martes, 22 de enero de 2008

¿QUE ES LA FE?

¿Qué es esa fe, de la cual se dice: “Por gracia sois salvos mediante la fe? Existen muchas explicaciones de la fe; pero casi todas las que he visto, me han dejado más ignorante que antes de leerlas. Podemos explicar la fe hasta que nadie la entienda. Cierto predicador negro dijo al leer un capítulo de la Biblia que iba a embrollarlo, lo que probablemente hizo, si bien intentaba decir que iba a explicarlo. Espero que no me haga culpable del mismo error. La fe es la cosa más sencilla del mundo, y acaso por esta misma sencillez sea de más difícil explicación.
¿Qué es la fe? Se compone de tres cosas: conocimiento, creencia y confianza. Primero viene el conocimiento. “¿Cómo creerán a Aquel de quien no han oído?” Necesito saber de un hecho antes de que me sea posible creerlo. “La fe es por el oír.” Es preciso oír para saber lo que se ha de creer. “En ti confiarán los que conocen tu nombre.” Algún conocimiento es esencial para la fe; de aquí la importancia de conseguir conocimiento. “Inclinad vuestros oídos, y venid a mí; oíd y vivirá vuestra alma;” tal era la palabra del profeta antiguo, y tal es la palabra de Dios todavía. Escudriña las Escrituras y aprende lo que el Espíritu Santo enseña respecto a Jesucristo y su salvación: “Porque es menester que el que a Dios se allega, crea que le hay, y que es galardonador de los que le buscan.” ¡Concédete el Espíritu Santo espíritu de conocimiento y de temor del Señor! Entérate del propósito que Dios tiene para con tú vida: entérate de su buena nueva, de cómo habla del perdón gratuito, del cambio de corazón, de la adopción en la familia de Dios, y de bendiciones innumerables de otras clases. Entérate especialmente acerca de Jesucristo, el Hijo de Dios, el salvador de toda la humanidad, unido con nosotros por su naturaleza, no obstante de ser uno con Dios, siendo así idóneo para obrar como Mediador entre Dios y los hombres, capacitado para colocar su mano entre ambos y de ser el eslabón entre el pecador y el juez de toda la tierra. Procura conocer a Jesucristo más y más. Procura conocer de un modo especial la doctrina del sacrificio expiatorio de Cristo, ya que el punto principal en que la fe salvadora se fija principalmente es este: “Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí, no imputándoles sus pecados.” Procura saber que Jesús fue hecho por nosotros maldición, como está escrito: Maldito cualquiera que es colgado en madero.” Aprópiate bien de la doctrina acerca de la obra de la substitución de Cristo, porque en ella está el más bendito consuelo para los hijos de los hombres culpables, puesto que Dios “le hizo pecado por nosotros, para que nosotros fuésemos hechos justicia de Dios en El.” La fe principia por el conocimiento.
De aquí pasa el alma a la creencia de que estas cosas son verdaderas. El alma cree que Dios existe y que oye el clamor de los corazones sinceros, que las buenas nuevas proceden de Dios, que la justificación por la fe es la gran verdad que Dios ha revelado en estos postreros tiempos con más claridad que antes. Luego el corazón cree que Jesús en realidad de verdad es nuestro Dios y Salvador, el Redentor de los hombres, el Profeta, Sacerdote y Rey de su pueblo. Todo esto lo acepta el alma como verdad cierta y fuera de duda. Pido a Dios que llegues a esta fe en seguida. Afírmate bien en la creencia de que la sangre de Jesucristo, el Hijo de Dios, nos limpia de todo pecado: que su sacrificio expiatorio fue perfecto y plenamente aceptado por Dios en lugar del hombre, de suerte que el que en Jesús cree, no es condenado. Cree en estas verdades, como crees en otras afirmaciones, porque la diferencia entre la fe común y la fe salvadora consiste principalmente en los objetos de la creencia. Cree en el testimonio de Dios, como crees en el testimonio de tu propio padre o de algún amigo. “Si recibimos el testimonio del hombre, mayor es el testimonio de Dios.”
Hasta aquí has ido adelantando en el camino de la fe: sólo falta una parte más para completarla, a saber: la confianza. Entrégate confiado al Dios de misericordia; pon tu confianza en las buenas nuevas de gracia; abandona tu alma confiadamente al Salvador muerto y resucitado por ti; contempla confiando la limpieza de tus pecados en la sangre expiatoria de Jesús; acepta cual tuya su justicia perfecta, y todo está bien. La confianza es la esencia vital de la fe: sin ella no hay fe salvadora. Los puritanos solían explicar la fe usando la palabra”reclinación,” en el sentido de apoyarse reclinado sobre algo. Apóyate con todo tu peso sobre Cristo. Me expresaría más claramente, si dijera: Extiéndete tendido, recostado sobre la Roca de los siglos. Abandónate en los brazos de Jesús, entrégate, descansa en El. Habiéndolo hecho así, has puesto la fe en práctica. La fe no es cosa ciega, puesto que principia por el conocimiento. No es cosa de conjeturas, por cuanto la fe se funda en hechos ciertos. No es cosa de sueños, porque la fe encomienda su destino reposadamente a la verdad de la revelación divina. Esto es un modo de explicar la fe. No sé si sólo he logrado embrollar el asunto.
Permítaseme otra prueba. La fe es creer que Cristo es lo que se dice ser y que hará lo que ha prometido hacer y esperar que cumpla lo prometido. Las Escrituras hablan de Jesucristo como Dios, Dios manifestado en carne humana; como perfecto en su carácter; como sacrificio expiatorio por nuestros pecados, como quién lleva nuestros pecados en su cuerpo sobre el madero. Las Escrituras hablan de él como quién ha acabado la prevaricación, concluido el pecado e introducida la justicia eterna. El Documento Sagrado nos dice además que resucitó de entre los muertos, que vive para siempre intercediendo por nosotros, que ha ascendido a la gloria, tomando posesión de ella para favor de su pueblo y que pronto volverá para “juzgar al mundo en justicia y a su pueblo con equidad.” Debemos creer firmemente que así es, ya que así lo hizo saber el Dios Padre, diciendo: “Este es mi Hijo amado; a él oíd.” A este rinde testimonio también el Espíritu Santo, porque el Espíritu Santo ha testificado de Cristo tanto por la palabra inspirada como por diversos milagros y su obra en los corazones de los hombres. Nos es preciso creer que es verdadero este testimonio.
La fe cree también que Cristo hará lo que ha prometido: que habiendo prometido no echar a nadie fuera de los que a él acuden, es cierto que no nos echará a nosotros si acudimos a él. La fe cree que, habiendo él dicho: “El agua que yo le daré, será una fuente de agua que salte para vida eterna,” esto debe ser verdad, de modo que si nosotros recibimos de Cristo esta agua de vida, permanecerá en nosotros y saltará en nosotros como corrientes de una vida santa. Cualquiera cosa que Cristo haya prometido hacer, la hará, y debemos creerlo, de suerte que de su mano esperemos el perdón, la justificación, la protección y la gloria eterna, todo según lo prometido a los que creen en él.
Luego viene el siguiente paso necesario. Jesús es lo que dice ser, Jesús hará lo que ha prometido hacer, y por lo tanto debemos cada cual confiar en él, diciendo: “Me será lo que ha dicho que es y me hará lo que ha prometido hacer; y yo me entrego a las manos del que se ha encargado de la salvación para que me salve a mí a mí. Descanso en su promesa confiando en que hará lo que ha dicho.” Tal es la fe salvadora, y quién la posee, tiene vida eterna. Cualesquiera que fuesen los peligros y pruebas, tinieblas y temores, debilidades o pecados, el que así cree en Jesucristo no es condenado, ni vendrá jamás a condenación, y es digno de confianza total porque no solamente que su palabra merece todo el crédito sino que ya lo demostró al resucitar como lo había prometido al tercer día y con la venida del Espíritu Santo también se confirma y cumple con todas las promesas de la tarea que Este iba a realizar enseñándonos, recordándonos y confirmándonos todo lo anticipado.
Deseo que te sirva para algo esta explicación. Confío que el Espíritu de Dios lo usará para llevar al lector la paz inmediatamente. “No temas; cree solamente y verás la gloria de Dios.” Confía y reposa en paz.
Pero temo que el lector quede contento con el mero conocimiento de lo que sea preciso hacer sin nunca hacerlo. Mejor es la fe más pobre obrando que el mejor conocimiento en las regiones de la fantasía. La gran cosa es creer de hecho en Jesús en este mismo momento. No te preocupes de distinciones y definiciones. El hambriento come sin comprender la composición química de los alimentos, la anatomía de la boca y el proceso digestivo: vive porque come. Otro mucho más sabio comprende perfectamente la ciencia de la nutrición, pero si no come, morirá a pesar de su conocimiento. Sin duda hay muchos en el infierno que comprendieron bien la doctrina de la fe pero que dejaron de creerla. Por otra parte, ni uno de los que confiaron en el Señor Jesús pereció, aún cuando nunca supieron explicar bien su fe. Querido lector/a recibe al Señor Jesús cual único Salvador de tu alma, y vivirás eternamente. “El que en él cree tiene vida eterna.” Porque la vida está en el Hijo, "el que tiene al Hijo tiene la vida, el que no tiene al Hijo no tiene la vida, porque la vida está en el Hijo de Dios."

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