viernes, 5 de mayo de 2017

JESÚS EL CAMINO AL PADRE DIOS

En el principio [antes de que existiera el tiempo] era el Verbo [Cristo], y el Verbo era con Dios, y el Verbo [Cristo] era Dios... Y aquel Verbo fue hecho carne (se hizo humano, se personificó) y habitó entre nosotros. Juan: 1:1,14; AMP La deidad del Señor Jesucristo es algo que nunca debería ser puesto en tela de juicio por ningún creyente nacido de nuevo. Nuestra salvación se basa en el hecho de que Jesucristo es Dios, la segunda persona de la deidad: Dios Hijo. Juan, el discípulo y apóstol amado, despeja cualquier duda que pueda existir en cuanto a esto en Juan 1:1,14. Cualquiera que dude de lo que afirman esos versículos es posible que no haya nacido en el reino de Dios, porque la deidad de Jesucristo es el fundamento de nuestra fe. Sin embargo, al escudriñar los evangelios, observamos que Jesús, en Sus 33 años de vida terrenal no anduvo anunciando que Él era Dios. En cambio, sí confesó ser el Hijo de Dios, el Mesías, y que Dios era Su Padre (lo que enfureció a los fariseos), pero nunca afirmó ser el Dios altísimo. De hecho, les dijo a los discípulos que Dios el Padre era mayor y más poderoso que Él (Juan 14:28). La razón es simple: Él había venido al mundo no sólo como Dios, sino también como hombre. La Palabra declara que Jesús se despojó de Su poder divino y tomó la forma de un ser humano, con todas las limitaciones que eso implicaba. Pero como Dios era Su Padre, Jesús no nació con la naturaleza pecaminosa con la que nacen todos los hijos de Adán. Sin embargo, como nació de mujer, en todos los otros aspectos era hombre, y se llamó a Sí mismo el Hijo del Hombre o, literalmente, el Hijo de Adán. Entonces, ¿cómo hizo todas esas obras poderosas? De la misma forma que Él espera que nosotros las hagamos hoy: por la unción y el poder del Espíritu Santo (Hechos 10:38). Él dijo: «Es el Padre en mí quien hace las obras». ¿Qué significa eso para nosotros? Jesús quiso decir exactamente que nosotros como creyentes podríamos hacer las obras que Él hizo (Juan 14:12). Esto se refiere a que como hijos de Dios nacidos de nuevo y llenos del mismo Espíritu Santo, como Jesús lo fue, tenemos la oportunidad de vivir de la forma que Él lo hizo cuando estuvo en la Tierra. De hecho, ése es Su verdadero propósito. Él nos precedió, como hombre, y nos abrió el camino. Entonces no nos limitemos a admirarlo por eso, sino a imitarlo en ello.

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