de contacto y así se rescata el hombre de la perdición. Gloriosa bienaventuranza es la fe, porque mediante la misma quedamos unidos a Dios.
Por otra parte, se ha escogido la fe, porque ella toca los resortes de la acción. Aún en las cosas ordinarias de la vida, cierta clase de fe está a la raíz de todo. Pienso que acaso no me equivoco, si afirmo que nada hacemos sino mediante alguna clase de fe. Si atravieso mi habitación, es porque creo que me llevarán mis piernas. El hombre come, porque cree en la necesidad de alimentarse; acude a su negocio, porque cree que hay valor en el dinero; acepta una letra, porque cree que el banco lo redimirá. Colón descubrió América, porque creía que otro continente había al otro lado del océano; y los puritanos lo colonizaron, porque creían que Dios estaría con ellos en esas orillas de rocas. Las obras más grandes han nacido de la fe: para bien o mal la fe obra maravillas mediante la persona en que existe. La fe en su forma natural es una fuerza vencedora que entra en toda clase de obra humana. Es probable que quién más se burle de la fe en Dios, es el que de ella más tiene de mala calidad: en verdad este es quién cae en una credulidad que diríamos ridícula, si no fuera tan desgraciada. Dios concede la salvación a la fe, porque creando la fe en nosotros, toca el resorte principal de nuestros sentimientos y acciones. Para decirlo así, se apodera de las baterías pudiendo así enviar la corriente sagrada a todas partes de nuestro ser. Al creer en Cristo, habiéndose el corazón acogido a Dios, somos salvos del pecado, siendo llevados al arrepentimiento, a la santidad, al celo santo, a la oración, a la consagración y toda otra cosa de la divina gracia. "Lo que es el aceite para las ruedas; lo que son las pesas para el reloj, las alas para el pájaro, las velas para el buque, esto es la fe para los deberes y servicios santos." Ten fe y todas las demás gracias serán el resultado y continuarán viniendo.
Además la fe tiene virtud de obrar por el amor: empuja las afecciones hacia Dios y el corazón hacia las cosas mejores, a Dios agradables. El que cree en Dios, amará a Dios sin falta. La fe es cosa del entendimiento, no obstante procede también del corazón. "Con el corazón se cree para justicia," y por tanto Dios concede la salvación a la fe, porque esta vive vecina de las afecciones y es pariente cercano del amor, siendo el amor la madre y nodriza de todo acto y sentimiento santo. El amor de Dios equivale a obediencia, el amor de Dios es santidad. El amar a Dios y amar al prójimo es llegar a ser conforme a la imagen de Cristo, lo que significa salvación.
Por otra parte, la fe produce paz y gozo; quien la tiene, descansa tranquilo y disfruta de contento y gozo, lo que es cierta preparación para el cielo. Dios concede todos los dones celestes a la fe, entre otras razones porque la fe obra en nosotros la vida y el espíritu que serán eternamente manifiestas en el mundo mejor de la gloria. La fe nos procura la armadura para la vida presente y proporciona la educación para la venidera. Ella pone al hombre en condiciones tanto para vivir como para morir sin temor; le prepara tanto para el trabajo como para el sufrimiento; y de aquí que el Señor lo ha escogido como el medio más a propósito para comunicarnos la gracia y mediante la misma asegurarse de nosotros para la gloria.
Por cierto, la fe nos sirve mejor que otra cosa ninguna proporcionándonos paz, gozo y descanso espiritual. ¿Por qué procuran los hombres conseguir la salvación por otros medios? Dice un teólogo de los antiguos: "Un criado necio, a quien se manda abrir una puerta, pone su hombro contra la misma empujándola con todas sus fuerzas, pero la puerta no cede, no se mueve y no puede entrar por mucho que se esfuerce. Otro viene con una llave, abre la puerta y entra con toda facilidad. Los que procuran salvarse por sus obras están empujando las puertas del cielo sin resultado alguno; pero la fe es la llave que abre inmediatamente." Querido lector/a, ¿no quieres tú valerte de tal llave? El Señor te manda creer en su Hijo amado, por lo mismo debes hacerlo y haciéndolo así vivirás. ¿No es esta la promesa escrita en los evangelios: "El que creyere y fuere bautizado, será salvo?" Marcos 16:16. ¿Que podrás tú alegar contra un plan de salvación que se recomienda perfecto tanto a la misericordia como a la sabiduría del Dios de gracia?

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