jueves, 9 de enero de 2014

ARRIBA COMO ABAJO

Lucas 24:44-53 Y vosotros sois testigos […]; pero quedaos vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder desde lo alto. —Lucas 24:48-49 El paganismo grecorromano en la época de Jesús enseñaba que las acciones de los dioses en los cielos afectaban la Tierra. Si Zeus se enojaba, lanzaba rayos. La antigua fórmula expresaba: «Abajo como arriba». Sin embargo, Jesús a veces invertía este concepto y enseñaba: Arriba como abajo. Un creyente ora, y el cielo responde. Un pecador se arrepiente, y los ángeles se regocijan. Una misión tiene éxito, y Dios es glorificado. Un creyente se rebela, y el Espíritu Santo se entristece. Creo en estas cosas, pero de alguna manera, las olvido. Me olvido de que a Dios le importan mis oraciones. Me olvido de que lo que decido hoy deleita o entristece al Señor del universo. Me olvido de que estoy ayudando a mis prójimos a definir su destino eterno. Podemos comunicar ahora mismo la buena noticia del amor de Dios que Jesús trajo a esta Tierra. Ese fue el desafío del Señor a sus discípulos antes de ascender para estar con su Padre (ver Mateo 28:18-20). Los que seguimos a Cristo actuamos como una extensión de su encarnación y ministerio. Por esta razón, Él vino a este mundo. Antes de partir, les declaró a sus discípulos que enviaría su Espíritu desde arriba para que estuviera con ellos abajo (Lucas 24:48). No nos dejó solos. Nos llena con su poder para que podamos tocar vidas aquí abajo y producir un impacto eterno. «Ascendiste ante nuestros ojos, y al darnos vuelta entristecidos, te encontramos en nuestro corazón». —San Agustín

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