sábado, 20 de septiembre de 2014

SOMOS CARTAS ABIERTAS

Santiago 5:16-20 Mi pecado te declaré […]. Dije: Confesaré mis transgresiones al Señor; y tú perdonaste la maldad de mi pecado. —Salmo 32:5 Uno de los conflictos internos más difíciles que tenemos es nuestro deseo de ser conocidos y el temor a que nos conozcan. Como seres creados a la imagen de Dios, somos hechos para ser conocidos, por Él y por los demás. Sin embargo, debido a nuestra naturaleza caída, todos tenemos debilidades y pecados que no queremos que los demás descubran. Usamos la frase «lado oscuro» para referirnos a aspectos de nuestra vida que mantenemos escondidos. También empleamos dichos, tales como «trata de causar una buena impresión», para alentar a otros a revelar su mejor lado. Una de las razones por las que no queremos arriesgar que nos conozcan es el miedo al rechazo y el ridículo. Pero, cuando descubrimos que Dios nos conoce, nos ama y está dispuesto a perdonar aun lo peor que tenemos, el temor a que Él nos conozca empieza a desaparecer. Además, cuando encontramos una comunidad de creyentes que entienden la relación dinámica que hay entre el perdón y la confesión, nos sentimos seguros al confesar nuestros pecados los unos a los otros (Santiago 5:16). La vida de fe no se trata de mostrar solamente nuestro lado bueno, sino de exponer el lado oscuro a la luz de Cristo por medio de la confesión a Dios y a los demás. De este modo, podemos sanar el alma y vivir en la libertad del perdón. —«La voz del pecado puede ser fuerte, pero la del perdón es mayor». —D. L. Moody

jueves, 18 de septiembre de 2014

Y AHORA SEÑOR, ¿QUE ESPERO? MI ESPERANZA ESTA EN TI

Salmo 27:7-14 Mi corazón ha dicho de ti: Buscad mi rostro. Tu rostro buscaré, oh Señor. —Salmo 27:8 Mientras viajaba en un avión con sus hijas de dos y cuatro años, una joven mamá se esforzaba por mantenerlas ocupadas, para que no molestaran a los demás. Cuando se oyó la voz del piloto por el intercomunicador dando los anuncios, la más pequeña dejó lo que estaba haciendo e inclinó la cabeza. Cuando el piloto terminó, ella susurró: «Amén». Como un tiempo antes se había producido una catástrofe natural, quizá la niña pensó que él estaba orando. Tal como esa niñita, yo también deseo tener un corazón que guíe inmediatamente mis pensamientos hacia la oración. Pienso que sería justo decir que el salmista David tenía esa clase de corazón. En el Salmo 27, vemos algunos indicios de esto cuando habla de enfrentar enemigos difíciles (v. 2). También declaró: «Tu rostro buscaré, oh Señor» (v. 8). Algunos dicen que, al escribir este salmo, recordaba el momento cuando huía de Saúl (1 Samuel 21:10) o de su hijo Absalón (2 Samuel 15:13-14). La oración y la dependencia de Dios ocupaban el primer lugar en la mente del salmista, y descubrió que Él era su santuario (Salmo 27:4-5). Nosotros también necesitamos un santuario. Quizá leer u orar este salmo y otros nos ayude a desarrollar esa intimidad con nuestro Padre Dios. Cuando Él se convierta en nuestro santuario, tendremos el corazón más dispuesto a buscarlo en oración. —Padre, enséñame a expresar lo que hay en mi corazón y a refugiarme más en ti. En la oración, Dios puede calmar nuestro corazón y tranquilizar nuestra mente.

lunes, 15 de septiembre de 2014

CUANDO EL HOMBRE O LA MUJER DE DIOS SE ADELANTAN A HACER LA OBRA DE DIOS..., FRACASAN ¡Y DESPUÉS LAS CONSECUENCIAS...!

Génesis 16:1-6; 21:8-13 … Mi afrenta sea sobre ti; […] juzgue el Señor entre tú y yo —Génesis 16:5 Cuando el esposo de Julia la dejó por otra mujer, ella juró que nunca conocería a su nueva esposa. Pero, cuando se dio cuenta de que su amargura perjudicaba la relación de sus hijos con el padre, le pidió al Señor que la ayudara a dar el primer paso para superar ese sentimiento frente a una realidad que ella no podía cambiar. En Génesis 16, leemos la historia de una pareja a quien Dios le prometió un bebé. Cuando Sara le sugirió a Abram que tuviera un hijo con su sierva Agar, estaba perdiendo su confianza en que el Señor cumpliera su promesa. Cuando nació el bebé, Agar despreció a Sara (Génesis 16:3-4) y esta se llenó de amargura (vv. 5-6). De repente, Agar dejó de ser una esclava sin derechos y se convirtió en alguien especial. ¿Cómo reaccionó Sara? Culpó a los demás, incluso a Abram (v. 5). Años después, la promesa de Dios se cumplió con el nacimiento de Isaac. La actitud de Sara también arruinó la celebración de su destete (21:8-10). Probablemente, a Sara nunca le fue fácil vivir con las consecuencias de decidir adelantarse al Señor. Cambiar su actitud tal vez hubiese requerido un milagro de la gracia, pero eso habría transformado todo. No podía volver atrás; pero, con el poder del Señor, podría haber vivido la situación de manera distinta y glorificado a Dios. —Señor, gracias porque, aunque las situaciones no cambien, tu gracia es suficiente para cambiarnos a nosotros. Por la gracia de Dios, podemos reflejar su luz en los momentos oscuros.

sábado, 13 de septiembre de 2014

UNA VEZ QUE NOS ARREPENTIMOS DE NUESTROS PECADOS DIOS LOS ARROJA AL MAR DEL OLVIDO

Isaías 43:22-28 Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados. —Isaías 43:25 Mis primeros años de creyente en Cristo estuvieron cargados de presentimientos. Tenía la impresión de que, cuando Jesús volviera, se proyectarían todos mis pecados en una pantalla grande, para que todos los vieran. Ahora sé que Dios prefiere no recordar ni siquiera una de mis transgresiones. Cada pecado ha sido sepultado en el mar más profundo, y nunca volverán a ser exhumados ni examinados. Amy Carmichael escribió: «Hace uno o dos días, pensaba tristemente en el pasado; tantos pecados, fracasos y fallas de todo tipo. Estaba leyendo Isaías 43 y, en el versículo 24, vi: «…me fatigaste con tus maldades». Entonces, por primera vez, noté que no hay ningún espacio entre el versículo 24 y el 25: «Yo, yo soy el que borro tus rebeliones por amor de mí mismo, y no me acordaré de tus pecados». En realidad, cuando nuestro Señor Jesucristo vuelva, «… aclarará también lo oculto de las tinieblas, y manifestará las intenciones de los corazones; y entonces cada uno recibirá su alabanza de Dios» (1 Corintios 4:5). Ese día, nuestras obras serán examinadas y tal vez perdamos algo, pero no seremos juzgados por nuestro pecado (3:11-15). Dios verá lo que Cristo hizo por nosotros y no se acordará de nuestras maldades. —Cuando Dios nos salva, nuestros pecados son perdonados para siempre.

viernes, 12 de septiembre de 2014

EL MAS PEQUEÑO EN EL REINO DE LOS CIELOS ES MAS GRANDE QUE LOS GIGANTES DE ESTE MUNDO.

1 Samuel 17:32-37 … [el Señor] me librará… —1 Samuel 17:37 El imponente enemigo entra de repente en el valle de Ela. Mide 2,70 metros de altura, y su armadura, hecha de varias planchas pequeñas de bronce, brilla bajo los rayos del sol. La vara de su lanza está envuelta en cordeles, para que gire en el aire y pueda arrojarse más lejos y con suma precisión. Goliat parece invencible. Pero David sabe que no es así. Aunque su adversario parezca un gigante y actúe como tal, comparado con el Dios viviente es pequeño. David tiene una perspectiva correcta del Señor y, en consecuencia, una visión apropiada de las circunstancias. Ve a Goliat como alguien que desafía a los ejércitos del Dios vivo (1 Samuel 17:26). Con confianza, aparece vestido de pastor delante del gigante, y armado tan solo con su cayado, cinco piedras y una honda. Su confianza no está en lo que él es, sino en quien lo acompaña (v. 45). ¿Qué «Goliat» estás enfrentando en este momento? Tal vez sea una situación imposible en el trabajo, una dificultad financiera o la ruptura de una relación afectiva con otra persona. Comparada con Dios, toda situación es insignificante. Nada es demasiado grande para Él. Las palabras de Carlos Wesley, el escritor de himnos, nos recuerdan: «La fe, la poderosa fe, la promesa ve y no mira otra cosa; se ríe de los imposibles y exclama que será hecho». Si el Señor desea librarte, puede hacerlo, y quizá lo haga de maneras que no esperas. —No le digas a Dios cuán grandes son los gigantes; dile a los gigantes cuán grande es tu Dios.

jueves, 11 de septiembre de 2014

SOMOS NACIDOS DE UN DIOS VIVO PARA DAR VIDA

Marcos 10:35-45 Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos. —Marcos 10:45 Después del ataque terrorista a las Torres Gemelas en la ciudad de Nueva York, el 11 de septiembre del 2001, Cynthia Otto estuvo a cargo de los perros de búsqueda y rescate. Años después, fundó el Working Dog Center [Centro de perros trabajadores], donde los cachorros se entrenan de manera especial a fin de prepararlos para ayudar a víctimas de tragedias. Otto comentó sobre estos animales de rescate: «Ahora hay muchísimas tareas para las que se usan los perros […], y pueden salvar vidas». También agregó que, algún día, esos cachorros proporcionarán una ayuda vital a las personas en medio de circunstancias amenazadoras. Han «nacido» para rescatar a otros. La Biblia nos habla del Mesías, quien nació para rescatar a la humanidad de la pena del pecado. Lo que Él hizo está más allá de toda comparación terrenal. Hace 2.000 años, Dios tomó forma humana para hacer a nuestro favor lo que nosotros no podíamos llevar a cabo. Cuando Jesús se hizo hombre, entendió y proclamó que había nacido para rescatar (Juan 12:27). «Porque el Hijo del Hombre no vino para ser servido, sino para servir, y para dar su vida en rescate por muchos» (Marcos 10:45). Alabemos a nuestro Salvador maravilloso, Jesucristo, que nació para salvar a todos los que acepten su ofrecimiento de salvación. —Cristo vino a buscar y a salvar a los perdidos.

miércoles, 10 de septiembre de 2014

EL LIBRO DE LA VIDA

Salmo 119:9-16 … No me olvidaré de tus palabras. —Salmo 119:16 De vez en cuando, mi esposa y yo abrimos la correspondencia y encontramos una «carta» sin palabras. Cuando la sacamos del sobre, vemos un trozo de papel que lo único que tiene es una raya de color hecha con un rotulador. Esas «cartas» nos enternecen porque las envía nuestra nieta, de edad preescolar y que vive lejos. Aun sin palabras, esas misivas nos dicen que ella nos ama y que piensa en nosotros. Todos valoramos las cartas de personas que nos aman y a quienes amamos. Por eso, es sumamente alentador que nuestro Padre celestial nos haya dejado una carta llamada Biblia. Su valor va más allá de las expresiones de poder, desafío y sabiduría. Además de todas las historias, enseñanzas e instrucciones, este Libro también transmite la idea fundamental de que Dios nos ama y ha planeado cómo rescatarnos. Nos habla de su amor al supervisar nuestra existencia (Salmo 139), suplir nuestras necesidades (Mateo 6:31-34), consolarnos (2 Corintios 1:3-4) y salvarnos mediante el sacrificio de su Hijo Jesús (Romanos 1:16-17). No te imaginas cuánto te ama Dios. Él lo expresa en el mensaje inspirado e inspirador que te ha dejado. Con razón el salmista escribió: «No me olvidaré de tus palabras» (Salmo 119:16). ¡Es una carta asombrosa! —Señor, ayúdame a examinar las páginas de la Biblia. Que me entusiasme más que una carta, un e-mail o un comentario de un amigo en Facebook. La Biblia es la carta de Dios donde nos revela que nos ama.

martes, 9 de septiembre de 2014

CUANDO QUEDEMOS EXPUESTOS AL PELIGRO CLAMEMOS A DIOS QUE EL NOS RESPONDERÁ

1 Samuel 28:5-6, 15-20 [El Señor] no desfallece, ni se fatiga con cansancio… —Isaías 40:28 Las comadrejas son conocidas por su capacidad de hacerse las muertas: el cuerpo se les relaja, les cuelga la lengua y el ritmo cardíaco disminuye. Después de unos 15 minutos, el animal se reaviva. Lo interesante es que los expertos no creen que lo hagan intencionalmente para prevenirse de los depredadores, sino que, de manera involuntaria, ¡se desmayan cuando se sienten abrumadas o ansiosas! Al final de su reinado, Saúl reaccionó de manera similar ante el peligro: «cayó en tierra cuan grande era, y tuvo gran temor por las palabras de Samuel; y estaba sin fuerzas» (1 Samuel 28:20). Lo hizo cuando el profeta Samuel le dijo que los filisteos atacarían Israel al día siguiente, y que Dios no iba a ayudarlos. Como la vida del rey se había caracterizado por la desobediencia, la precipitación y los celos, el Señor ya no lo guiaba (v. 16), y sus esfuerzos por defenderse él mismo y a los israelitas serían inútiles (v. 19). Tal vez nos sintamos débiles y desesperados a causa de nuestra rebeldía o por las dificultades de la vida, pero, aunque la ansiedad nos quite la fuerza, el Señor puede renovarla si dependemos de Él (Isaías 40:31). Dios «no desfallece, ni se fatiga con cansancio» (v. 28), y está dispuesto a extender su mano y reavivarnos cuando no podamos dar un paso más. —Señor, eres todo para mí. Gracias por fortalecerme día tras día. Sé que, sin ti, no soy nada. El secreto de la paz es poner toda ansiedad al cuidado de Dios.

lunes, 8 de septiembre de 2014

EL SEMBRADOR DEBE FIJARSE LO QUE SIEMBRA

Marcos 4:1-20 … el que siembra justicia tendrá galardón firme. —Proverbios 11:18 La universidad donde estudié tiene una torre adornada con una escultura titulada El Segador. Debajo de la figura, aparece una inscripción tomada de Gálatas 6:7: «Todo lo que el hombre sembrare». La Universidad Estatal de Michigan continúa siendo un baluarte en investigación agrícola; no obstante, a pesar de los numerosos adelantos en las técnicas de labranza y la producción de granos, esta verdad permanece inamovible: las semillas de trigo no producirán frijoles. Jesús empleó muchas metáforas agrícolas para explicar el reino de Dios. En la parábola del sembrador (Marcos 4), comparó la Palabra de Dios con semillas sembradas en diferentes tipos de terreno. Tal como se indica allí, el sembrador siembra de manera indiscriminada, sabiendo que algunas semillas caerán en lugares donde no van a crecer. Al igual que Jesús, debemos sembrar semillas buenas en todo lugar y sin cesar. Dios es responsable de dónde caen y de cómo crecerán. Lo importante es que sembremos. El Señor no quiere que cosechemos destrucción; por eso, desea que sembremos lo bueno y recto (Proverbios 11:18). El apóstol Pablo amplió esta misma metáfora al advertirles a los creyentes que no sembraran semillas de corrupción, sino aquellas que produjeran la vida eterna (Gálatas 6:8). La respuesta a «¿qué siembro?» es: «Siembra lo que quieras cosechar». Para que tu vida produzca una buena cosecha, siembra semillas de bondad. —Una semilla enterrada da fruto; una vida generosa recoge una cosecha eterna.

domingo, 7 de septiembre de 2014

SINO ALABAMOS A DIOS NOSOTROS LO HARÁN LAS PIEDRAS (JESÚS)

Salmo 150 Todo lo que respira alabe al Señor. Aleluya. —Salmo 150:6 Cuando le pregunté a un amigo cómo andaba su madre, me dijo que la demencia senil le había robado su capacidad de recordar muchos nombres y acontecimientos del pasado. «Aun así —agregó—, todavía puede sentarse al piano y, sin la partitura, tocar de memoria himnos hermosos». Hace 2.500 años, Platón y Aristóteles escribieron sobre el poder auxiliador y sanador de la música. Pero, siglos antes, el registro bíblico estaba saturado de canciones. Desde la primera mención de Jubal, «padre de todos los que tocan arpa y flauta» (Génesis 4:21), hasta aquellos que «cantan el cántico de Moisés siervo de Dios, y el cántico del Cordero» (Apocalipsis 15:3), las páginas de la Biblia resuenan de música. Salmos, llamado a menudo «el himnario bíblico», nos señala el amor y la fidelidad de Dios. El libro concluye con un llamado incesante a adorar: «Todo lo que respira alabe al Señor. Aleluya» (Salmo 150:6). Como nunca antes en la historia, hoy necesitamos que Dios ministre con música nuestro corazón. Sea lo que sea que enfrentemos durante el día, que la noche nos encuentre cantando: «Fortaleza mía, a ti cantaré; porque eres, oh Dios, mi refugio, el Dios de mi misericordia» (59:17). —Señor, no sé lo que vendrá hoy ni mañana, pero te agradezco que estás a mi lado. Dame un espíritu de alabanza y gratitud ante todo lo que esté por delante. La alabanza a Dios surge naturalmente cuando enumeras tus bendiciones.

viernes, 5 de septiembre de 2014

NO ESTAMOS HABLANDO DE SETENTA U OCHENTA AÑOS QUE PODEMOS VIVIR EN ESTE CUERPO

En 1859, durante los turbulentos años previos a la Guerra Civil Estadounidense, el presidente Lincoln tuvo la oportunidad de hablar con los miembros de la Sociedad Agrícola de uno de los estados. En su discurso, compartió con ellos la historia de un antiguo monarca que buscaba una frase que fuera «verdadera y apropiada en todo tiempo y situación». Frente a un desafío tan emocionante, sus sabios consejeros le respondieron con esta frase: «Y esto también pasará». No hay duda de que nuestro mundo está en un constante proceso de deterioro. Y esto no solo le sucede al mundo; nosotros también somos conscientes de que los días de nuestra vida están contados. Santiago escribió: «… Porque ¿qué es vuestra vida? Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece» (Santiago 4:14). Aunque nuestra vida actual es efímera y se desvanecerá, el Dios a quien adoramos y servimos es eterno. Él ha compartido esa eternidad con nosotros mediante el regalo de su Hijo Jesucristo. Nos promete una vida que nunca pasará: «Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna» (Juan 3:16). Cuando Cristo vuelva, ¡nos llevará a casa para estar con Él para siempre! Para tener esperanza hoy, recuerda el final de la historia: la eternidad con Dios.

jueves, 4 de septiembre de 2014

CUANDO MAS OSCURA ESTA LA NOCHE MAS CERCA ESTA EL AMANECER

Lamentaciones 3:19-33 Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana… —Lament. 3:22-23 El aeroplano Solar Impulse, que funciona con energía solar, puede volar día y noche sin combustible. Sus inventores, Bertrand Piccard y André Borschberg, esperan hacerlo volar alrededor del mundo en el 2015. Mientras que el avión vuela durante todo el día con energía solar, reúne suficiente reserva como para seguir haciéndolo toda la noche.«Cuando sale el sol —Piccard señala—, vuelve a traer esperanza para poder continuar». La idea de que el amanecer trae esperanza me hace pensar en Lamentaciones 3,: «Esto recapacitaré en mi corazón, por lo tanto esperaré. Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos, porque nunca decayeron sus misericordias. Nuevas son cada mañana…» (vv. 21-23). Aun cuando el pueblo de Dios estaba sumido en la desesperación mientras la ciudad de Jerusalén era invadida por los babilonios, el profeta Jeremías dijo que tenían motivos para mantener la esperanza: todavía permanecían las misericordias y la compasión del Señor. A veces, nuestras luchas parecen peores durante la noche, pero, cuando llega el amanecer, este vuelve a traer esperanza para que podamos seguir adelante. El salmista declaró: «… Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría» (Salmo 30:5). Señor, gracias por la esperanza que envías con cada salida del sol. ¡Tus misericordias y tu compasión son nuevas cada mañana! —Cada nuevo día nos da una nueva razón para alabar al Señor.

martes, 2 de septiembre de 2014

YA CASI NADIE AGRADECE.

Lucas 17:11-19 Entonces uno de ellos, viendo que había sido sanado, volvió, glorificando a Dios a gran voz. —Lucas 17:15 Era una tarde calurosa, el tránsito era terrible y todos estaban de mal humor. Vi un automóvil con dos jóvenes esperando para salir de un restaurante, y pensé que el conductor que estaba delante de mí había tenido una buena actitud al dejarlos pasar. Pero, cuando el conductor «amable» no recibió ni siquiera un gesto de agradecimiento, se enfureció. Primero, bajó la ventanilla y le gritó al otro conductor. Después, aceleró al máximo y avanzó como si fuera a chocarlo por atrás, tocando la bocina y gritando enojado. ¿Quién «fue peor»? ¿La ingratitud del joven conductor justificaba la respuesta airada del conductor «amable»? ¿Le debía un «gracias»? Sin duda, los diez leprosos que Jesús había sanado le debían su gratitud. ¿Cómo es que solamente uno volvió para darle las gracias? Me sorprende la respuesta de Jesús: «¿No hubo quien volviese y diese gloria a Dios sino este extranjero?» (Lucas 17:18). Si el Rey de reyes puede recibir tan solo una de diez respuestas de agradecimiento, ¿cómo podemos nosotros esperar más? Es mejor llevar a cabo nuestras obras para honrar a Dios y servir a los demás que para que nos agradezcan lo que hicimos. Que la gracia del Señor se vea en nosotros aunque no valoren nuestros actos de bondad. —Señor, nos gusta ser reconocidos por lo que hacemos, pero ayúdanos a recordar que no merecemos nada, sino que debemos nuestra gratitud a ti por la salvación en Cristo. Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que […] glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos. —Mateo 5:16