martes, 17 de marzo de 2015

PARA PASAR DE GRADO, CATEGORÍA O NIVEL HAY QUE RENDIR PRUEBAS

Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que […] produce paciencia. —Santiago 1:2-3 Santiago 1:2-12 Deuteronomio 30-31;Marcos 15:1-25 Hace poco, mi esposa Marlene y yo recibimos una llamada telefónica de nuestro hijo y su esposa, que estaban aterrados. La noche anterior, habían encontrado dos murciélagos en su casa. Sé que los murciélagos son una parte importante del ecosistema, pero no son mis favoritos entre las criaturas de Dios; en especial, cuando vuelan dentro de una casa. Sin embargo, Marlene y yo fuimos gustosos a la casa de nuestros hijos para ayudarlos a tapar los agujeros que esos inoportunos visitantes probablemente usaron para entrar. Otro visitante inoportuno que suele invadir nuestra vida es el sufrimiento. Cuando llegan las pruebas, podemos llenarnos de pánico o desanimarnos fácilmente. No obstante, estas circunstancias difíciles pueden transformarse en instrumentos que nuestro Padre celestial, en su amor, utiliza para hacernos más parecidos a Cristo. Por eso, Santiago escribió: «Hermanos míos, tened por sumo gozo cuando os halléis en diversas pruebas, sabiendo que la prueba de vuestra fe produce paciencia. Mas tenga la paciencia su obra completa…» (Santiago 1:2-4). No se espera que disfrutemos de las pruebas ni que celebremos el sufrimiento. Pero, cuando llegan estos visitantes inoportunos, podemos buscar la mano de Dios en ellos y confiar en que podemos usarlos para parecernos más a su Hijo. — Las pruebas pueden visitarnos, pero nuestro Dios está siempre con nosotros.

miércoles, 11 de marzo de 2015

TENEMOS ENTRADA AL TRONO DE LA GRACIA

“tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo; por quien también tenemos entrada por la fe a esta gracia en la cual estamos firmes, y nos gloriamos en la esperanza de la gloria de Dios” Romanos 5:1-2. … habéis recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! —Romanos 8:15 Romanos 8:14-17, 24-26 Deuteronomio 14-16;Marcos 12:28-44 Cuando John F. Kennedy era presidente de los Estados Unidos, los fotógrafos a veces captaban una escena encantadora: sentados alrededor del escritorio del presidente, en el Despacho Oval, miembros del gabinete debaten cuestiones que traen consecuencias mundiales. Mientras tanto, un niñito de dos años, John-John, pasa gateando alrededor y por debajo del inmenso escritorio, completamente ajeno al protocolo de la Casa Blanca y a los críticos asuntos de estado. Él simplemente está visitando a su papá. Esa clase de accesibilidad asombrosa es la que comunica la palabra Abba cuando Jesús dijo: «Abba, Padre, todas las cosas son posibles para ti» (Marcos 14:36). Dios es el Señor soberano del universo, pero, a través de su Hijo, se hizo tan accesible como cualquier padre humano que se desvive por sus hijos. En Romanos 8, Pablo profundiza aun más la imagen de intimidad. Declara que el Espíritu de Dios mora en nuestro interior y que, cuando no sabemos cómo orar, «el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles» (v. 26). Jesús vino a demostrar que un Dios perfecto y santo acepta gustoso los ruegos de una viuda con dos monedas, de un centurión romano, de un publicano miserable y de un ladrón en la cruz. Solo tenemos que clamar «Abba» o, si no podemos, simplemente gemir. Así se ha acercado Dios a nosotros. — La oración es una conversación íntima con nuestro Dios.

sábado, 7 de marzo de 2015

TÚ, ENEMIGA MÍA, NO TE ALEGRES DE MÍ, PORQUE ME CAÍ, ME LEVANTARE, SI HABITARE EN TINIEBLAS, EL SEÑOR ES MI LUZ Y MI SALVACIÓN.

… estamos atribulados en todo, mas no angustiados… —2 Corintios 4:8 2 Corintios 4:7-12 Deuteronomio 3-4;Marcos 10:32-52 Cuando yo era chico, tenía un juguete que era un muñeco plástico inflable para darle puñetazos. Era casi tan alto como yo y tenía un rostro sonriente. Mi desafío era pegarle con suficiente fuerza como para que quedara tirado en el suelo. Pero, por más fuerte que le pegara, siempre se levantaba. ¿El secreto? Tenía un peso de plomo en la parte inferior, que lo mantenía de pie. Los veleros operan con el mismo principio. El peso del plomo en la quilla proporciona el lastre que los mantiene equilibrados en medio de vientos fuertes. En la vida del creyente en Cristo, sucede lo mismo. Nuestro poder para sobrevivir a los desafíos no reside en nosotros, sino en Dios, que mora en nuestro interior. No estamos exentos de los golpes que la vida pueda arrojarnos ni de las tormentas que, inevitablemente, amenazarán nuestra estabilidad. Sin embargo, con plena confianza en el poder divino que nos sustenta, podemos decir como Pablo: «estamos atribulados en todo, mas no angustiados; en apuros, mas no desesperados; perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos» (2 Corintios 4:8-9). Únete a los muchos viajeros de la vida que, en medio de océanos de dolor y sufrimiento, se aferran con confianza inconmovible a la verdad de que la gracia de Dios es suficiente y a que, en nuestra debilidad, Él se hace fuerte (12:9). Este será el estabilizador para nuestra alma. — El poder de Dios en ti es mayor que la presión de los problemas que te rodean.

miércoles, 4 de marzo de 2015

DIOS NOS DA VERDADERA SEGURIDAD Y TRANQUILIDAD

Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación. —Salmo 90:1 Números 13:25–14:19 Números 31–33;Marcos 9:1-29 Según los investigadores de la Universidad de Bristol, la hormiga roja, oriunda de Europa, puede ser mejor que nosotros para dominar el mercado inmobiliario. Los investigadores han descubierto que las colonias de estos insectos usan hormigas exploradoras para supervisar constantemente las condiciones de vida de sus hormigueros. Valiéndose de habilidades sociales lo suficientemente complejas como para asombrar a los científicos, estas hormigas trabajan juntas para encontrar el espacio adecuado para vivir, y la oscuridad y la seguridad necesarias para darles a la reina madre y a sus larvas la mejor vivienda disponible. En la época de Moisés, las familias de Israel buscaban un nuevo hogar. El tiempo de esclavitud en Egipto había sido brutal. El desierto de Sinaí no era lugar para establecerse, pero había un problema: según los exploradores israelitas, la tierra a la que Dios estaba guiándolos ya estaba ocupada por ciudades amuralladas y gigantes que hacían que los mensajeros se sintieran como langostas (Números 13:28, 33). A veces, puede ser útil compararnos con insectos. Las hormigas rojas exploradoras siguen el instinto que Dios les dio. Sin embargo, nosotros solemos dejar que nuestros temores nos impidan seguir al Señor y confiar en Él. Cuando descansamos en la seguridad de su presencia y su amor, podemos decir: «Señor, tú nos has sido refugio de generación en generación». — Nos sentimos como en casa cuando estamos bien con Dios.

domingo, 1 de marzo de 2015

LO QUE CUESTA VALE

Porque habéis sido comprados por precio… —1 Corintios 6:20 1 Pedro 1:17-21 Números 23-25;Marcos 7:14-37 Hace poco, le regalamos a nuestro hijo de dos años un par de botas nuevas. Estaba tan contento que no se las sacó hasta la hora de dormir. Pero, al día siguiente, se olvidó por completo de ellas y se puso sus zapatillas viejas. Mi esposo dijo: «Ojalá supiera cuánto cuestan las cosas». Las botas eran caras, pero un niño pequeño no entiende nada sobre las horas de trabajo, los salarios y los impuestos. Un chico recibe los regalos de buena gana, pero sabemos que no se puede esperar que aprecie plenamente el sacrificio que hacen sus padres para darle cosas nuevas. A veces, me comporto como una niña. Con brazos abiertos, recibo los regalos de Dios y sus infinitas misericordias, pero, ¿soy agradecida? ¿Considero el precio que se pagó para que yo pueda vivir una vida plena? El costo fue muy alto… más que «cosas corruptibles, como oro o plata». Como leemos en 1 Pedro, se requirió «la sangre preciosa de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin contaminación» (1:18-19). Jesús dio su vida, un alto precio que pagar, para transformarnos en parte de su familia. Y Dios lo levantó de los muertos (v. 21). Cuando entendemos el costo de nuestra salvación, aprendemos a ser verdaderamente agradecidos. Lo que nos pueda costar a nosotros no es comparable con lo que le costo al Padre entregar a su Hijo Unigénito por nosotros. La salvación es infinitamente costosa, pero absolutamente gratuita.